Controversia
y puntos de crecimiento en la teoría de la actividad en psicología
Andréi D. Maidanskiy
Psychology in Russia: State of the Art 14 (4): 3-17,
2021
https://psychologyinrussia.com/volumes/pdf/2021_4/Psychology_4_2021_3-17_Maidansky.pdf
Correcciones
al traductor de google: Efraín Aguilar
Introduction
El marxismo siempre se ha
postulado como una teoría de la acción. Su piedra angular es el concepto de
trabajo, práctica o actividad, entendido como el proceso de transformación
tanto del mundo exterior como de los propios seres humanos. Naturalmente, la
psicología marxista, desde su nacimiento, también ha declarado que la psique1
se deriva de la actividad, es decir, que es una forma o función especial de la
actividad orientada a objetos.
1 Utilizo el término “psique”
para referirme al término ruso psíjika, y “mente, mental” para referirme a la
psique humana o a las funciones psicológicas superiores (culturales), en el
sentido de Vygotski.
Ya a principios de 1926, L.S.
Vygotski formuló el postulado clave de la teoría psicológica de la actividad:
«La mente (psíjika) es la formación de algo estable en medio de la corriente.
Es un órgano de selección, un tamiz, que transforma el mundo para que podamos
actuar». (2018, p. 92)
Vygotski criticó
entonces la noción materialista generalizada de la psique como un mero reflejo
de la realidad objetiva. Un termómetro también refleja algo real; es importante
comprender qué y cómo refleja la psique. Se trata de un reflejo selectivo: solo
lo valioso para la actividad se fija como fenómeno psíquico. Si todo se
reflejara en la psique indiscriminadamente, como en un espejo, sería imposible
orientarse en la corriente sensorial ilimitada y caótica, y encontrar lo
necesario para la vida. La actividad sería ciega. «Si viéramos (fuéramos
conscientes de) todo, no veríamos nada» (Stern). La psique discierne y
distingue lo estable, lo idéntico a sí mismo, “distorsionando la realidad en
beneficio del organismo”, y cada órgano sensorial refleja el mundo con su
“coeficiente de especificación”. (Vygotsky, 2018, p. 92)
Al principio,
los psicólogos soviéticos, simpatizantes del conductismo estadounidense,
tendían a mezclar los conceptos de actividad y conducta. Así, la primera
edición de la Gran Enciclopedia Soviética no incluía la sección «Actividad»,
pero se encargó a John B. Watson un extenso artículo sobre «Conductismo» «dada
la novedad del tema y el gran interés que despertó entre los científicos
modernos, incluidos los marxistas». (Watson, 1927, p. 434)
Tampoco existía
una entrada para “Actividad” en el Diccionario Psicológico de B. E. Varshava y
L. S. Vygotski (1931). Sin embargo, al mismo tiempo, Vygotski y otros
psicólogos soviéticos comenzaban a desarrollar sus propias variantes de la
teoría de la actividad. Vygotski soñaba con “crear nuestro propio Das Kapital”
para la psicología (1997b, p. 330; 2018, p. 87). Ni más ni menos. Veamos hasta
qué punto él y su escuela lograron esta tarea.
El objetivo de
este artículo, sin embargo, no es tanto relatar el pasado como definir los
puntos débiles de la teoría de la actividad; estos son, al mismo tiempo, sus
puntos de crecimiento. Estas prometedoras fallas se ven mejor como bifurcaciones
en el camino del pensamiento, que surgen en el curso de las polémicas y los
ataques mutuamente críticos emprendidos por los creadores de la psicología de
la actividad. Deberíamos escuchar su diálogo e intentar participar en él. Los
archivos que se han abierto en los últimos años pueden ayudarnos en este
sentido. En ellos, vemos que las disputas se llevaron a cabo con franqueza y
sin excesiva cortesía. Muchas discrepancias y discusiones entre las partes no
habían aparecido impresas previamente. Por ejemplo, el volumen recientemente
publicado de los cuadernos de Vygotski contiene materiales previamente
desconocidos sobre su polémica con Alexéi Leóntiev. Anteriormente, solo
conocíamos ese "cisma", que decidió el futuro de la psicología de la
actividad, por el propio Leóntiev.
