LAS RAÍCES
MARXISTAS DEL PENSAMIENTO DE VYGOTSKI: CONTRIBUCIONES
TEÓRICAS PARA LA
PSICOLOGÍA HISTÓRICO-CULTURAL
Fernando Dala Santa y Vivian Baroni
Kínesis,
Vol. VI, n° 12, 2014, p.1-16
https://www.marilia.unesp.br/Home/RevistasEletronicas/Kinesis/1_fernandoevivian.pdf
Traducción:
Efraín Aguilar
1. Consideraciones
iniciales
Al analizar el pensamiento de un
autor, es imposible desvincularlo del contexto en el que se insertó, ni
eximirlo de la influencia intelectual que lo constituye. Al referirse a una
figura única como Vygotski, es necesario mantener como horizonte la coyuntura intelectual
y sociopolítica a la que se vincula, so pena de cometer errores imperdonables.
De esta manera, consideramos fundamental una reflexión sobre los aportes
marxistas a las investigaciones desarrolladas dentro de la Teoría
Histórico-Cultural, en especial las emprendidas por Vygotski.
La filosofía de
Marx y Engels, al revertir el modelo dialéctico hegeliano, estableciendo las
condiciones materiales de existencia como causas del desarrollo histórico y ya
no como ideas, permitió un giro en la investigación antropológica, allanando el
camino para el estudio de los fenómenos psicológicos. Vygotski, tanto por su
ubicación espacio-temporal (en Rusia en los primeros años de la revolución
bolchevique) como por su formación intelectual, estuvo profundamente influenciado
por las ideas de Marx, revelando sus inclinaciones a lo largo de las
investigaciones que llevó a cabo.
Vygotski no fue
un teórico del marxismo, sino un pensador marxista. Esta sutil diferencia
representa un factor determinante dentro de su configuración intelectual, en la
medida en que el pensamiento marxista representaba el sustrato teórico sobre el
que Vygotski construía su psicología, pero no los límites a los que se
circunscribía. El materialismo histórico-dialéctico, entendido como el método
más coherente de lectura de la realidad en su desarrollo histórico, representó
para Vygotski una importante herramienta en la tarea de establecer un modelo
científico para el estudio de los fenómenos psíquicos.
La proximidad
entre el marxismo y las concepciones surgidas de la teoría histórico-cultural
puede comprobarse a través de la discusión sobre el concepto de trabajo,
abordado por Marx y Engels y que fue retomado por Vygotski a partir de la idea
de mediación. La acción consciente del hombre sobre el mundo, mediada por el
uso de instrumentos, representó el paso decisivo hacia la génesis del carácter
genuinamente humano del hombre. Vygotski extendió esta concepción de la
mediación al uso de los signos, que, como herramientas, son creados por las
sociedades, actuando como transformadores de la realidad sociocultural. La
transmisión de la cultura, tanto en lo que se refiere a la esfera de las
herramientas materiales como a los elementos lingüísticos y
estético-culturales, representa el factor decisivo en el desarrollo humano, de
lo que se puede inferir la importancia del problema educativo para comprender
el pensamiento vygotskiano.
Sin embargo,
varias décadas después de la muerte de Vygotski, un número considerable de
investigadores se esfuerzan (sin legitimidad alguna) por desvincular sus
teorías de la innegable influencia que ejercía el pensamiento marxista, al
mismo tiempo que pretenden acercarlo a corrientes de pensamiento incompatibles
con su perspectivas y convicciones teóricas. La sustitución de lo que
efectivamente escribió Vygotski por reinterpretaciones y ediciones resumidas o
censuradas (DUARTE, 2000a), solo
facilita la aceptación de la paradójica situación de enfatizar la investigación
de un pensador soviético en el ámbito del capitalismo globalizado. Esta
iniciativa sumamente sesgada revela no sólo un profundo desconocimiento en
relación con el marxismo y, en consecuencia, el prejuicio generado por la
asociación precipitada y frívola con los abusos cometidos por las
tergiversaciones emprendidas en nombre del “socialismo real”; pero también
falta de respeto por la propia teoría de Vygotski.
