VYGOTSKI Y EL ESTUDIO DE LA PSICOLOGÍA DEL ARTE: CONTRIBUCIONES
PARA EL DESARROLLO HUMANO
Sonia Mari Shima Barroco y Tatiane
Superti
Psicologia & Sociedade, 26(1),
22-31, 2014
https://doi.org/10.1590/S0102-71822014000100004
Correcciones
al traductor de google: Efraín Aguilar
Introducción
Las elaboraciones
teóricas de L. S. Vygotski (1896-1934) sobre el aprendizaje y desarrollo de las
personas con y sin discapacidad han ido ganando notoriedad entre los estudiosos
de la psicología y la educación. Su teoría basada en la defensa de la
constitución social del psiquismo presentó una nueva dimensión para la
formación y actuación de los profesionales vinculados a estas áreas. Sin
embargo, hay una producción vygotskiana en el campo del arte que también merece
atención.
En
el presente texto, resultado de estudios de teoría histórico-cultural en
general y del libro Psicología del Arte
(Vigotski, 1999), en particular, pretendemos exponer aspectos
teórico-metodológicos presentados por el autor en torno al objeto y método de
la psicología del arte y discutir, con base en la teoría histórico-cultural,
las posibles contribuciones del arte al desarrollo humano.
Vygotski,
psicología y arte
Para Vygotski (1999),
el arte está en relación permanente con la realidad objetiva, comprensión que
le permitió vislumbrar el potencial de esta elaboración humana para aquellos
primeros años del siglo XX, en los que la sociedad marchaba hacia la
construcción de una nueva sociedad y de un hombre nuevo, comunista - metas que
deben alcanzarse después de la Revolución Rusa de 1917. Desde esta perspectiva,
el arte está intrínsecamente ligado a la vida, a las relaciones sociales de un
momento dado, por lo que se puede entender que el material para el contenido
artístico y el estilo son aprehendidos desde la realidad y trabajados desde
ella. Aun así, la obra de arte no constituye una copia fiel de la realidad
objetiva, sino algo nuevo, fruto de la acción creadora que se convierte en
producto cultural. Como escribe Vygotski (1999, p. 308), “El arte es a la vida
lo que el vino es a la uva – decía un pensador, y tenía razón, cuando indicaba
que el arte toma de la vida su materia pero produce por encima de esta materia
algo que aún no está en las propiedades de ese material”.
Partiendo
de esta concepción de la estrecha relación entre el arte y la vida y tomándola
como una alta producción del trabajo humano, el autor rechaza explicaciones
místicas o religiosas sobre el arte, afirmando que no tiene un orden divino,
celestial o cualquier otro que el de naturaleza humana Por tanto, también, los
efectos de la misma sólo pueden ser procesados o elaborados en el propio
cuerpo del hombre.
Con
base en los mismos principios, Vygotski (1999) refuta la concepción del arte como contagio, esta concepción,
encontrada y defendida, por ejemplo, por L. Tolstoy (1828-1910), considera que
la función máxima del arte es llegar a las personas a través del contagio de lo
que expresan, como por ejemplo el miedo y/o la alegría. A partir de lo que
defiende Tolstoy, célebre autor y escritor, Vygotski discute cuánto la función
del arte va más allá del simple contagio: el arte no sólo cambia el estado de
ánimo inmediato de los individuos, sino que objetiva los sentimientos y otras
potencialidades humanas. Es capaz de provocar cambios en la psique de los
sujetos. Les dota de una nueva organización psíquica, que hace posible que cada
uno ascienda de la condición de individuo particular, organismo en cierto modo
simplista y resultado de la evolución natural, a la del género humano universal.
En este caso, el arte se encuentra en una condición de síntesis entre lo
biológico y lo cultural, conteniendo en sí mismo el conjunto de las
características humanas más complejas, construidas a lo largo de la historia a
través del trabajo y la actividad.
En
este sentido, el arte puede entenderse como un producto cultural, un mediador
entre el individuo y el género humano. Es decir, quienes lo producen cristalizan
en él actividades mentales complejas, de
las que pueden apropiarse otros seres humanos. Sin embargo, tal apropiación no
es mecánica ni pasiva. Es necesario mediar en las relaciones sociales con el
espectador, para que los movimientos que suscita el arte se proyecten sobre él.
Tales relaciones sociales pueden ser planificadas y ejecutadas por diferentes
mediadores, como el docente, quien enseñaría el complejo sistema teórico e
histórico de los signos estéticos; por el psicólogo, que podría utilizar el
arte como herramienta para promover el desarrollo de diferentes funciones
psicológicas y de la propia personalidad; así como, como anuncia el propio
Vygotski (1999), por el crítico de arte, cuya explicación teórica de lo
producido puede conducir a una mejor apropiación de la obra.
Ante
ello, el autor destaca la necesidad de una íntima relación entre la psicología
y el arte, pues considera que este último expresa la sociedad que le da origen
y apunta a la obra, objeto cultural, de características psicológicas complejas.
Al mismo tiempo, posibilita la apropiación de tales características humanas por
parte de los individuos. Podemos entender que el carácter social del arte trae
consigo la relación con la psicología, ya que la sociedad y toda la realidad
humana es forjada por los hombres en las relaciones sociales, a través del
trabajo y, en ese mismo movimiento, se elaboran y objetivan las funciones
psicológicas superiores, es decir, dejan de ser meras funciones biológicas.
Así, al producir arte y apropiarse de él, también se forman y desarrollan las
funciones psicológicas de los sujetos.