S.L. Rubinshtéin
versus A.N. Leóntiev: lo interno y lo externo en la actividad
Serguéi Rubinshtéin comenzó a
desarrollar el concepto de actividad en 1922, afirmando que la actividad crea
su propio sujeto. Propuso situar este principio de “autoactividad creativa”
como base de la práctica pedagógica (Rubinstein, 1989).
En sus
Fundamentos de Psicología General (1940), Rubinshtéin describió un esquema de
actividad en el que se ubica un cierto “cambio interno” entre el estímulo y la
respuesta. Este “cambio interno” abarca todos los procesos de la actividad
vital y los estados corporales que afectan acciones particulares. Es
precisamente este factor el que diferencia la reacción activa de un ser vivo de
las reacciones mecánicas en la naturaleza inanimada. Incluso el organismo más
simple puede reaccionar de forma distinta a los mismos estímulos externos,
dependiendo de su estado interno en ese momento. “Cuanto mayor es el nivel de
desarrollo, mayor es el papel que desempeñan las condiciones internas”
(Rubinstein, 2003, p. 126).
Spinoza llamó
«afecto» al estado interno de un cuerpo vivo que influye en su capacidad de
actuar. Pero Spinoza, a diferencia de Rubinshtéin, entendía que cualquier
cambio interno es un efecto, un reflejo de la actividad externa de este cuerpo.
En ausencia de actividades externas, no hay cambios internos. Por eso, la
sustancia divina, actuando solo sobre sí misma, no cambia y no tiene efecto.
En 1959, un año
antes de su muerte, Rubinshtéin criticó la teoría histórico-cultural de la
interiorización desarrollada por Leóntiev y Galpierin por no tener en cuenta
cómo los esquemas culturales de actividad se refractan a través del prisma de
las «precondiciones internas iniciales del individuo». Estas son «condiciones
orgánicas, naturales, en particular fisiológicas», es decir, estructuras
corporales heredadas genéticamente y reacciones automáticas innatas. En el
desarrollo histórico de la humanidad, «desempeñan un papel invariable, es
decir, constante». (Rubinstein, 1973, p. 223)
Dado que el
hombre se sitúa en la cima de la escala evolutiva, su actividad debería
depender al máximo de estos factores naturales, dado que «cuanto mayor es el
nivel de desarrollo, mayor es el papel de las condiciones internas». Al mismo
tiempo, Rubinshtéin declaró que los esquemas y normas sociales y culturales de
actividad eran condiciones externas del desarrollo humano. Rubinshtéin
interpretó el proceso de su interiorización como la «determinación de las
capacidades desde el exterior».
A.N. Leóntiev,
por su parte, argumentó que el propio cuerpo del sujeto se forma mediante la
actividad orientada a objetos, tanto en su morfología como en su estructura
cerebral, y en cómo reaccionan a los estímulos externos. La dependencia de la
actividad con respecto a la estructura corporal, observada empíricamente, es,
de hecho, la dependencia del acto de actividad actual con respecto a sus
propios actos previos que formaron esta o aquella estructura corporal. Lo
«interno» y lo «externo», sujeto y objeto, no son precondiciones de la
actividad, sino sus polos extremos. En el proceso de actividad, lo «externo» y
lo «objetivo» se transforman en subjetivo, y viceversa. La propia persona, el
«sujeto particular», se presenta aquí como «el momento interno de la actividad.
La categoría de actividad se revela ahora en su plenitud real, abarcando ambos
polos: el polo del objeto y el polo del sujeto». (Leontiev, 2004, p. 122)
Leóntiev abrazó
el principio de actividad con mucha más profundidad y consistencia que Rubinshtéin.
