RELACIÓNES ENTRE ARTE
Y VIDA EN LUKÁCS Y VYGOTSKI
Mariana de Cássia
Assumpção
DOI:
10.11606/issn.2238-3999.v3i1p41-49
Correcciones al traductor de
google: Efraín Aguilar
Introducción
Este artículo se basa en la pedagogía histórica-crítica y busca
contribuir a la comprensión de las relaciones entre el trabajo educativo y la
sociedad. Con este fin, se apoya en Vygotski (1999; 2001) y Lukács (1966a,
1966b, 1967a, 1967b, 1970), más específicamente en los análisis que desarrollan
sobre las relaciones entre el arte y la vida.
La pedagogía
histórica-crítica entiende como fundamental el papel de la escuela y el maestro
en el proceso de aprendizaje de enseñanza, es decir, en el proceso de
transmisión y apropiación del conocimiento históricamente acumulado por la
humanidad a lo largo de la historia.
Una pregunta importante
para la pedagogía histórica-crítica es la relación entre la práctica pedagógica
y social. Saviani (2008, p. 59) conceptualiza la educación como una "[...]
actividad mediadora dentro de la práctica social global".
La práctica social
global se entiende, en esta teoría pedagógica, como el conjunto de conocimiento
históricamente producido y acumulado por la humanidad a lo largo de su
historia. (Saviani, 2011). Es de destacar que el método de pedagogía
histórica-crítica hace referencia al camino del conocimiento de la
sincronización a la síntesis, a través del análisis, en la misma dirección en
la que Marx (2011) caracterizó el método científico.
Para el materialismo
histórico-dialéctico, el desarrollo histórico de la humanidad se basa en la
actividad de la producción de las condiciones materiales de existencia de la
vida social. A partir de esta forma de actividad humana, también se desarrolla
la producción no material. Marx (1974, p. 346-347) distingue dos tipos de
producción no material:
La
producción no material, incluso si se lleva a cabo solo para el intercambio, es
decir, cuando produce bienes, puede ser de dos tipos: 1. Resultados en bienes,
valores de uso que tienen una forma distinta de productores y consumidores e
independientemente de estos; por lo tanto, estos bienes pueden existir durante
un intervalo entre la producción y el consumo y en este intervalo circular como
bienes vendibles, como libros, pinturas, en una palabra, todos los productos
artísticos distintos de la ejecución artística o el artista que los realiza.
[...] 2. La producción no puede separarse del acto de producir, como ocurre con
todos los artistas, oradores, actores, maestros, médicos, sacerdotes, etc.
Basado en esta caracterización de la producción no material, entendemos
que la actividad docente es un tipo de trabajo en el que el resultado no se
separa del acto de su producción. En esta dirección Saviani (2011, p. 13)
define el trabajo educativo como:
[...]
el acto de producir directa e intencionalmente en cada individuo singular la
humanidad producida histórica y colectivamente por todos los hombres. Por lo
tanto, el objeto de la educación se refiere, por un lado, a la identificación
de elementos culturales que deben ser asimilados por individuos de la especie
humana para que se vuelvan humanos y, por otro lado y concomitantemente, al descubrimiento
de las más apropiadas formas de lograr este objetivo.
La pedagogía histórica-crítica considera como un elemento
primordial en la educación, el papel desempeñado por el maestro y su función de
transmitir, a cada estudiante único, la cultura producida por el género humano
a lo largo de la historia. Este proceso de reconocimiento cultural como
producción inmanente para la actividad humana desencadena el desarrollo de la
conciencia y la humanización de los individuos.