Este
hallazgo permite identificar cuánto la psicología establece contacto con la
estética y requiere explicaciones de esa ciencia para fundamentar esta
filosofía, no en el sentido de que la ciencia psicológica engloba a la
estética, sino que debe hacer aportes, al igual que la sociología, que
revelarían las condiciones sociales (materiales) que determinan dialécticamente
la obra y están contenidos en ella. Ante la necesidad de diálogo entre la
psicología y el arte, Vygotski (1999), a partir de apropiaciones de
producciones de ambos ámbitos, desarrolla un método de análisis y comprensión
de la obra de arte que parte de la estructura de la obra de arte, que postula
estar compuesto por la síntesis entre forma y contenido, para lograr lo que se
propone.
Pensamos que la idea central del arte es el reconocimiento de la
superación de la materia de la forma artística o, lo que es lo mismo, el
reconocimiento del arte como técnica social del sentimiento. Creemos que el
método de estudio de este problema es el método analítico objetivo, que parte
del análisis del arte para llegar a una síntesis psicológica: el método de
análisis de los sistemas de estímulos artísticos. (Vygotsky, 1999, p. 3)
Vale la pena
recuperar aquí lo que escribe Fischer (1976), reconocido estudioso del arte: el
arte puede considerarse tan antiguo como el hombre porque figura en el
desarrollo del trabajo, en el dominio del mundo natural y en la necesidad
creada de expresar la experiencia humana. A través de ella, el hombre puede
apropiarse de lo ya experimentado, constituyéndose en una forma de conocerse a
sí mismo y al mundo.
El deseo del hombre de desarrollarse y completarse indica que es
más que un individuo. Siente que sólo puede alcanzar la plenitud si se apropia
de experiencias ajenas que potencialmente le conciernen, que podrían ser suyas.
Y lo que un hombre siente como potencialmente suyo incluye todo lo que la
humanidad en su conjunto es capaz. El arte es el medio indispensable para esta
unión del individuo con el todo; refleja la infinita capacidad humana para la
asociación, para la circulación de experiencias e ideas. (Fischer, 1976, pág.
13)
Aunque según Fischer
(1976, p.19):
Podemos concluir que, con creciente evidencia, el arte en su
origen fue mágico, fue una ayuda mágica para la dominación de un mundo real
inexplorado. La religión, la ciencia y el arte estaban combinados, fusionados,
en una forma primitiva de magia, en la que existían en estado latente, en
germen. Este papel mágico del arte dio paso progresivamente al papel de esclarecer
las relaciones sociales, al papel de iluminar a los hombres en sociedades que
se volvían opacas, al papel de ayudar al hombre a reconocer y transformar la
realidad social.
Así, con Fischer
(1976), podemos observar que a medida que la sociedad se vuelve más compleja,
desarrollando nuevas fuerzas productivas y relaciones sociales, el arte se
aleja más de la magia y asume nuevas funciones, apoyándose en la elaboración de
nuevas técnicas, nuevas formas y aumentando la capacidad del hombre sobre el mundo.
Al mismo tiempo, se está procesando la “humanización del mundo”, ya que el arte
permite aprehender y registrar de manera creativa las experiencias y relaciones
humanas que se han dado.
Esto
constituye una condición que enriquece al hombre y amplía su poder de acción o,
en otras palabras, amplía y hace cada vez más rica, aunque compleja, la
actividad que desarrolla. A lo largo de su existencia, el hombre desarrolla
nuevos instrumentos, a través de los cuales puede develar e intervenir en el
mundo, que ya no se presenta como algo mágico, constituido puramente por
fuerzas indomables, celestiales o naturales, sino como un entorno susceptible
de ser transformado por él.
Vygotski
(1999) concibe el arte de manera similar, como una acción humana intencional
que recrea la realidad material y transforma al propio sujeto, bajo la
concepción de la naturaleza esencialmente social e histórica de la psique. Una
consecuencia inmediata de esta concepción radica en no entender el arte como el
resultado de un solo hombre, el artista, sino como un objeto cultural,
elaborado bajo una determinada técnica socialmente construida, con un
determinado tema para objetivar sentimientos y, entendemos, otras capacidades
mentales típicamente humanas. Según Vygotski (1999, p.315):
El arte es social en nosotros, y si su efecto se procesa en un
individuo aislado, eso no quiere decir, en modo alguno, que sus raíces y
esencia sean individuales. ... Lo social existe mientras haya un solo hombre y
sus emociones. ... La refundición de las emociones fuera de nosotros se produce
en virtud de un sentimiento social que fue objetivado, sacado fuera de
nosotros, materializado y fijado en los objetos de arte externos, que se
convirtieron en un instrumento de la sociedad.
Apropiación,
objetivación y la formación del psiquismo humano
Duarte (1999) aclara
que para Vygotski el proceso de formación del psiquismo en la ontogénesis se
explica a través del proceso dialéctico de objetivación y apropiación del
legado histórico. Es a través del trabajo que el hombre construye sus
características humanas y las plasma fuera de su cuerpo, en objetos de cultura,
como los instrumentos, el lenguaje, la ciencia, el arte y la filosofía. Este es
el proceso de objetivación, que permite la posterior apropiación y recreación
de las características humanas en otros individuos que entran en relación con
tales objetivaciones. La apropiación de productos y procesos implica una
duplicación de los mismos en los individuos, pasando a servirles como materia
prima para nuevas objetivaciones (Barroco, 2007).