Es erróneo considerar la interiorización de las formas culturales de actividad
como una determinación de la psique desde fuera, afirmó. Al fin y al cabo, la
cultura se crea mediante la actividad y constituye la forma objetivamente
tangible de su propio ser. El proceso de interiorización simplemente significa
un cambio de forma de actividad, la reapropiación y desobjetivación de lo que
previamente la propia actividad había “postulado” como un artefacto de la
cultura.
La actividad
superior, específicamente humana, es la actividad conjunta y colectiva. Siempre
ocurre en la sociedad como una condición interna e inmanente de la vida humana.
Entre las condiciones externas, «prehistóricas», de la actividad y la mente
humanas se encuentran la morfología corporal, las reacciones innatas y todo lo
que se formó en los procesos de la actividad animal, todo lo que no fue creado
por el trabajo humano.
Rubinshtéin
erróneamente tomó los factores naturales por «lo interno» y, viceversa,
consideró lo interno real (cultural, específicamente humano) como algo externo
a la mente humana. De ahí su reproche al «carácter mecanicista de esta
interpretación [histórico-cultural] de la personalidad y el desarrollo de sus
capacidades, ya que se cree que la actividad misma del sujeto está determinada
únicamente por el objeto, únicamente desde el exterior». (Rubinstein, 1973, p.
227)
Aquí Rubinshtéin
entiende el "sujeto" como un individuo, y el "objeto" como
cualquier cosa externa a este individuo, independientemente de si se trata de
algo natural o un artefacto. Para la teoría histórico-cultural, esta diferencia
es extremadamente significativa. El mundo de los artefactos pertenece al sujeto
y conforma el “cuerpo inorgánico” de la mente humana. El verdadero sujeto no es
un organismo individual con sus genes y reflejos, sino una comunidad humana, es
decir, un círculo de personas que comparten un cuerpo cultural común. Toda
“función psicológica superior”, en términos de Vygotski —es decir, todo modo de
actividad mental específicamente humano— es de origen social. El individuo
adquiere dichas funciones únicamente mediante la comunicación cultural con
otros seres humanos.
La alternativa a
la postura histórico-cultural es la postura individualista: un cuerpo y una
psique particulares frente al mundo exterior. Marx llamó a la visión del mundo
desde la perspectiva del individuo abstracto una “robinsonada”. En psicología,
tal robinsonada es una ilusión tan natural como creer en la rotación del Sol
alrededor de la Tierra. En el curso de su polémica, A. N. Leóntiev pasó por
alto este rasgo fundamental de la crítica de Rubinshtéin al concepto de la
interiorización de las funciones psicológicas superiores y las “habilidades”
humanas correspondientes.
Tanto Rubinshtéin
como Leóntiev sabían muy bien que cualquier actividad siempre se refleja en el
sujeto en su estado actual. Quedaba por comprender que la psique no es más que
este reflejo inverso de la actividad, o su «reflejo en sí misma», como diría
Hegel.
Toda actividad
tiene un doble resultado: por un lado, cambia la forma del objeto externo y,
por otro, se produce un cambio en el estado del sujeto que actúa. Spinoza
denominó «afecto» al cambio que experimentan los propios sujetos en el proceso
de la actividad orientada a objetos, con la salvedad de que esta clase de
afectos incluye únicamente aquellos cambios que influyen en el potencial de
actividad del individuo, o «las afecciones del cuerpo mediante las cuales la
capacidad de actuar del cuerpo (agendi potentia) se incrementa o disminuye, se
favorece o se restringe». (Ética, III, def. 3)
En este punto,
Vygotski tomó el relevo de Spinoza. «El afecto es el alfa y el omega, el primer
y el último eslabón, el prólogo y el epílogo de todo desarrollo mental». (1998,
pág. 227)
A partir de
entonces, la psicología de la actividad se dividió en dos ramas. Vygotski se
centró en el reflejo afectivo de la actividad en el sujeto, mientras que
Leóntiev se centró en el aspecto cognitivo, dirigido hacia el objeto;
específicamente, se concentró en la función de búsqueda y orientación que
cumple la psique en el mundo objetivo.