Fundamentación teórica
Este trabajo se basa en el materialismo histórico-dialéctico y
parte de la premisa de que la realidad existe, objetiva y específicamente, sin
la conciencia necesaria. La perspectiva materialista se opone al idealismo,
cuya suposición esencial está vinculada a la primacía de la conciencia sobre la
realidad. Para los autores idealistas, la realidad existe desde el momento en
que se convierte en objeto de la conciencia. Lukács (1966a, p. 19) explica que
la imagen idealista del mundo presupone una relación jerárquica, en la que la
conciencia ocupa una posición más alta en relación con el ser y que está equivocada la
interpretación de que el materialismo también adoptaría una visión jerárquica de
las relaciones entre el ser y conciencia:
Para
el materialismo, la prioridad del ser es, en primer lugar, de hecho: hay ser sin
conciencia, pero no hay conciencia sin ser. Sin embargo, esto no es seguido por
una subordinación jerárquica de la conciencia al ser. Por el contrario: esta
prioridad y su reconocimiento concreto, teórico y práctico por la conciencia,
finalmente crean la posibilidad de que la conciencia realmente domine el ser.
El simple hecho del trabajo ilustra esto de la manera más concluyente.
Comprender las relaciones entre la conciencia y el ser, o entre la
idea y la materia, tiene como punto de partida, en el marxismo, el análisis de
la actividad específicamente humana, es decir, la transformación de la
naturaleza por el trabajo, produciendo los medios de satisfacción de las
necesidades humanas y la vida social misma. Marx y Engels (1979, p. 27)
declaran que:
Uno
puede distinguir al hombre de los animales por la conciencia, la religión o
todo lo que uno quiere. Pero ellos mismos comienzan a diferenciarse de los
animales tan pronto como comienzan a producir sus medios de vida. [...].
Produciendo sus medios de vida, los hombres indirectamente producen su propia
vida material.
En este sentido, la producción de instrumentos puede considerarse
una necesidad crucial, un primer paso hacia el desarrollo de una forma social
de vida.
Esta capacidad humana
para producir instrumentos para aumentar sus posibilidades de supervivencia
genera la necesidad del ser humano para apropiarse de los elementos de la
naturaleza y transformarlos para que realicen una función en la práctica
humana. Simultáneamente, el ser humano es objetivo en los instrumentos creados
por su actividad transformadora.
Duarte (2013), al
analizar las relaciones entre los procesos de objetivación y aprobación, señala
que la producción de los medios de satisfacción de las necesidades básicas de
existencia conduce a una doble humanización, tanto de la realidad externa como
de los seres humanos. Al mismo tiempo, que los seres humanos son de naturaleza
apropiada, están dirigidos a los productos de su actividad.
La actividad dirigida
a los objetos y los fenómenos constitutivos de la cultura material y no
material debe, a su vez, incorporarse a la actividad social de las nuevas
generaciones, es decir, debe ser objeto del proceso de apropiación, por individuos,
de experiencia social acumulada a través de la historia. Por lo tanto, se
establece la dialéctica entre objetivación y apropiación, entre el uso de
mediaciones para satisfacer las necesidades y entre la creación de nuevas
necesidades para el uso de estas mediaciones.
Es a través del
proceso de apropiación-objetivación, que el ser humano transforma la naturaleza
y a sí mismos, así como desencadena el proceso histórico de producción de escala
cada vez más compleja. Debido al proceso de 'complejización' permanente de las necesidades,
la producción de la existencia humana se puede dividir en dos tipos.
El primero de estos
se refiere a la producción material, es decir, la que proporciona la subsistencia
material del hombre. El otro, de un carácter no material, se expresa en la
producción de conceptos, ideas, valores y que, a su vez, se sistematizan a
través de la filosofía y las artes. Refiriéndose a estas dos formas de
producción en la sociedad capitalista, Marx y Engels (1997, p. 33), afirman
que:
Al
lugar de la antigua autosuficiencia y el antiguo aislamiento local y nacional, entra
un intercambio omnilateral, una dependencia de las naciones entre sí. Y como en
la producción material, asimismo en la producción espiritual. Los artículos
espirituales de las naciones únicas se vuelven muy comunes. La unilateralidad y
la estrechez nacionales se vuelven cada vez más imposibles, y la literatura
nacional y local se hace literatura mundial.