Vale
la pena enfatizar aquí que desde la perspectiva del materialismo histórico
dialéctico, el trabajo es una actividad humana vital, una actividad material
que media su relación con la naturaleza. En Manuscritos
económico-filosóficos, Marx (2003) expone que, a diferencia del animal que
se identifica con su actividad vital, no se distingue de ella; el hombre domina
su actividad vital por su voluntad y conciencia. Por lo tanto, puede entenderse
como un ser genérico y su actividad como libre.
Para
Marx (2003), los animales construyen o producen, sin embargo, sólo lo que les
es indispensable, en el único sentido de satisfacer una necesidad física
directa, produciéndose a sí mismos. Los frutos de su producción están adheridos
a sus cuerpos físicos. El hombre, por el contrario, produce universalmente, y
cuanto más produce, más libre está de la necesidad física; no sólo se produce a
sí mismo, sino que reproduce toda la naturaleza. El hombre construye más allá
de las condiciones inmediatas y sin un patrón biológico predeterminado.
Como
se dijo anteriormente, a través de su actividad vital, los hombres crean las
condiciones para su existencia, transformando el mundo y creando la naturaleza
humanizada. Al crear las condiciones para la existencia, producen objetos,
instrumentos, lenguaje y relaciones sociales, satisfaciendo necesidades
sociales dadas, concomitantemente con la producción de nuevas necesidades.
Podemos decir que los productos creados llevan impresos, en sus estructuras y
en sus significados, las características humanas social e históricamente generadas.
Con
base en Leóntiev (2004), definimos la educación precisamente como ese proceso
dialéctico de acercar a las nuevas generaciones lo ya creado para formarlas.
Las marcas de lo propiamente humano no están en las células o, más
específicamente, en el ADN, sino en el proceso de apropiación de estas
objetivaciones, y las consecuentes nuevas objetivaciones. Es a través de este
proceso doble y continuo que el hombre se vuelve humano, transformándose
subjetivamente. En otras palabras, las funciones mentales conquistadas por el
hombre a lo largo de la historia de la humanidad, o su humanización como sujeto
singular, no se limitan al cerebro, aunque dependen de él y del resto del
sistema nervioso central para ser procesadas. Sin embargo, se materializan u objetivan
fuera del hombre.
Es a
través de la actividad que los hombres se apropian de funciones ya constituidas
por la humanidad y las hacen propias. Resaltamos, pues, que si el plan
biológico se presenta como condición inicial para que el individuo nazca en el
mundo; es sólo en el nivel cultural que adquiere las aptitudes para vivir
plenamente en este mundo como humanizado y que forma los órganos sociales de
sentido. Por ejemplo: no basta con tener agudeza visual, es necesario aprender
a “leer” el mundo. En este sentido, el arte literario, por ejemplo, no sólo
fomenta el desciframiento de signos, sino que transmite significados, ofrece al
lector elementos para hacer nuevas composiciones, nuevas objetivaciones.
Entendemos,
por tanto, que el proceso dialéctico de objetivación-apropiación conduce a la
formación del ser humano; transforma la acción del hombre en realidad porque
constituye una acción mediada que implica transformación psíquica e impone
nuevas necesidades, además de las de supervivencia.
Generalización
y consciencia: impactos del arte literario
Además de los
procesos de apropiación y objetivación, es necesario abordar la generalización. Esta puede ser
entendida como un proceso de organización de la conciencia a partir de leyes
extraídas de situaciones o experiencias dadas, la cual (la conciencia) es
entendida como una síntesis de funciones superiores, a partir de vínculos
jerárquicos semánticos, construidos a partir de la apropiación de los
significados de las palabras. Es posible decir que el proceso de generalización
altera toda la relación del individuo con el mundo, ya que eleva las
representaciones de las cosas y las relaciones a niveles más complejos,
ampliando el significado y el dominio del hombre sobre los objetos, las
relaciones sociales y sobre sí mismo. La generalización expresa una
característica fundamental del pensamiento humano: la capacidad de aprehender
lo real y, precisamente desvelando sus leyes generales, puede intervenir sobre
él, operando al lado de estas leyes intencional y conscientemente.
En
cuanto a la conciencia, además de algo que exige un funcionamiento fisiológico,
se trata de la actividad psíquica que es propiamente humana. La conciencia se
forma a partir de la acción del hombre sobre el mundo, y viceversa, bajo la
mediación del signo en su complejidad (considerando la capacidad analítica, de
síntesis y de generalización que puede implicar la acción mediada por el
signo).
La
conciencia, así, se manifiesta y se forma con diferentes elaboraciones, siendo
el arte una de ellas. En una concepción del hombre total y que debe estar
plenamente formado, como la que tenemos en la psicología de Vygotski, la
riqueza del psiquismo en relación al aspecto cognitivo no se opone a las áreas
del sentimiento y la emoción. En otras palabras, el hombre no se subdivide, y
para su aprehensión no puede ser tomado de forma escindida, salvo con fines
didácticos, de delimitación del campo de estudios.
Toassa
(2006), al abordar el concepto de conciencia en la obra vygotskiana, escribe
que en la concepción madura y mejor elaborada en aspectos de fundamentación
teórica, el autor considera a la conciencia como un sistema psicológico
compuesto por funciones psicológicas superiores, es decir, una estructura
formada por otras estructuras, que mantienen la relación dialéctica entre
totalidad y partes. Así, la conciencia se desarrolla a través de las relaciones
sociales que introducen el lenguaje en el sujeto y posibilitan la apropiación
de los objetos culturales, condición que posibilita la formación de funciones
superiores, cuya transformación de los lazos que unen una función a otra -lazos
neuronales organizados a partir de el desarrollo de los significados de las
palabras- produce alteración en la conciencia, del mismo modo que la
transformación en la estructura general de la conciencia implica un nuevo
arreglo en las funciones psicológicas superiores.