L.S. Vygotski: afecto
en la estructura de la actividad
Marx escribió que la historia de
la industria fue “la exposición a los sentidos de la psicología humana”. Para
Vygotski, otro libro abierto de la psicología humana es el arte, especialmente
el teatro.
En su primer
manuscrito, La psicología del arte, el principio de la actividad orientada a
objetos no se formula y no desempeña un papel significativo. Todo el estudio
gira en torno a los conceptos de emoción y afecto. La actividad de la
imaginación se define como la “descarga del afecto”, el arte como el trabajo de
“un pensamiento emocional muy especial”. Y la colisión de afectos, o
“contradicción afectiva”, constituye la “verdadera base psicológica de nuestra
respuesta estética”. (Vygotsky, 1987b, pp. 48-49, 138) Al mismo tiempo, la
naturaleza activa del afecto, y de la psique en general, permanece en la cara
oculta de la Luna.
Sin embargo,
incluso antes, y ya en su primera obra importante, Psicología Educativa,
Vygotski declaró que «una reacción emocional es una poderosa guía de la
conducta. Es en una reacción emocional donde se manifiesta la actividad de
nuestro organismo... En todo momento, las emociones actúan como rectoras de la
conducta» (Vygotsky, 1997a, p. 102). «La transición a un tipo de conducta
psíquica se produjo sin duda sobre la base de las emociones», añade. El ciclo
natural de la actividad psíquica comienza con el afecto del deseo y termina con
los afectos de placer y displacer. Estas reacciones emocionales, «que surgen
antes que todas las demás reacciones, son las formas primarias de la conducta
puramente mental del niño» (Ibíd., p. 103).2
2 En la edición inglesa de la
Psicología Educativa de Vygotski, “aktivnost” se traduce como “propósito”, psijícheski
como “pasivo”, etc. Corregí los términos entre comillas.
En agosto de 1930, la revista
Quiero saberlo todo, publicó un breve artículo titulado «La base biológica del
afecto», escrito por Vygotski en respuesta a la pregunta de un grupo de
lectores. La mayor parte del artículo era una versión popular de la Fisiología
de las emociones de Walter Cannon.3 Su tesis central era la
siguiente: en los animales, el afecto sirve a los «instintos vitales básicos»,
preparando al organismo para la actividad. Las emociones principales tienen un
«efecto energizante» sobre el organismo, liberando su «reserva interna de
energía» (cf., agendi potentia).
3 Título de la edición rusa (1927)
de Cannon, 1920.
Vygotski no pudo evitar reconocer
en esta tesis la definición de Spinoza del afecto como un estado del cuerpo que
aumenta y favorece (como en los experimentos de Cannon), o disminuye y
restringe (como en los experimentos del “método motor combinado” de Luria o en
la práctica clínica de Freud con neuróticos) la capacidad del cuerpo para
actuar.
Pero Vygotski
buscó distinguir entre los afectos animales y humanos. El “desarrollo
progresivo de las emociones” consiste en reemplazar las reacciones innatas por
ideas. “Lo que Cannon demostró fue que no son las emociones en sí mismas las
que se extinguen, sino solo su componente instintivo. El papel de las emociones
en la mente humana es diferente [al de los animales]. Se aíslan del ámbito
instintivo y se transfieren a un plano completamente nuevo” (Vygotsky, 1987a,
p. 332). Este es el ideal, el plano cultural.
Con esto, surge
un problema completamente nuevo: la relación entre idea y afecto. Al intentar
resolver este problema, Vygotski años más tarde, en 1932, recurrió de nuevo al
arte teatral. El actor es un creador profesional de afectos, que intenta llevar
al espectador al punto de la “conmoción emocional más alta”, argumentó. Al
hacerlo, ¿qué sucede en el alma del actor?, se preguntó Diderot. La respuesta
de Vygotski: depende completamente de su cultura, del mundo de ideas en el que
está inmersa el alma del actor. Los afectos teatrales son ideales; no reflejan
ni representan procesos orgánicos en el cuerpo del actor, sino en la vida
social de las personas.