2. Caracterización
general del marxismo1 y el problema de la distorsión de
sus princípios básicos
1 Término que designa el
pensamiento de Karl Marx y su principal colaborador, Friedrich Engels. A pesar
de sea una tradición sincrética que fomente diferentes interpretaciones y
líneas de acción, en este texto siempre que usemos el término marxismo estaremos
aludiendo directamente al pensamiento de Marx.
El pensamiento filosófico de
Marx, que no se restringe a la filosofía sino que abarca,
sobre todo, los campos de la historia, la ciencia política y la economía (JAPIASSÚ & MARCONDES, 2006, p. 224),
se desarrolló a partir de la crítica a la filosofía de Hegel y a la
racionalista tradición, cuyas concepciones entendían las ideas no como
representaciones abstractas de una realidad concreta, sino como la realidad
misma. Sin embargo, el gran aporte de la filosofía de Hegel al pensamiento de
Marx fue el método dialéctico. La dialéctica hegeliana representa el movimiento
racional que permite la superación de una determinada contradicción, en la que
cada paso niega y supera al anterior en un proceso continuo. De este modo, a
una tesis (un determinado estado de cosas) se opone una antítesis (negación de
la etapa inicial), cuyo resultado es la síntesis, que lleva elementos de las
dos instancias anteriores, y que se transmuta en una nueva tesis, dando
continuidad al proceso. Para el idealismo hegeliano, la historia podría
concebirse como una sucesión de momentos, realizada sólo por oposición al
momento precedente en una marcha continua de la razón, y el sujeto histórico es
abstracto, es el “sujeto en sí”.
Sin embargo,
este modelo de análisis de la realidad no fue capaz de abarcar las instancias
concretas de la vida social, quedando limitado al dominio de las ideas. Marx
toma como propio el modelo dialéctico, invirtiendo, sin embargo, su estructura
al establecer que las causas del desarrollo histórico fueron materiales, es
decir, sociales, económicas y productivas. Marx desarrolla la concepción
pragmática de que la existencia determina la conciencia, del mismo modo que
supera el determinismo subyacente en el materialismo tradicional de Feuerbach,
que también había influido en su pensamiento. Establece lo que él llama
“naturalismo o humanismo consecuente” que se diferencia tanto del idealismo
como del materialismo, “constituyendo al mismo tiempo su verdad unificadora” (MARX, 2006, p. 182).
Este método de análisis de la realidad, basado en un constante devenir cuyas
raíces son las condiciones materiales de existencia, se denominó
convencionalmente materialismo histórico-dialéctico: la sociedad se estructura
a partir de las relaciones económicas correspondientes a cada período
histórico, cuya evolución se desarrolla dialécticamente. Tal concepción de la
historia implica la necesidad de una reformulación radical de las perspectivas
socialistas, que aún carecen de base científica. Marx critica el socialismo
utópico de Proudhon – que creía en una evolución espontánea de la sociedad –
oponiéndose a la idea de que la eficacia del socialismo dependería de la acción
decisiva del proletariado como clase revolucionaria: el proletariado es el
corazón de la emancipación (MARX, 2006, p. 59).
El motor de la
historia sería por tanto la lucha de clases, es decir, la historia se mueve a
través del antagonismo entre las clases sociales de cada período histórico. La
transición de un modo de producción2 a otro sucede cuando el nivel
de desarrollo de las fuerzas productivas entra en contradicción con las
relaciones sociales de producción. Este fue el caso del sistema esclavista, con
la oposición entre amos y esclavos; en el feudalismo entre señores feudales y
siervos y en el capitalismo entre burguesía y proletariado. Según Marx, el
capitalismo, por sus propias contradicciones, generadas dentro de su
organización, inevitablemente colapsaría, dando lugar a una etapa intermedia,
la “dictadura del proletariado”, sustituida luego por el comunismo, en cuya
organización no habría clases sociales ni el Estado, suprimiéndose la propiedad
privada de los medios de producción. El comunismo representaría el momento
histórico en el que el trabajo podría resurgir como elemento emancipador en el
que el hombre se autoproduce a través de su acción libre y consciente sobre la
realidad.
2 Modo de producción es la forma
en que se organiza la producción material.