Nuevamente,
sobre el proceso de generalización, Vygotski (2004, p. 189) aclara que: “La
generalización es la desconexión de las estructuras tangibles y la conexión en
las del pensamiento, en las del significado”. Así, lo entendemos como la
transposición de relaciones concretas a relaciones abstractas de pensamiento a
través del signo y significado de las palabras. Estos últimos evolucionan a lo
largo de la historia y el desarrollo ontogenético. En el individuo particular,
la construcción de significados implica movimientos internos de categorización
de lo real, que pueden ser desde lo más simplista y concreto hasta lo más
complejo y abstracto. Los significados pueden ser tomados, entonces, como
elementos que articulan y categorizan la realidad, permitiendo aprehender la
materialidad en diversos grados de articulación y análisis según el desarrollo
interno del significado. En otras palabras, el significado es la unidad de
generalización que permite aprehender la realidad, reflejar psíquicamente sus
relaciones y elevar el pensamiento, así como otras funciones y la conciencia, a
niveles altamente abstractos y voluntarios.
Dados
estos elementos, según Vygotski (1999), podemos entender que el arte es la
objetivación de los sentimientos humanos, una técnica desarrollada por los
hombres que permite a los individuos socializar un determinado sentimiento, así
como, al mismo tiempo, hacerlo personal, parte de la psique. El autor también
explica que los signos se utilizan en la obra de arte, componiendo una
estructura, creada con la intención de suscitar una emoción estética. Estos
aspectos explican que el arte contiene y opera a través de contenidos y
procesos psicológicos. De este modo, podemos pensar que el arte, en este caso
el arte literario, es capaz de suscitar nuevas generalizaciones en los sujetos
que aprehenden la síntesis entre forma y contenido expresada en la obra,
generalización que afecta, sobre todo, a los sentimientos, considerando al
hombre como una unidad. Es decir, el arte podría provocar una nueva
organización psíquica más elaborada, por ser un instrumento cultural, que
apunta, en su forma y contenido, a altas fuerzas humanas como son: la abstracción,
la creatividad, la percepción, la emoción y la imaginación.
Así,
como decíamos anteriormente, el arte puede entenderse como un instrumento
cultural mediador entre el individuo y el género humano. La función de este
instrumento es reproducir en el individuo las características humanas
conquistadas a través del trabajo a lo largo de la historia. Esta reproducción
se realiza psíquicamente con la transformación de funciones mentales
primitivas, elementales, básicamente orgánicas, en funciones superiores,
culturales y voluntarias. Tal alteración psíquica implica el doble proceso de
objetivación y apropiación, y favorece la generalización que provoca la
expansión cualitativa de la conciencia, complejizando los vínculos semánticos
que la componen.
Concluimos,
entonces, que el arte, con su estructura específica, porta un legado humano; a
través de ello, el sujeto experimenta experiencias ajenas, lo que no sería
posible en su vida privada, enriqueciendo su propio repertorio, su visión del
mundo y de la humanidad.
Arte
y formación social de los sentidos y de las emociones
La percepción, la
emoción, la creatividad y la imaginación son citadas por Vygotski (1999) como
procesos psicológicos en estrecha relación con el arte. El proceso de
percepción de la forma artística requiere un cierto modo de funcionamiento de
la psique y la humanización de los sentidos. El autor afirma que la obra de
arte es una síntesis, una unidad compuesta de elementos específicos que, para
su aprehensión, es necesario comprenderlos en una relación dialéctica,
apoyándose en la actividad tanto del pensamiento -razón- como de las emociones.
Marx (2003) afirma que sólo a través de los objetos culturales, en este caso
también el arte, el hombre tiene sus sentidos plenamente desarrollados; así, su
acción puede estar libre de las necesidades orgánicas y estrictamente prácticas
ligadas al contexto inmediato.
De
esta forma, el arte y los instrumentos culturales sirven a la humanización de
los hombres y al desarrollo de nuevos significados como el amor, la pasión, la
amistad. Por tanto, es sólo con la construcción de objetos culturales y
artísticos que se afirman características estrictamente humanas, con
necesidades más allá de las naturales. Marx (2003) nos lleva a comprender
cuánto contribuye el arte al reinado de los sentidos, haciendo al hombre aún
más libre de los instintos y necesidades inmediatas, dando libertad para crear
bajo nuevos principios, como la belleza. Además, el arte afirma características
humanas elevadas, permitiendo no solo la humanización de los cinco sentidos
biológicos, sino que, apoyándose en ellos, posibilita el desarrollo de los
sentimientos.
Sólo a través de la riqueza objetivamente desarrollada del ser
humano se cultiva en parte y en parte se crea la riqueza de la sensibilidad
subjetiva humana (el oído musical, el ojo para la belleza de las formas, en una
palabra, los sentidos capaces de satisfacción humana y que se confirman como
capacidades humanas). Ciertamente, no son sólo los cinco sentidos, sino también
los llamados sentidos espirituales, los sentidos prácticos (voluntad, amor,
etc.), o más bien la sensibilidad humana y el carácter humano de los sentidos,
que ven la existencia a través de la existencia
de su objeto, a través de la característica humanizada. La formación de los
cinco sentidos es obra de toda la historia mundial anterior. (Marx, 2003, págs.
143-144)
En Psicología del Arte (Vigotski, 1999),
encontramos la afirmación: los estímulos artísticos están dispuestos para
provocar una determinada emoción, que, al ser evocada por la obra de arte, es
dialécticamente antagónica, expresando la oposición entre forma y contenido.