Son
pasiones y movimientos idealizados del alma; no son sentimientos naturales y
vivos de uno u otro actor; son artificiales; son creados por la fuerza creativa
del hombre y, en esa medida, deben considerarse creaciones artificiales, como
una novela, una sonata o una estatua. (Vygotsky, 1999, p. 239)
Vygotski denominó pieriezhivanie a la emoción cultural
idealizada, equiparando eficazmente estos dos términos: «Las experiencias (pieriezhivania) del actor, sus
emociones...» (Ibíd., p. 244). La torre de la conciencia humana se construye
con «ladrillos» de pieriezhivania.
Pero, a diferencia de los ladrillos, las pieriezhivania
son fluidas y cambiantes; estos «movimientos del alma» pueden cambiar de
significado a lo largo de la vida, incluso bajo la influencia de la actuación
teatral o la lectura de una novela o un poema.
Las pieriezhivania emocionales obtienen su
significado de las ideas. La cultura de los sentimientos consiste en idealizar
las pasiones, es decir, subordinar los afectos naturales a los objetivos más
elevados de la vida social, y enseñar a las personas a 1) inducir el afecto
requerido y 2) cambiar el «orden y la conexión» de sus emociones. La emoción se
integra como un elemento dinámico en un determinado sistema (histórico) de
ideas. Éste es
el
camino hacia el dominio de las emociones y, en consecuencia, el camino de la
excitación voluntaria y la creación artificial de nuevas emociones. [...] Solo
indirectamente, creando un sistema complejo de ideas, conceptos e imágenes del
cual la emoción forma parte, podemos despertar los sentimientos requeridos.
(Vygotsky, 1999, p. 243)
En los últimos años, el concepto pieriezhivanie ha cobrado protagonismo
en los estudios de Vygotski. En sus conferencias sobre psicología infantil, la pieriezhivanie se definió como una “unidad
dinámica de la conciencia”. Es la relación interna de una persona con las cosas
y los eventos del mundo externo, que incluye la atención, el pensamiento y las
emociones, y contiene “todas las propiedades básicas de la conciencia”.
(Vygotsky, 2001, p. 213)
A.N. Leóntiev
consideró el giro hacia el estudio de la conciencia y la pieriezhivanie como un alejamiento de la teoría de la actividad.
Pero, de hecho, la noción pieriezhivanie
de Vygotski fue un desarrollo posterior del concepto de actividad del afecto.
Vygotski reivindicó «la comprensión del afecto como una reacción
psicofisiológica integral que incluye en
sí misma la experiencia [pieriezhivanie]
y la conducta de cierto tipo, y
representa una unidad de los aspectos fenoménico y objetivo». (Vygotsky, 1999,
p. 159; cursiva añadida). Al comentar los experimentos de Gregorio Marañón,
Vygotski escribió sobre un «entrelazamiento interno de la experiencia [pieriezhivanie] y la reacción orgánica
en la composición del afecto». (Ibíd.,
p. 93).
Por lo tanto, la
pieriezhivanie es un afecto social,
observado desde su lado interno o «fenoménico». Y la conciencia humana es un
sistema de pieriezhivania como las
«pasiones y movimientos idealizados del alma».
L.S. Vygotski: psicología
de la libertad
Ya en enero de 1924, en su
ponencia en el Congreso de Psiconeurología, que le abrió el camino hacia la
Gran Ciencia, Vygotski planteó el problema de la «liberación de la más terrible
esclavitud, la esclavitud a uno mismo, y de la dependencia más amarga, la
dependencia de los propios nervios y psique».4 Así tradujo la
afirmación de Spinoza sobre la liberación de la persona de la esclavitud de sus
afectos a un lenguaje familiar para los psiconeurólogos. (Ibíd., pág.
93)
4 El artículo aún no ha sido
publicado; está citado en Zavershneva, 2009, p. 130.
En
la medida que una persona domina y controla sus propios afectos, se vuelve
dueña de su comportamiento y vida mental. Un bebé, como un animal, es esclavo
de sus deseos naturales. La adopción de normas culturales de comportamiento,
ideas, siempre implica “moderar y restringir los afectos” (Spinoza).