Sin embargo, las distorsiones,
los malentendidos o simplemente el desconocimiento de los conceptos
fundamentales del marxismo acaban erigiendo una barrera aparentemente
indeleble, cuya transposición se hace necesaria para una aprehensión teórica
coherente y libre de prejuicios.3 El primer gran error, y quizás el
más extendido, se refiere a la interpretación errónea del “materialismo” de
Marx, que se manifiesta bajo el alegato de que, para el marxismo, la suprema
motivación psicológica del hombre sería la satisfacción de sus necesidades
materiales básicas; descuidando el valor del individuo al negar sus instancias
culturales, espirituales y estéticas, convirtiéndolo, finalmente, en un
autómata sin personalidad. Fromm (1979, p. 15) señala que la imagen popular del
materialismo marxista, de su tendencia
anti-espiritual y deseo de uniformidad y subordinación es completamente falsa:
“La meta de Marx era la emancipación espiritual del hombre, su liberación de
las cadenas del determinismo económico, su reintegración como ser humano, su
capacidad de encontrar la unidad y la armonía con sus semejantes y con la
naturaleza”.
3 A pesar de las críticas que
recibió Marx, el desconocimiento sobre su obra era tan grande en Occidente que
la primera versión en inglés de Philosophical Economic Manuscripts, su
principal obra filosófica, fue publicado solo en 1959, a partir de una traducción
al ruso.
Paralelamente a esta estrecha
interpretación del materialismo marxista, aparece la contradictoria crítica al
carácter utópico del socialismo, que no reconocería el deseo de ganancias
materiales o la posibilidad de “ascensión social” como los únicos incentivos efectivos para que el hombre trabaje. En
efecto, se acusa al marxismo, desde el mismo punto de vista, a veces de ser
excesivamente materialista, a veces de ser ingenuamente utópico. Es decir, las
razones que llevan a considerar que la concepción de la historia
intrínsecamente ligada a las cuestiones materiales de la existencia es
incompatible con la tradición religiosa y espiritual de Occidente, son
paradójicamente las mismas que se utilizan para sostener que el sistema
capitalista corresponde a la naturaleza humana (centrado en la búsqueda de
ganancias materiales), y que, por lo tanto, el capitalismo es superior al
socialismo “visionario” (FROMM, 1979, p.16).
Otra razón
central del problema de las interpretaciones erróneas del marxismo, sin duda,
se debe a las tergiversaciones que ocurrieron en los países socialistas, que
intentaron convencer al mundo de que sus prácticas correspondían fielmente a
las teorías de Marx. Sin embargo, contrariamente al sistema previsto por Marx,
el “socialismo real” no liberó al hombre de las cadenas del determinismo
económico, ni lo hizo superar la alienación, sino que lo sometió a un Estado
centralizado y burocratizado. La dictadura del proletariado en realidad resultó
ser una dictadura rígida sobre el proletariado y la explotación del hombre por
el hombre fue sustituida por la explotación del hombre por el Estado. Por lo
tanto, la asociación directa y frívola de Marx con los abusos cometidos en los
países “comunistas” no puede sostenerse racionalmente, ya que lo que se vio en
estas naciones no se parece en nada a la esencia del marxismo. Es posible decir
que el socialismo real, por sus contradicciones, no fue más que una peor
versión del capitalismo.
3. La herencia
marxista de Vygotski: el método dialéctico
Liev Siemiónovich Vygotski
completó sus estudios universitarios en derecho, filosofía e historia y, aunque
nunca recibió una educación formal en psicología, forjó, junto a los psicólogos
rusos Aleksandr Luria y Alexéi Leóntiev, una de las teorías psicológicas más
fértiles y paradigmáticas. Los estudios de Vygotski sin duda estuvieron a la
vanguardia de la investigación en psicología, con el objetivo de analizar los
procesos de transformación del desarrollo humano en sus dimensiones
filogenética, ontogenética e histórico-cultural. Rivière (1985, p. 11) afirma
que el pensamiento de Vygotski fue tan revolucionario que en algunos aspectos
aún mantiene su actualidad, mientras que en otros incluso se adelanta a nuestro
tiempo.
Los estudios de
Vygotski están impregnados de elementos del marxismo, sin embargo, nada sería
más erróneo que enmarcarlo entre sus teóricos ideológicos. La relación
establecida entre Vygotski y la teoría marxista, elevada a la posición de
elemento rector de todo el pensamiento soviético, nunca tomó la forma de una
adecuación intelectual.