Machado, Facci y Barroco (2011), al abordar la Teoría de las emociones de Vygotski, se dirigieron más
específicamente al libro que lleva ese título, buscando esclarecer los aportes
de este autor sobre el tema, y las concepciones y bases filosóficas
criticadas por él. Con esto tenemos que Vygotski observó que las producciones
de la psicología en el siglo XX, al abordar las emociones, lo hacían bajo la
influencia de las ideas evolutivas darwinianas, es decir, explicaban el origen
biológico-animal de las emociones humanas, ubicándolas en condición natural o
instintiva.
En
esta concepción darwiniana de las emociones, notamos materialismo evolutivo,
pero no dialéctico. En oposición a esta perspectiva evolucionista, enfatizando
la dialéctica y en contacto con la filosofía monista de Spinoza (1632-1677),
que también le dio la base para concebir la psique como una unidad, Vygotski
tomó las emociones como un fenómeno psicológico cultural, activo y cambiante,
que desencadena acciones, vinculando otros fenómenos psicológicos entre sí.
Para Vygotski, las emociones
son funciones psicológicas superiores, por tanto, culturizadas y sujetas a
desarrollo, transformación o nuevas apariciones. Además, la concepción
vygotskiana de la emoción sitúa este proceso psicológico en estrecha relación
con otros de la psique humana (Machado et al., 2011, p. 651 – énfasis nuestro).
Considerando el
legado filogenético, que dota al hombre de un aparato sensor, Vygotski no
despreció el aspecto biológico y orgánico, pero al mismo tiempo, no lo tomó
como único determinante para el desarrollo de las emociones; tuvo en cuenta el
desarrollo histórico y cultural también para la formación y transformación de
las emociones, explicándolas y describiéndolas, dentro de los límites del libro
Teoría de las emociones, como una
función psicológica superior, en interacción dialéctica con las demás,
componiendo la unidad del ser. Machado et al. (2011), refiriéndose a Smírnov,
importante teórico ruso y colaborador de la psicología histórico-cultural,
distinguen entre emoción y sentimiento, argumentando que la primera corresponde
más a necesidades orgánicas, ligadas a las sensaciones, mientras que el
sentimiento corresponde a necesidades culturales y sociales afinadas a lo largo
del proceso histórico y el trabajo. Sin embargo, en el hombre, que vive en
sociedad, ninguna de las funciones psíquicas es puramente orgánica e
instintiva, por lo que incluso las emociones conservan un carácter cultural.
Destacamos
que, en Psicología del Arte
(Vigotski, 1999) - producción anterior al libro Teoría de las emociones (Vigotsky, 2004) - las expresiones
sentimiento y emoción no son utilizadas de manera rigurosa, o bien delimitada,
que nos permita hacer una distinción clara entre los términos. Teniendo en
cuenta las posibles diferencias psicológicas entre ellos, incluso en ocasiones
podemos notar que se utilizan como sinónimos.
En
un ejercicio de interpretación, entendemos, del pensamiento del autor, que el
arte suscitaría emociones contradictorias, y que su superación provocaría un
salto cualitativo, una nueva organización psicológica, haciendo las emociones
más complejas y conscientes y, por tanto, transformándolas en sentimiento,
realizando, en el mismo movimiento, alteración de la estructura misma de la
conciencia. Prestes (2010, p. 117) afirma que las expresiones emoción y
sentimiento en la versión portuguesa de Vygotski (1999) se refieren al término
original ruso “pieriezhivanie” que, según el autor, significa experiencia.
Según
Prestes (2010, p.117), “las búsquedas de Vygotski implicaban comprender la
función del arte en la sociedad y en la vida de la humanidad”. La afirmación
“el arte es social en nosotros” implica considerar que “el arte tiene la
función de superación de los sentimientos individuales y el aspecto creativo
del arte radical en que posibilita la transferencia de una experiencia común”.
El
movimiento de superación de emociones contradictorias que suscita el arte
articula otras funciones psicológicas superiores, como la abstracción y, en
consecuencia, la propia creatividad, utilizando recursos de la imaginación. Por
tanto, Vygotski (1999) afirma que la emoción artística es inteligente, no
provoca una respuesta motriz inmediata, sino que resulta en articulación con
otras funciones psicológicas, como la imaginación. Esta es la diferencia entre
la emoción que provoca el arte, además de ser suscitada por una estructura
específica, por la oposición entre forma y contenido, su superación, su
transformación, involucrando otras funciones psíquicas, sobre todo la
imaginación.
Para
Vygotski (1998), la imaginación es una actividad superior capaz de crear y
combinar hechos, percepciones e imágenes a partir de lo ya vivido, es decir, la
experiencia sirve de base a la imaginación, pero el producto de esta se
distancia de lo inmediatamente percibido. La imaginación es una función
psicológica superior y, como tal, está mediada por el signo, que aporta al
psiquismo la capacidad de simbolizar, de representar mentalmente lo ausente,
condición necesaria para el desarrollo de la imaginación en niveles cada vez
más complejos y libres de lo inmediato
Con
lo dicho, tenemos que la percepción de la obra de arte requiere la humanización
de los sentidos, al mismo tiempo que el propio arte incide en ellos. Al
percibir, al entrar en contacto con la obra, se pone en marcha las demás funciones
psicológicas superiores. La estructura de la obra es objetiva y evoca
emociones, que se transforman, a través del proceso de catarsis, en
sentimientos y se reorganizan, en un vínculo semántico más complejo, haciendo
uso de la imaginación. Estas transformaciones también impactan en la
conciencia.