A partir del material de los
afectos naturales, las personas crean emociones artificiales, pieriezhivania. Los afectos naturales
son moderados y restringidos por los culturales. Cómo esto sucede ya se ve
claramente en los juegos infantiles. Cada regla de un juego es una idea. Los
juegos brindan al niño la primera experiencia de la regulación autosuficiente
de sus afectos a través de las ideas.
Mientras que los
afectos naturales sirven a la actividad vital del cuerpo, los afectos
culturales sirven a las actividades de la sociedad. Estos son los estados del
«cuasi-cuerpo» colectivo (Spinoza) o «cuerpo inorgánico» (Marx) de la
humanidad. Al «desarrollarse» en la psique del individuo, le permiten
experimentar emocionalmente (pieriezhivat)
cosas que son inútiles, si no dañinas, biológicamente, pero valiosas para la
sociedad.
Detrás de cada
emoción cultural se esconde una idea: una norma o esquema de actividad social.
Las ideas se asimilan (interiorizan) a través de los afectos, junto y
simultáneamente con ellos. Si una idea no generara la más mínima respuesta
emocional, simplemente no sería captada. El alma permanecería sorda a ella.
Las emociones
ideales reconstruyen el sistema biológico de afectos, estableciendo un orden
cultural y una conexión entre ellos.
Como
todas las demás funciones mentales, las emociones no se mantienen en la
conexión en la que se dan inicialmente en virtud de la organización biológica
de la mente. En el proceso de la vida social, los sentimientos se desarrollan y
las conexiones anteriores se desintegran; las emociones surgen en nuevas
relaciones con otros elementos de la vida mental, se desarrollan nuevos
sistemas, surgen nuevas combinaciones de funciones mentales y unidades de un
orden superior dentro de las cuales predominan patrones especiales,
interdependencias, formas especiales de conexión y movimiento. Estudiar el
orden y la conexión de los afectos es la principal tarea de la psicología científica.
(Vygotsky, 1999, p. 244)
La ciencia debería ayudar a la
persona a dominar los afectos “salvajes” organizándolos inteligentemente, es
decir, de acuerdo con el orden y la conexión de las ideas. Esto es exactamente
lo mismo que hace el arte, solo que por otros medios. Tanto la psicología científica
como el arte resuelven el problema de la gestión racional de la corriente de pieriezhivania; ambos aspiran a liberar
el alma de la esclavitud natural del afecto.
Vygotski vio la
clave de la solución en el concepto.
Llevado a la luz de la conciencia, el afecto conceptualizado deja de ser esclavo o un estado corporal pasivo.
«El afecto en el concepto se vuelve activo» (Vygotsky, 2018, p. 410).
«Comprender el afecto es una condición activa y es libertad. Libertad: el
afecto en el concepto» (Vygotsky, 2018, p. 209).
Por lo tanto, el
arte es un ejercicio de libertad. El
arte pone el afecto al servicio del concepto. Aquí, la mente humana aprende a
controlar las pasiones y a dirigir sus sentimientos hacia metas superiores e
ideales. Este proceso de liberación psicológica de la personalidad es objeto de
formación práctica para el artista y de investigación teórica para el
psicólogo.
El arte y la
psicología científica comparten la misma temática y resuelven el mismo
problema. Vygotski se acercó a esta idea, pero no la formuló directamente. En
La psicología del arte, el arte se consideraba una especie de vacuna afectiva
que nos permitía desarrollar inmunidad a las pasiones de la vida real y, así,
adquirir una “supersalud” psicológica.
La “psicología
acmeísta” o “psicología de las alturas”5 que Vygotski pretendía
crear puede definirse como la psicología de la libertad. Se trata de una teoría
que busca la formación de una “persona libre y autoactiva” (samodiéiatielnaia
svobódnaia líchnost). Eso es lo que nos enseñó Spinoza. Investiga
constantemente cómo se produce realmente el movimiento hacia la libertad: hacia
una vida guiada por la razón, y esto es la libertad. Su idea central es el
poder de la razón. (Vygotsky, 2018, p. 209)
5 En ruso, viershínnaia psijológuia.
Los intérpretes aún no se han puesto de acuerdo sobre la mejor traducción.