Vygotski fue,
ante todo, un pensador marxista, es decir, utilizó los principios marxistas
como elementos de análisis de la realidad, sin dejarse seducir nunca por la
pretensión dogmática de subordinar toda la realidad a estos principios. Rivière
(1985, p. 16) señala que la familiaridad de Vygotski con la dialéctica como
método, así como con los fundamentos esenciales del pensamiento marxista, le
impidió desarrollar una actitud reverencial como la impuesta por el
estalinismo.
Vygotski
emprendió su relación con el marxismo a partir del contacto con los textos de
Hegel, Marx y Engels, ocurrido incluso antes de iniciar sus estudios
universitarios. Es posible inferir, de esto, que Vygotski vio en el marxismo
una herramienta de pensamiento, un subsidio indispensable en la composición de
sus teorías. Estableció, como Marx, al hombre como ser histórico, sujeto activo
en la construcción de sí mismo y de su propia historia, negando el dogma
estalinista del hombre como producto de las circunstancias. Esta perspectiva
apuntó a establecer un modelo de investigación psicológica centrado en un
estatuto científico, que, sin embargo, no se limitó a formatear la
investigación empírica en el universo de los principios marxistas; “contrario
al estereotipo de los intelectuales soviéticos que se apresuran a hacer sus
teorías de acuerdo a la última interpretación del marxismo elaborada por el
Politburó”4 (COLE & SCRIBNER, 1991, pág. 7).
4 Del ruso Politícheskie Biuró
(Oficina Política), representante del comité ejecutivo del Partido Comunista en
la URSS.
La efervescencia científica
observada en los años posteriores a la revolución rusa estuvo presente en el
ámbito de la psicología soviética a través de la relación antagónica entre
distintas escuelas, cuyas explicaciones siempre representaron aportes parciales
al estudio de los fenómenos psicológicos. Vygotski creía que ninguna de las
escuelas de psicología existentes, por sus propias limitaciones
teórico-metodológicas, sería capaz de abarcar la complejidad de elementos que
se ponen en juego en los estudios psicológicos y, por ello, sus investigaciones
buscaron formular una síntesis de concepciones antagónicas desde nuevas bases
teóricas. Los conductistas5 y los gestaltistas6
dividieron la psicología en dos esferas aparentemente irreconciliables, una
rama con características de “ciencia natural” que podría explicar los procesos
sensoriales y reflejos elementales, y otra con características de “ciencia
mental”, que describiría las propiedades emergentes de los procesos psicológicos
superiores. Lo que Vygotski buscaba era un enfoque integral que permitiera la
descripción y explicación de las funciones psicológicas superiores, en términos
aceptables para las ciencias naturales (COLE & SCRIBNER, 1991, p. 6).
5 El conductismo es el método
psicológico experimental que consiste en realizar estudios científicos en
hombres y animales, limitándose a la investigación de su comportamiento en
respuesta a un estímulo externo, extrayendo de allí las leyes que los unen, sin
ninguna referencia a la conciencia (JAPIASSÚ & MARCONDES, 2006, pág. 28).
6 La teoría de la Gestalt (del
alemán Gestalttheorie, teoría de la forma) es un principio psicológico según el
cual percibimos siempre un conjunto de elementos. Por ejemplo, cuando vemos
algo, vemos al mismo tiempo cierta forma, cierto color, cierta distancia. A
este conjunto percibido como un todo organizado, lo llamamos forma, cuyo
significado representa una configuración, estructuración u organización
(JAPIASSÚ & MARCONDES, 2006, pág. 121).
Vygotski afirmó que la corriente
“reflexóloga”, cuyas concepciones aparentemente excluían los aspectos
psíquicos, condujo a un materialismo puro y por ende al foco implícito de un
idealismo dualista en el ámbito general del problema de las relaciones entre
mente y materia. Creía, sin embargo, que era posible estudiar las funciones
psicológicas superiores sin salir de los límites de la reflexología, siempre
que se partiera de la idea de la conciencia como mecanismo reflejo de
transmisión (RIVIÈRE, 1985, p. 27).
Para la
construcción de una psicología verdaderamente científica, “Vygotski entendió
que era necesaria una teoría que mediara entre el materialismo dialéctico, como
filosofía del más alto grado de alcance y universalidad, y los estudios sobre
fenómenos psíquicos concretos” (DUARTE, 2000b, p. 80).