El arte, analizado como parte del proceso de producción humana, es
una modalidad de producción no material. Al analizar las bases del pensamiento
marxista, está claro que el arte se originó en la actividad principal del
hombre, es decir, del trabajo. Comprender el arte como el resultado de la
actividad humana también significa comprenderlo como una necesidad inmanente,
generada en el proceso de desarrollo histórico de la humanidad.
Contribuciones de Vygotski y Lukács
Vygotski (1999, p. 309) asegura que "[...] el arte surge de
ciertos sentimientos vitales, pero realiza cierta elaboración de estos
sentimientos [...]" y "[...] esa elaboración consiste en catarsis, en
la transformación de estos sentimientos en sentimientos opuestos, en sus
soluciones".
El arte no se limita
a reproducir la inmediatez de la vida cotidiana. Hacemos hincapié en que el
significado del arte se centra en la posibilidad de superar la vida cotidiana,
es decir, es:
[...]
algo que se transforma, que supera el sentimiento común, y ese mismo miedo, ese
mismo dolor, esa misma inquietud, cuando es creada por el arte, implica algo
por encima de lo que está contenido en él. Y este algo supera esos
sentimientos, elimina esos sentimientos, transforma su agua en el vino y, por
lo tanto, se realiza la misión más importante del arte (Vigotski, 1999, p.
307).
El arte se integra con la vida en la medida que su material se
extrae de toda la relación humana y sus efectos regresan, por así decirlo, a la
vida de los individuos. Sin embargo, una característica elemental de las obras
de arte consiste en la transformación del material recopilado de la vida en
algo nuevo. "[...] el arte recoge de la vida su material pero produce por
encima de este material algo que aún no está en las propiedades de este
material" (Vigotski, 1999, p. 307-308).
Vygotski entendió que
el arte tendría tanto significado para las personas cuanto más transformara el
"agua en el vino" (1999, p. 307). Esta analogía empleada por él nos
ayuda a comprender el significado del arte para la vida humana. Según su análisis,
las obras artísticas permiten a las personas experimentar sentimientos humanos
en una intensidad y de una manera que diferencie estos sentimientos de los que
generalmente vivían en la vida cotidiana.
En este sentido, las
obras de arte pueden considerarse mediaciones importantes entre la vida
cotidiana (agua), los individuos y la producción más rica ya elaborada por la humanidad
(vino). El trabajo artístico, al colocar al individuo en contacto con formas
más desarrolladas de subjetividad humana, permite el desarrollo de la
conciencia individual, en la dirección de en-sí a para-sí.
Vygotski declaró,
refiriéndose a las categorías de en-sí y para-sí en Hegel:
Dijo
que todas las cosas existen al principio en sí mismas, pero con esto la
pregunta no está agotada y en el proceso de desarrollo se convierte en algo
para ellas mismas. El hombre, dijo Hegel, es en sí mismo un niño cuya tarea no
consiste en permanecer en el "en sí mismo" abstracto e incompleto, sino
para sí mismo, es decir, convertirse en un ser libre y racional. (Vigotski,
1996, p. 200)
Al señalar el sentido social del arte, Vygotski no está de acuerdo
con la teoría del contagio, según la cual el propósito de una obra de arte
sería contaminar a las personas con los sentimientos personales del artista. Esta
teoría considera que el significado vital de la obra de arte radica en el hecho
de que somos tomados por los mismos sentimientos de otra persona, transmitidos
en las manifestaciones artísticas más diversas. Por lo tanto, el arte sería
"[...] solo un transmisor de contagio por sentimiento" (Vigotski,
1999, p. 304).
La teoría del
contagio puede atribuirse a la reducción del arte a las emociones que no le
permiten diferenciarle de otros sentimientos, lo que hace que el significado y
el sentido real del arte sean inaccesibles.
[...]
el arte es una técnica social del sentimiento, un instrumento de la sociedad a
través del cual incorpora en el ciclo de vida social los aspectos más íntimos y
personales de nuestro ser. Sería más correcto decir que el sentimiento no se
vuelve social, sino, al contrario, se vuelve personal, cuando cada uno de
nosotros experimenta una obra de arte, se vuelve personal sin ser socialmente
social (Vigotski, 1999, p 315).