Literalmente, viershina significa la cima de un árbol o una montaña. En sus
cuadernos, Vygotski utiliza la expresión sinónima «psicología acmeísta». El
acmeísmo era una corriente realista de la poesía rusa que se oponía
rotundamente al simbolismo; Mandelshtam lo definió como el «anhelo de cultura
mundial». Vygotski contrasta la viershínnaia psijológuia con la
Tiefenpsychologie (psicología profunda), que explica el comportamiento y la
cultura humanos mediante procesos inconscientes.
La
teoría de Spinoza contiene implícitamente
toda la psicología acmeísta, toda la teoría de los conceptos, los afectos y la
volición, la estructura semántica y sistémica de la conciencia, que desarrollamos
explícitamente. Spinoza tiene la idea
del hombre, que puede servir de modelo para la naturaleza humana: esto
convierte su teoría de las pasiones en el prolegómeno de una psicología del
hombre. (Vygotsky, 2018, p. 375)
Tanto Spinoza como Vygotski buscaban
enseñar al hombre a pensar y vivir libremente; ambos consideraban que el
propósito de su ciencia era aumentar el potencial de actividad y los grados de
libertad del hombre.
En los bosquejos
escritos durante los últimos años de su vida, Vygotski trazó un plano de un
edificio de tres pisos de psicología humana:
1) “el
movimiento directo de la vida a la conciencia”;
2) “la realidad
interior”, el ámbito de la conciencia, habitado por pieriezhivania, znachiénia (significados) y smuisly (propósitos),
donde tiene lugar la “comunicación con uno mismo”; y
3) “el
movimiento inverso de la conciencia a la vida (la conciencia transforma la
vida)”. (Vygotsky, 2018, pp. 354-355)
El primer piso
era el feudo de la psicología instrumental. Aquí se produce la “incorporación
externa (del signo)”; Vygotski y su equipo habían estado investigando este
proceso desde mediados de la década de 1920.
Después vino la
“incorporación interna (del significado)”; este fue el tema de su libro
Pensamiento y habla.
La construcción
del tercer piso apenas comenzaba en La enseñanza de las emociones. El proceso
de transición de una persona a una vida consciente, libre y racional puede
denominarse exteriorización de la conciencia.
A.N. Leóntiev y
P. Ya. Galpierin: buscar la naturaleza de la psique
Leóntiev se apartó del concepto
de Vygotski desde el principio, antes de alcanzar su “segundo piso”. Adentrarse
en la “realidad interna” de la conciencia le parecía una traición al enfoque de
la actividad. Deseaba continuar estudiando la conciencia como una forma de
actividad humana objetiva-práctica. “¡Busca la conciencia del hombre aquí, en
el mundo objetivo!” (Leontiev, 1994, p. 39).
Para Vygotski,
ese enfoque definía solo la etapa inicial de la investigación, que ya había
pasado. Sí, al principio era el Acto, pero luego el Acto se convirtió en la
Palabra y dio origen a la conciencia. “La palabra significativa es un
microcosmos de la conciencia humana” (Vygotsky, 1987c, p. 285). Ahora comienza
a analizar cómo se forman los propósitos (smuisly) en la conciencia.
Mientras tanto,
Leóntiev devolvió la psicología cultural a la actividad externa, en cuyo seno
nació la conciencia. Vygotski comentó: «Se ignora el desarrollo. Todo se
traslada al principio. Pero luego todo [debe trasladarse] a la concepción. Lo
más importante no ocurre al principio, sino al final, pues el final contiene al
principio. El punto de vista de la altura (viershínnaia). No debemos trabajar
siempre cerca de los límites inferiores». (2018, p. 247)
La transición de
la práctica vital a la conciencia fue solo el primer peldaño de la psicología
científica. La investigación no debe estancarse en esta etapa temprana, «cerca
de los límites inferiores». Además, la conciencia debe investigarse como tal,
en su realidad interna, y luego en su implementación práctica externa. El tema
«alto/acmeísta» de la psicología es la vida consciente, o lo que es lo mismo,
la libertad humana.