A
partir de esta comprensión, consideramos que la obra de arte puede provocar
transformaciones en la medida de la generalidad de la conciencia o incluso
provocar un salto cualitativo en las relaciones de generalidad entre las
funciones superiores. Es decir, puede dar lugar a una nueva organización de
funciones y conciencias psicológicas superiores. Nuestra interpretación se basa
en la relación entre percepción, emoción e imaginación que Vygotski esboza en
sus estudios sobre el arte, así como los aportes que hace el autor en su fase
de elaboraciones más sistematizadas sobre el desarrollo del lenguaje y la
formación social de la mente.
Sin
embargo, ya en Psicología del Arte
(Vigotski, 1999), podemos considerar que el aspecto creativo del arte está en
transformar el material ordinario, común, en una nueva forma, componiendo una
síntesis inédita entre forma y contenido, en la que están cristalizadas las
funciones psicológicas superiores utilizadas y que pasarán del nivel
individual, es decir, del artista que trabajó en la obra, más allá de la
emoción inspiradora, al nivel social, proceso posible a través de la catarsis,
la transformación de la emoción en sentimiento. Del mismo modo, la fruición del
arte debe rehacer, acompañar, este movimiento creativo.
Vygotski
y la psicología del arte: objeto y método
Cabe a la psicología
del arte, revelar las características del acto creador y creativo revelando la
estructura de la obra artística. Eso porque,
Por sí solo, ni el sentimiento más sincero es capaz de crear arte.
Por eso, no sólo le falta técnica y maestría, porque ni siquiera el sentimiento
expresado en la técnica puede jamás producir una obra lírica o una sinfonía;
para ambas cosas sigue siendo necesario el acto creador de la superación de
este sentimiento, de su solución, de la victoria sobre él, y sólo entonces
aparece ese acto, sólo entonces el arte se hace realidad. He aquí, la
percepción del arte también requiere creación, porque para esta percepción no
basta simplemente experimentar sinceramente el sentimiento que dominaba al
autor, no basta comprender la estructura de la obra misma: también es necesario
superar creativamente su propio sentimiento, hallar su catarsis, y sólo así el
efecto del arte se manifestará en su plenitud. (Vygotsky, 1999, pág. 314)
De acuerdo a los
aportes de Vygotski (1999), podemos considerar que la psicología del objeto del
arte se refiere al análisis de la estructura de la obra de arte, buscando
aprehender las funciones psicológicas típicamente humanas, incluido el
sentimiento que la obra suscita. Vygotski (1999) llama a la investigación de la
psicología del arte un método analítico objetivo a través de la estructura de
la obra, con miras a lo típicamente humano, cristalizado en el objeto cultural
creado. La psicología del arte revelaría entonces las funciones psicológicas
puestas en marcha por la estructura de la obra, demostrando así las leyes de
funcionamiento de la respuesta estética en el psiquismo, así como las
transformaciones provocadas en el individuo. Así, podemos pensar que la
psicología del arte parece tener dos objetivos esenciales: a) revelar la
experiencia psicológica a la que apunta la obra de arte y, b) explicar las
consecuencias de la respuesta estética en el psiquismo humano.
De
acuerdo con la fundamentación filosófica y las concepciones del arte contenidas
en Vygotski (1999), podemos entender que, para el autor, la estructura de la
obra de arte se compone de contenido y forma. El contenido en el arte es lo material,
aprehendido desde condiciones objetivas, es decir, desde las relaciones
sociales de una determinada sociedad que son transformadas por las leyes de la
estética. En otras palabras, este contenido objetivo se somete a una forma
artística, a una composición que luego se llama trama. Sin embargo, el vínculo
con la realidad sigue siendo no idéntico a ella. Así, la forma concierne al
arreglo, a la composición de la obra de arte, mientras que el contenido, o el
material, la constituye; sin embargo, no para sumar, sino para componer una
unidad contradictoria entre forma y contenido. Esta unidad es la estructura de
una obra artística.
En
oposición a las teorías psicológicas que hasta entonces se habían ocupado de
aspectos del arte, partiendo ahora del espectador, ahora del artista, Vygotski
(1999) encuentra en la estructura de la obra de arte misma el objeto de la
psicología del arte. Este objeto se basa en la idea de que el arte no es el
resultado de un solo hombre (usuario o artista), sino de la historia humana. De
esta forma, la obra misma puede revelar las características fijadas en ella,
así como la psicología que la encuadra.
Con
esto, el autor niega las tendencias subjetivistas de entender el arte como un
producto de las profundidades psíquicas del hombre/artista, o como un estímulo
para la percepción que genera una respuesta como cualquier otra; niega, pues,
las tendencias psicológicas de la época respecto al arte, superándolas, al
afirmar que el arte es un producto de la humanidad y expresa la síntesis entre
forma y contenido, por lo que el análisis de esta unidad revela la psicología
de la obra de arte. Al tratar de la estructura de la narración de un cuento,
señala que:
Es sumamente útil distinguir, como hacen algunos autores, el
esquema de construcción estático de la narración, como una especie de anatomía
de esta narración, del esquema dinámico de su composición, como una especie de
su fisiología. Ya hemos aclarado que cada narración tiene su estructura
específica, distinta de la estructura del material en el que se basa. Pero es
claro que cada procedimiento poético para dar forma al material es racional o
dirigido; se introduce con algún propósito, tiene alguna función a ejercer en
la narración como un todo. Y he aquí, el estudio de la teleología del
procedimiento, es decir, la función de cada elemento estilístico, la dirección
racional y el significado teleológico de cada componente, explica la poderosa
vida de la narración y transforma su construcción muerta en un organismo vivo.