Vygotski analizó el arte como una técnica creada por el ser humano
para dar una existencia social objetiva a los sentimientos, permitiendo a las
personas relacionarse con estos sentimientos como un objeto, como algo externo
que se internaliza a través de la catarsis.
La reacción estética
"[...] no es solo una descarga en el vacío, un disparo de fiesta, sino una
reacción a la obra de arte y un estimulante nuevo y muy fuerte para las
actitudes posteriores" (Vigotski, 1999, p. 318). Cabe señalar, sin
embargo, que estas actitudes posteriores no están vinculadas a acciones
concretas, sino que solo purifican nuestra psique "[...] revelando y
explotando para la vida inmensos potenciales [...]" (Vigotski, 1999, p.
319).
Según Lukács (1966a,
1966b, 1967a, 1967b), el arte es una forma peculiar en la que el ser humano
refleja la realidad, que difiere de los reflejos de la misma realidad producida
en la esfera de la vida cotidiana o producida en la esfera de la ciencia. Para
Lukács (1966a, 1966b), la ciencia sería desantropomorfizante, es decir,
buscaría reflejar la realidad misma, más allá de los sentidos que tiene para el
ser humano. El arte buscaría reflejar, en la dialéctica entre el contenido y la
forma, la realidad como esencialmente humana siendo, en ese sentido, antropomórfica.
La obra de arte puede
entenderse como una forma de objetivación de la subjetividad humana, pero en
este proceso, existe la superación de la particularidad de la personalidad del
artista y el sujeto receptor, lo que pone sus subjetividades en un nivel más
alto de relación consciente con la humanidad o, en los términos de Lukács, con
la genericidad para-sí. En ese sentido:
Ya
nos referimos al hecho de que la importante personalidad creativa para el
surgimiento de la obra de arte no se identifica de inmediato y simplemente con
la individualidad diaria del creador, que la creación requiere que se
universalice a sí misma, que se eleve de su singularidad meramente particular a
la particularidad estética (Lukács, 1970, p. 269).
El arte, en una perspectiva ontológica, contribuye también a la
comprehensión de las diferencias entre el mundo artístico y el mundo cotidiano,
pues
[...]
refleja la realidad, pero a su manera. Con sus recursos, presenta una
reproducción fiel de la realidad, más rica que la vivida y sentida por el
hombre inmerso en la vida cotidiana. A partir de esta diferenciación, Lukács
insiste en el papel educativo del arte, su capacidad para enriquecer la visión
de la realidad que está fragmentada en la vida diaria (Frederico, 2005, p. 87).
En este punto, debemos aclarar algunas preguntas sobre la
mediación como una característica exclusiva para el ser humano. Ya hemos
explicado anteriormente que la relación del ser humano con la naturaleza no
ocurre de inmediato. Sin embargo, estas relaciones se realizan mediante
mediaciones que resultaron, al principio, en la producción de instrumentos, o
más bien del trabajo. De esta actividad, el ser humano transforma y conoce la
naturaleza, mientras se transforma, se humaniza, es decir, se desarrolla.
Si al comienzo del
proceso histórico de humanización o de conocimiento se conectaba directamente a
la búsqueda de respuestas prácticas a los problemas, por así decirlo, de vida o
muerte, es decir, vinculados a la supervivencia del individuo y el grupo, con
el tiempo y con la creciente complejidad de las actividades humanas, los tipos
de conocimiento cada vez más distantes del pragmatismo de la vida cotidiana se
estaban desarrollando. Esto no significa que la práctica social haya dejado de
ser el último propósito de saber, sino que la práctica social en sí misma se
volvió más compleja en sus múltiples determinaciones, lo que también requirió
el desarrollo de nuevas formas de conocer el mundo resultante de las
elaboraciones que llevan a la subjetividad humana a las formas de comprender la
naturaleza y la vida social que se distancian de las formas más elementales de
reflejo psíquico de la realidad.