Así, con base en el método dialéctico, Vygotski pretendió identificar los
cambios cualitativos en el comportamiento que ocurren en el curso del
desarrollo biológico y la relación que establece con el contexto social, teniendo
su atención enfocada en el estudio de las funciones psicológicas superiores,
típicas de la especie humana. En palabras de Rivière (1985, p. 16), la
dialéctica no era para Vygotski un dogma o un catecismo, sino simplemente la
estructura misma de su modo de pensar, casi tan natural como respirar, tanto
que comprender un problema significaba situarlo en su génesis dialéctica.
Vygotski expone
su intención hacia la doctrina de Marx en sus cuadernos inéditos, demostrando
la autonomía intelectual que caracterizaría su fecunda producción:
“No quiero descubrir la
naturaleza de la mente haciendo una compilación de innumerables citas. Lo que
quiero es, una vez que haya aprendido todo el método de Marx, saber cómo la
ciencia tiene que estar diseñada para abordar el estudio de la mente” (apud COLE & SCRIBNER, 1991, pág. 9).
La adopción manifiesta y consciente del marxismo como sustrato teórico no
impidió que Vygotski recogiera elementos de otras corrientes psicológicas. La
psicología científica de Vygotski presuponía una crítica al reduccionismo de
los estudios psíquicos a categorías marxistas cristalizadas; sin embargo, su
crítica también recae sobre los intentos de utilizar el marxismo en teorías
psicológicas que le eran ajenas, y,
[...]
contrariamente a quienes actualmente identifican como dogmatismo la adopción
firme y explícita de una corriente teórica y, en consecuencia, identifican como
apertura mental la ausencia de una posición firme y explícita, Vygotski
entendió esa claridad respecto a los centros fundamentales del marxismo, y la
firme adopción de estos fundamentos es lo que podría permitir que los
psicólogos marxistas no se cierren a cuestiones formuladas por corrientes de
psicología no marxistas (DUARTE, 2000b, p. 81).
A pesar de la indiscutible influencia
de Marx en el pensamiento de Vygotski, el hecho de que rara vez se lo mencione
directamente en sus obras más conocidas sirve de subterfugio para quienes
pretenden desvincularlo de cualquier rastro de tendencia marxista. Lo hacen
tratando primero de separar la obra de Vygotski de la de Leóntiev, imputando a
este último la etiqueta de un mero “repetidor del discurso oficial, alguien que
cedió a las presiones de los 'guardianes ideológicos' del marxismo soviético” (DUARTE, 2000a, pág.
163). Señalan erróneamente la inclinación de Leóntiev hacia una supuesta
dicotomía marxista entre lenguaje y trabajo, aunque tal separación no existe
tanto en Marx como en Leóntiev y Vygotski, quienes desarrollaron su trabajo
dentro de la misma corriente de la psicología, sustentados en fundamentos
filosóficos marxistas.
Sin embargo,
cualquier lector con un conocimiento elemental de los principios filosóficos
del marxismo podrá percibirlos perfectamente integrados con las doctrinas
expresadas por la psicología histórico-cultural. Así, resulta realmente extraño
que tantos investigadores se esfuercen en vincular a Vygotski con corrientes de
pensamiento que le resultan tan extrañas (alejándolo, por tanto, del marxismo),
desvirtuando por completo su línea de investigación y convirtiendo su profunda
teoría en algo sumamente simplista y directo. Tal iniciativa pretende resumir
la teoría de Vygotski al énfasis en los signos, acercándola a las concepciones
posestructuralistas que reducen todo al choque de discursos (DUARTE, 2000a, 164).
4. El trabajo en
la perspectiva marxista y su relación con los conceptos vygotskianos de actividad
y mediación
De hecho, no fue solo el método
marxista lo que influyó en la investigación de Vygotski, sino también algunos
de sus conceptos. Podemos tomar como ejemplo la discusión sobre el trabajo
presente en Marx y Engels y que fue retomada y desarrollada por Vygotski. En el
marxismo, el trabajo aparece bajo dos formas, que conducen a resultados
diametralmente opuestos, a saber, como actividad esencial del ser humano y como
promotor de la alienación. Engels (1999, p. 04) identifica el trabajo como la
condición básica y fundamental de toda
vida humana, hasta el punto de que es posible decir que el trabajo creó al
hombre mismo. Análogamente, Marx (2006, p. 117) concibe el trabajo como una
“actividad vital”, considerando que la vida productiva es la vida genérica del
hombre: mientras que el animal se identifica fácilmente con su actividad, como
actividad propia; el hombre “hace de la actividad vital el objeto de la
voluntad y la conciencia. Tiene una actividad vital lúcida”. Por tanto, según
Duarte (2004, p. 47), es posible afirmar que el hombre actúa libremente en la
medida que los procesos sociales son el resultado de decisiones colectivas y
conscientes.