(Vygotsky, 1999, p. 182)
Para analizar las
estructuras de las obras de arte, Vygotski prestó más atención a la literatura,
pero también hizo consideraciones sobre la música, las artes plásticas y la
arquitectura, destacando que tienen algo en común: la contradicción entre
contenido y forma. Contenido y
material aparecen como sinónimos a lo largo del libro Psicologia del Arte (Vigotski, 1999). Usaremos los ejemplos de
análisis literario realizados en este libro para expresar el pensamiento del
autor. Como puede verse en el siguiente fragmento, el contenido puede
entenderse como la realidad inmediata, las situaciones de la vida cotidiana que
sirven de base para la elaboración artística:
por material debemos entender todo lo que el poeta usó como ya
listo: las relaciones cotidianas, las historias, los casos, el entorno, los
personajes, todo lo que existía antes de la narración y puede existir fuera e
independientemente de ella, si alguien la narra usando sus propias palabras
para reproducirlo de manera inteligible y coherente. (Vygotsky, 1999, pág. 177)
La forma es la disposición de este material según las leyes de la
construcción estética. La forma se apropia de la materia, de lo que aporta a la
realidad, negándola y transformándola en algo nuevo, una realidad que no es
inmediata.
En esta interpretación, la forma es lo que menos recuerda a una
envoltura externa, una especie de cáscara con la que se recubre la fruta. Por
el contrario, la forma se manifiesta aquí como principio activo de elaboración
y superación de la materia en sus cualidades más triviales y elementales.
(Vygotsky, 1999, pág. 177)
Con esto, el autor
demuestra que el contenido representa relaciones cotidianas de forma lineal,
mientras que la forma representa saltos, curvas y digresiones, produciendo algo
completamente nuevo más allá de la materia. En esto se evidencia la concepción
de oposición entre estos dos elementos y no de armonía.
Parece que hemos llegado a la conclusión de que en una obra de
arte subyace siempre cierta contradicción, cierta incompatibilidad interna
entre materia y forma, que el autor elige, como a propósito, una materia
difícil y resistente, que con sus propiedades resiste todo esfuerzo del autor
en el sentido de decir lo que quiere... Y ese aspecto formal del que el autor
cubre este material no pretende revelar las propiedades contenidas en el
material mismo... sino precisamente lo contrario: se pretende superar estas
propiedades, hacer que lo horrible hable el lenguaje del aliento ligero, el
sedimento de la vida en un eco interminable como el viento frío de la
primavera. (Vygotsky, 1999, p. 199)
La
contradicción entre forma y contenido es el fundamento de la respuesta estética
En esta contradicción
se expresan emociones antagónicas que se revelan en la obra; descubrir este
movimiento y su intención es tarea de la psicología del arte. Así, podemos
entender que revelar la estructura psicológica de una obra es revelar los
recursos estilísticos que expresa la oposición entre forma y contenido, de modo
que la síntesis objetiva es un sentimiento, u otras características humanas,
que pueden tener una intencionalidad deliberada. Esta contradicción entre forma
y contenido se resuelve en la culminación de la obra, en el punto en que el
conflicto, por incorporación y negación, se supera en una nueva unidad que
puede ser representada por el desenlace de una tragedia, un héroe, un tono en
la música o una mínima pincelada que da vida al cuadro.
¿Qué trae de vuelta el héroe trágico? Es evidente que en cada momento dado une ambos planos y
es la unidad suprema permanentemente dada de la contradicción que sirve de base
a la tragedia. Ya hemos indicado que toda tragedia se constituye siempre
desde el punto de vista del héroe; por tanto, él es la fuerza que une las dos
corrientes opuestas, una fuerza que une siempre los dos sentimientos opuestos
en una experiencia atribuida al héroe. (Vygotsky, 1999, pág. 244)
La superación de la
contradicción se encuentra en la obra misma. Podemos entender que la obra, al
posibilitar la catarsis, eleva las emociones antagónicas a la condición de
sentir, en el sentido de ser social, intencional y universal, desde la
perspectiva del ser humano. En el individuo puede provocar un salto cualitativo
en la organización psicológica, ya que la estructura artística suscita
emociones dialécticamente antagónicas, expresando la oposición entre forma y
contenido, superada a través del proceso de catarsis, que promueve la
transformación de estas emociones. Según Vygotski (1999) la propia obra de arte
debe ofrecer en su estructura las condiciones para la catarsis, es decir, para
la superación de las emociones conflictivas trabajadas en la obra. La catarsis,
en este sentido, se refiere a la transformación de las emociones despertadas en
un nuevo sentimiento.