Por lo tanto, el arte
como una esfera de objetivación humana llega a establecer relaciones indirectas
con las necesidades prácticas de la vida cotidiana. Esta idea se puede
encontrar en momentos de la Estética,
especialmente en un pasaje donde Lukács opone el arte a la retórica forense o
publicitaria o política, cuyo objetivo es obtener un efecto práctico inmediato
en términos de comportamiento de los oyentes. En el arte:
[...]
los problemas de la vida toman formas específicamente estéticas según las
cuales se resuelven estéticamente y, por lo tanto, los éxitos de la conquista
de la realidad por el arte desembocan ininterrumpidamente en la vida cotidiana,
enriqueciéndola subjetiva y objetivamente (Lukács, 1966, p 229).
Es decir, para Lukács (1966a), el arte elabora los problemas
humanos a su manera, que no es la de la vida diaria, no teniendo como objetivo
producir resultados inmediatos. Pero al lograr las resoluciones estéticas adecuadamente
para grandes problemas humanos, el arte acaba por enriquecer el mundo humano y,
por lo tanto, actuar indirectamente sobre la vida diaria:
Un
discurso debe primero que todo alcanzar un objetivo determinado, concreto y
único: mover a los oyentes a condenar o absolver a X, votar o rechazar el
proyecto de ley, etc. Esto difiere tanto de la jurisprudencia científica, que
estudia las reglas generales sobre las cuales se subsume un caso particular,
como del drama o el romance que, en la configuración de un caso particular, se
esfuerzan por explicar artísticamente la tipicidad de los caracteres y
situaciones contenidas en ellos (Lukács, 1966a, p. 229).
Siguiendo este principio, se destacan algunas implicaciones para
el campo educativo. Porque, al igual que en el ámbito estético, en la educación
las relaciones con la vida no son directas, o más bien, las relaciones entre la
práctica educativa y la práctica social no se reducen a aspectos pragmáticos e
inmediatos. El conocimiento artístico, filosófico y científico que se enseña en
la escuela no debe tener un propósito práctico directo, sin embargo, deben
organizarse para que la cosmovisión del sujeto sea más rica:
[...]
el paso del sentido común a la conciencia filosófica es necesario para situar
la educación en una perspectiva revolucionaria. Esta es la única forma de
convertirla en un instrumento que permita a los miembros de las capas populares
pasar la condición de "clase en sí misma" a la condición de
"clase para sí". Sin embargo, sin la formación de la conciencia de
clase no hay organización y sin organización, la transformación revolucionaria
de la sociedad no es posible (Saviani, 2007, p. 7).
La transformación de la subjetividad, en ese constante movimento
del en-sí al para-sí, no es un proceso simple y rápido, pues:
Pasar
del sentido común a la conciencia filosófica significa pasar de una concepción
fragmentaria, incoherente, desarticulada, implícita, degradada, mecánica, pasiva
y simplista a una concepción unitaria, coherente, articulada, explícita,
original, intencional, activa y cultivada (Saviani, 2007, p. 3).
Este proceso es parte de la lucha ideológica, en la que es
necesario superar la concepción dominante, lo que no ocurre si no tenemos
"[...] instrumentos lógico-metodológicos cuya fuerza es superior a
aquellos que garantizan la fuerza y consistencia de la concepción dominante”.
(Saviani, 2007, p. 4).
Consideraciones finales
Esperamos que el análisis de estas relaciones nos permita avanzar
en la comprensión de este proceso del desarrollo de la conciencia más allá de
la inmediatez de la vida cotidiana. Una obra de arte que no aborda directamente
los problemas relacionados con la lucha de clases y la exploración laboral
puede contribuir indirectamente a la perspectiva revolucionaria, al enriquecer
la forma en que la subjetividad del individuo está relacionada con la realidad
social. Lo mismo puede decirse en relación con el conocimiento científico y
filosófico.
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