Y es
precisamente en la acción sobre el mundo objetivo que el hombre se manifiesta
como un verdadero ser genérico (MARX, 2006, p. 117),
es decir, la naturaleza se le aparece al hombre como su imagen consustanciada a
través del trabajo (objetos, herramientas, lenguaje, costumbres). ). En
palabras de Fromm (1979, p. 35), para Marx “La historia es la historia de la
autorrealización del hombre; no es más que la autocreación del hombre a través
de su propio trabajo y producción”. Mediante su intervención en la naturaleza,
creando medios para satisfacer sus necesidades, el hombre se distanció de los
animales (cuya relación con la naturaleza es directa e inmediata),
constituyéndose como tal a través del trabajo. Los procesos dialécticos que
diferencian a los hombres de los animales son, por tanto, aquellos capaces de
producir historicidad: para el marxismo, el trabajo como instrumento mediador
entre el hombre y la naturaleza es la génesis de la historia.
Sin embargo, el
trabajo enajenado subvierte esta relación, ya que el hombre, cuando deja de ser
propietario del fruto de su propio trabajo (la enajenación del trabajador en su
objeto), y también de la actividad misma, en cuanto que durante la jornada
laboral no es dueño de sí mismo (alienación del proceso de producción), termina
por no reconocerse ni afirmarse a través de lo que produce, dejando de ser
actor de su propia historia. La alienación lleva al ser genérico del hombre a
convertirse en instrumento de su supervivencia, haciéndole perder la esencia de
lo que lo diferencia de los animales, en la medida que abandona su actividad
vital consciente.
Vygotski, por su
parte, entendió que la actividad no era simplemente una respuesta o reflejo,
sino que implicaba un componente de transformación del entorno a través de los
instrumentos. En el curso de la historia, las aptitudes, el conocimiento y el
conocimiento práctico del hombre se plasmaron en sus logros (materiales,
intelectuales, estéticos) (LEONTIEV, 1978, p. 265).
De esta forma, el hombre se relaciona con la realidad que lo rodea a través del
conocimiento construido por las generaciones que le precedieron, es decir,
mediado por los instrumentos materiales y simbólicos presentes en la cultura.
En efecto, el concepto de actividad estaba íntimamente ligado al concepto de
mediación (RIVIÈRE, 1985, p. 41).
El concepto de actividad mediada por instrumentos representa la reanudación de
la idea marxista clásica de que la especialización de las acciones realizadas
utilizando las manos como “herramientas”, trajo al hombre la posibilidad de
ejercer actividades específicamente humanas, ya que “fue el paso decisivo hacia
la transición del mono al hombre” (ENGELS, 1999, p. 05).
Al extender el
concepto de mediación, desde el ámbito de la interacción humano/ambiente a través
de instrumentos, al ámbito del uso de signos, Vygotski actualiza su significado
y al mismo tiempo amplía su alcance. Con respecto a la relación entre lenguaje
y actividad mediada por el uso de instrumentos, Vygotski (1991, p. 27) señala
que el momento decisivo “en el curso del desarrollo intelectual, que da lugar a
formas puramente humanas de inteligencia práctica y abstracta, sucede cuando
habla y actividad práctica convergen, entonces dos líneas de desarrollo
completamente independientes”. Esta conclusión parece muy cercana a la que
llegó Engels al analizar la génesis del lenguaje, en la que la convergencia
entre la acción transformadora del trabajo y las potencialidades generadas por
el desarrollo lingüístico fue decisiva en la constitución del hombre como tal,
reforzando aspectos de sociabilidad. La resolución conjunta de problemas
relacionados con la supervivencia del grupo, a través del trabajo colectivo,
presuponía la posibilidad de intercomunicación, generando un desarrollo que se
configuraría como cultura. Engels (1999, p. 12) afirma que “primero el trabajo,
y después de él y con él la palabra articulada, fueron los dos estímulos
principales bajo cuya influencia el cerebro del mono se transformó gradualmente
en cerebro humano”. Según Duarte (2000a, p. 164), en la concepción marxista, el
lenguaje sólo puede existir como elemento integrante de la práctica social,
producido y reproducido en ella. Así, Vygotski habría tomado las declaraciones
filosóficas de Marx y Engels en términos de hipótesis genéticas concretas,
dándoles legitimidad empírica a través de procedimientos experimentales.