Leóntiev,
en el prefacio del libro en español (Vygotsky, 1972, p. 11), escribe que, al
referirse a la catarsis, Vygotski parece usar palabras o conceptos que no son
genuinamente suyos o marxistas. El mismo Vygotski (1999) admite utilizar el
término catarsis a falta de uno mejor, pero busca aclarar que la intención con
el término en cuestión es expresar la superación de emociones contrapuestas, y
la transformación de éstas en algo nuevo, como una síntesis dialéctica. En esta
línea de pensamiento, sostiene que:
Pero a pesar de la imprecisión de su contenido y de la manifiesta
negativa a intentar aclarar su significado en el texto de Aristóteles,
suponemos todavía que ningún otro término, entre los empleados hasta ahora en
psicología, traduce con tanta plenitud y claridad el hecho, central de la
reacción estética, de que las emociones angustiosas y desagradables están
sujetas a una cierta descarga, a su destrucción y transformación en opuestos, y
que la reacción estética como tal se reduce, en esencia, a esta catarsis, es
decir, a la compleja transformación de los sentimientos. (Vygotsky, 1999,
p.270)
Consideraciones
finales
Por lo expuesto,
podemos decir que el arte no desencadena una acción, un comportamiento, sino
una transformación de emociones determinadas por la estructura de la obra; y
que, tomando la psique como una unidad, podemos entender que tal transformación
no se restringe a aspectos de la emoción, sino a la totalidad del
funcionamiento psicológico:
El arte es más bien una organización de nuestro comportamiento con
vistas al futuro, una orientación hacia el futuro, una exigencia que tal vez
nunca llegue a realizarse, pero que nos lleva a aspirar por encima de nuestra
vida a lo que hay detrás de ella. (Vygotsky, 1999, p.320)
El autor revela que
la ley de la reacción estética, la estructura de la obra de arte, contiene
emociones antagónicas que son superadas en un punto culminante de la propia
obra, provocando la catarsis, es decir, la transformación de las emociones.
Podemos entender que esta transformación está relacionada con la elevación de
las emociones, u otras funciones mentales, al nivel consciente, social y
universal. Al estudiar el arte literario, analizar obras de Krílov y Hamlet,
artículos y notas de revistas, Vygotski (1999) expone la catarsis como una
contradicción afectiva.
También
podemos considerar que la catarsis, además de acumular energía y preparar al
individuo para acciones posteriores, contribuye a que la experiencia artística
tenga una función organizadora de la conducta, es decir, posibilita un proceso
de generalización que amplía el dominio del sujeto sobre sí mismo y el mundo.
Con respecto a la organización psicológica que provoca el arte, Schühli (2011,
p. 139) sostiene que, desde la perspectiva vygotskiana, el arte debe ser
considerado en su capacidad de organizar la conducta. Entre otros elementos, la
catarsis puede entenderse “como un cortocircuito emocional surgido de las
contradicciones construidas por la estructura de la obra”. Tal cortocircuito
permite la superación de las emociones depositadas en la obra, “lo que puede
conducir incluso al descubrimiento y profundización de los sentimientos, y no
sólo a la propagación cuantitativa de los sentimientos del autor”.
Evaluamos
que, cuando Vygotski escribió Psicología
del arte (1999), las teorías sobre la formación social de la psique y el
desarrollo humano aún no estaban completamente elaboradas. Así, las
contribuciones del arte al desarrollo general de la psique no se aclaran en
este libro. Sin embargo, subsidiados por la concepción dialéctica y por las
pistas que deja el libro, concluimos que la obra de arte, como instrumento
cultural, por su estructura específica y los procesos creativos y catárticos
involucrados tanto en la producción como en la fruición, puede dar lugar a una
nueva organización psíquica.
Vygotski
(1999) se refiere a la transformación de la emoción que suscitaría el arte. Sin
embargo, por la concepción de emoción que Machado et al. (2011) presentan,
entendemos que su transformación también provoca avances en otras funciones
psicológicas superiores, como, por ejemplo, el pensamiento verbal. Esto porque
el arte también opera a través de signos y significados, especialmente la
literatura, que son los principales mediadores, agentes, entre lo social y lo
psíquico, componentes y organizadores de la conciencia. Por tanto, la
apropiación de la obra de arte suscita transformaciones cualitativas en la
totalidad del ser, cambiando, por ejemplo, las funciones de percepción y
conciencia de sí mismo y del mundo.
Concluimos
que el arte tiene una estructura específica, a diferencia de otros objetos
culturales, como la filosofía y la ciencia, aunque también opera con signos y
significados. Se diferencia por tratar intencionalmente y por poner en
movimiento, sobre todo, emociones y sentimientos, objetivados en las obras,
cuya apropiación puede provocar transformaciones tanto para funciones
psicológicas específicas como para la conciencia. De esta forma, la obra de
arte, por su estructura específica y su condición de objeto cultural, puede
traer una nueva organización psíquica al individuo, considerando que brinda una
oportunidad para la experiencia indirecta de emociones, sentimientos y
relaciones sociales.
Referencias
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e arte: uma leitura histórico-cultural da igura humana. Maringa: Eduem.
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para si: contribuição a uma teoria histórico-social da formação do indivíduo.
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Leontiev, A. L. (2004). Desenvolvimento
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Barroco, S. M. S. (2011). Teoria das emoções em Vigotski. Psicologia em
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Marx, K. (2003). Manuscritos
Econômicos-Filosóicos. São Paulo: Martin Claret.
Prestes, Z. (2010). Quando não é
quase a mesma coisa: análise das traduções de Lev Seminovicht Vigostki no
Brasil repercussões no campo educacional. Tese de Doutorado, Faculdade de
Educação, Programa de Pós-Graduação em Educação, Universidade de Brasília,
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Schühli, V. M. (2011). A dimensão
formativa da arte no processo de constituição da individualidade para-si: a
catarse como categoria psicológica mediadora segundo Vigotski e Lukács.
Dissertação de Mestrado, Setor de Ciências Humanas, Letras e Artes,
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Toassa, G. (2006). Conceito de
consciência em Vigotski. Psicologia USP, 17(2), 59-83.
Vigotski, L. S. (1998). La
imaginación e la arte en la infancia. Madri: Akal.
Vigotski, L. S. (1999). Psicologia da
Arte. São Paulo: Martins Fontes.
Vigotski, L. S. (2004). Teoria e
Método em Psicologia. São Paulo: Martins Fontes.
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