Se ve claramente
en el paralelismo que se establece entre las investigaciones de Vygotski y las
ideas marxistas que el hombre, aunque muy influido por cuestiones biológicas,
es un ser socialmente constituido que se construye conscientemente a sí mismo a
través de su acción sobre la realidad. Según Rivière (1985, p. 41), el sujeto
no está hecho de adentro hacia afuera, no es un reflejo pasivo del entorno ni
un espíritu anterior a sí mismo que entra en contacto con las cosas y las
personas, al contrario, es el resultado de una relación. En palabras de Vygotski
(2000, p.33), el hombre es “la personalidad social = el conjunto de relaciones
sociales, encarnadas en el individuo (funciones psicológicas, construidas por
la estructura social)”.
La idea de
mediación (instrumental y simbólica) estaba intrínsecamente ligada a la génesis
histórico-cultural de las funciones psicológicas superiores, que no sólo tienen
un origen natural, sino sobre todo una historia social (RIVIÈRE, 1985, p. 42).
En última instancia, para Vygotski, el pensamiento psicológico de cada
individuo es parte y resultado de la evolución general de la humanidad, sin
embargo, este desarrollo no se da de forma aislada, sino que presupone
diacrónicamente todo el camino precedente de la historia humana y
sincrónicamente la participación del individuo en la vida de la sociedad (MANACORDA, 1992, p.
324/325). Transcrito al ámbito de la psicopedagogía, la concepción de que la
personalidad y la individualidad crecen a través de la socialización se traduce
en la idea que los niños tienen un potencial cognitivo que trasciende su etapa
intelectual inmediata, es decir, tienen una “zona de desarrollo próximo”.
Desde esta perspectiva,
la educación no puede pensarse únicamente en función del nivel de desarrollo
mental que efectivamente presenta el niño, sino que debe centrarse principalmente
en conocer y estimular su nivel potencial.
Si en la
ideología marxista el trabajo fue decisivo en la transformación del hombre en
un ser histórico, es decir, creador de la historia misma e inseparablemente
ligado a ella, y los modos de producción (en oposición entre los actores de las
relaciones de producción) se suceden en una relación dialéctica, es justo decir
que las concepciones psicológicas de la teoría histórico-cultural, centradas en
principios esenciales del marxismo, nos presentan indicaciones en el sentido de
superar las contradicciones del sistema capitalista, especialmente la alienación
en todas sus formas. El desarrollo de los individuos está condicionado a su
interacción entre sí y con el entorno en el que se desenvuelven, es decir, el
entorno económico y sociocultural se convierte en un factor determinante:
cuanto más pobre es el universo simbólico de un individuo, menores son las
posibilidades de un pleno desarrollo de sus funciones psicológicas superiores.
Vygotski reitera la complejidad de la formación de la personalidad humana,
señalando
[...]
el carácter de clase y las distinciones de clase como responsables de la
formación de los tipos humanos. Las diversas contradicciones internas, que se
encuentran en los diferentes sistemas sociales, encuentran su máxima expresión
tanto en el tipo de personalidad como en la estructura de la psique humana de
un período histórico determinado [...]. De todo ello resulta no sólo que el
tipo humano auténticamente único se diferencie y se fragmente en varios tipos,
de distintas clases sociales –pues éstas, a su vez, quedan en marcado contraste
entre unos y otros–, sino también la corrupción y distorsión de la personalidad
humana, así como su sujeción a un desarrollo inadecuado, unilateral, incluso
dentro de todas estas diferentes variantes tipológicas humanas (VIGOTSKI, 1930, p. 3).
La percepción de que la
separación de los individuos en clases juega un papel destacado en la formación
de la personalidad individual ratifica la idea marxista de la necesaria
conciencia del proletariado como clase, en cuyas manos están las posibilidades
de una transformación radical en la configuración de relaciones sociales y
productivas. La superación de las contradicciones del capitalismo y la génesis
de una estructura socioproductiva que presenta nuevos paradigmas en las
relaciones laborales crearía un hombre nuevo (VIGOTSKI, 1930, p. 12), y el salto a esta nueva
composición humana sería tan contundente como el tránsito del hombre primitivo,
centrado en la acción inmediata e instintiva sobre el medio, al hombre
histórico, creador y criatura de una realidad social históricamente
constituida. En este sentido, Vygotski (1930, p. 10) señala el carácter central
de la educación en el proceso de transformación del hombre, buscando superar la
división entre pensamiento y acción, entre trabajo físico e intelectual,
separados durante el proceso de desarrollo capitalista, y que hoy se manifiesta
en la tendencia educativa a enfatizar la preparación para el mercado laboral en
detrimento de la formación plena del ser humano.
5. Consideraciones
finales
No hay manera de separar a
Vygotski del marxismo, así como sería imposible separar a Marx de la filosofía
de Hegel. La influencia de Marx y Engels en la ciencia soviética es
paradigmática, aunque para algunos científicos aparecía como un medio (método
de lectura de la realidad sociohistórica), mientras que para otros se
interpretaba como el principio y fin de toda actividad científica. Vygotski y
los demás miembros de la corriente histórico-cultural en psicología tuvieron el
coraje de emprender una lectura marxista de los fenómenos mentales, sin
enmarcarla herméticamente en la interpretación oficial (y obviamente privada)
de los principios marxistas.
La pretenciosa
intención de Vygotski era establecer un estudio psicológico sustentado en un
estatuto científico, reuniendo las corrientes psicológicas antagónicas que
podríamos llamar genéricamente “naturalista” y “mentalista”. El desarrollo de
las funciones psicológicas superiores, según Vygotski, no era puramente interno
ni se limitaba a acciones reflexivas, sino que se configuraba en la suma entre
los factores biológicos y las relaciones que se establecían con el entorno
social. El hombre es, por tanto, un ser social, biológica e históricamente
determinado, cuya acción consciente sobre la realidad lo construye y lo establece
como ser humano. Además, el concepto de zona de desarrollo próximo enfatiza el
carácter social del desarrollo intelectual, enfocando en la acción pedagógica
la estimulación de lo que un niño puede desarrollar potencialmente, para que la
educación no se limite al nivel en el que realmente se encuentra.
Los intentos de
relativizar la contribución de Leóntiev, y en consecuencia de Marx, al
pensamiento de Vygotski representan una iniciativa en el sentido de legitimar
la ideología dominante. Al debilitarse el vínculo que une una teoría tan
significativa y actual como la de Vygotski con la matriz marxista que le sirve
de base,7 se minimiza la posibilidad de su uso en una acción contra
el degradante proceso de alienación denunciado por Marx. El prejuicio contra el
marxismo, perpetuado en el sentido común por el desconocimiento de sus
presupuestos básicos, hace mirar con reservas todo lo que se relaciona con
Marx, o que fue inspirado por él. No se trata de cuestiones de carácter
metodológico o intelectual, sino ideológico: Marx es visto como el demonio
responsable de todos los errores cometidos en los países socialistas.
7 Un análisis profundo y
esclarecedor de los intentos de reclutar la psicología de Vygotski por parte de
las corrientes “posmodernas” puede encontrarse en Duarte (2000a).
Aparentemente, la innegable orientación
marxista de Vygotski, y las implicaciones teóricas resultantes, desalientan el
estudio de la teoría histórico-cultural, de ahí la necesidad de mutilar su
obra, subvirtiendo y simplificando sus presupuestos. De esta forma, rescatar el
estatuto marxista de la obra de Vygotski nos parece fundamental para comprender
todas sus perspectivas, potenciando mucho su alcance.
Leer a Vygotski
desde una perspectiva que excluye los aportes marxistas es leerlo a la mitad,
es ignorar su profunda preocupación por la plena realización del ser humano,
que está presente tanto en Marx y Engels como en cualquier marxista auténtico.
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