El
movimiento directo (de la vida a la conciencia) solo es importante en la medida
en que nos permite comprender el movimiento inverso de la conciencia a la vida
(la conciencia cambia la vida), la dependencia de la vida con respecto a la
conciencia. (Vygotsky, 2018, p. 355)
Leóntiev no pudo evitar responder
al desafío de su maestro. En la década de 1930, regresó al tema de las
emociones.6 Una de las secciones de su tesis doctoral estuvo
dedicada a este tema. El trabajo fue concebido como el primer volumen de su
monografía Desarrollo de la psique; no ha sido publicado, pero se conocen
algunas afirmaciones clave de la carta de Piotr Galpierin de octubre de 1940 a
Leóntiev (Galperin, 1997). Leóntiev explicó el problema de vincular el afecto y
el intelecto, legado por Vygotski, a través de la relación de la actividad y la
acción. Aquí, el afecto fue definido con bastante acierto como “la
representación interna de la actividad”. Galpierin llamó a esta definición “profunda
e importante” y aprobó el concepto de psique como la “forma interna de la
actividad” derivada de las actividades externas que tienen lugar en el mundo
físico.
6 La primera intervención de Leóntiev
sobre este tema tuvo lugar durante sus años de estudiante, por sugerencia de su
supervisor Gueorgui Chelpánov. Posteriormente, junto con Aleksandr Luria,
estudiaron los «síntomas objetivos de las reacciones afectivas» con el aparato
para registrar trastornos de la motricidad fina.
Sin embargo, continuó,
precisamente
la comprensión de la psique como actividad permanece sin desarrollar [en el
libro de Leóntiev]. Es más probable que se postule y aplique en una construcción
genética amplia que se revele y fundamente como tal. Y esto lleva a la
sustitución de la psique como actividad por la psique dentro de la actividad,
la psique tras la actividad y permaneciendo como un conjunto de fenómenos y pieriezhivania de la conciencia, como
antes. (Galperin, 1997, p. 4)
En otras palabras, Leóntiev no
logró derivar el mundo interior de la conciencia de la actividad externa,
orientada a objetos. Pero este era el punto principal de su programa teórico, a
diferencia del programa de Vygotski. El colaborador más cercano de Leóntiev
insistió en que el problema seguía sin resolverse.
De
hecho, en el esquema que usted esbozó, se observa claramente un paralelismo
entre la conciencia y la conducta. En la conducta: actividad, acción, operación;
en la conciencia: afecto, propósito, significado. [...] La conciencia
representa y reproduce, en su propio lenguaje, la trama de las acciones y las
cosas. Es cierto que la actividad está mediada por la «reflexión» y es una con
ella. Pero ¿qué tipo de actividad? ¡Actividad externa, no psicológica! Y cuando se nos pregunta qué es la actividad
psíquica en sí misma, resulta ser afecto, propósito, significado, pieriezhivanie, etc. (Galperin, 1997, p.
4)
Así, se declara que la psique es
actividad y se la considera a través del prisma de la actividad externa. «Eso
está bien, pero no es exactamente lo que nos propusimos», concluyó Galpierin,
refiriéndose al momento en que comenzaron a alejarse de Vygotski unos ocho años
antes. Como solución, propuso considerar los fenómenos de la conciencia, las pieriezhivania, como «visiones
subjetivas». Todas estas no son «la psique real, sino solo una anterior»; son,
en cierto sentido, las sombras platónicas de la verdadera actividad
orientadora. Así es como se supera el dualismo de lo externo y lo interno
(acciones y pieriezhivania) dentro de
la actividad humana.
Obviamente, Leóntiev
no aprobó una masacre tan radical del mundo interior de la conciencia. Su libro
ofreció una solución más compleja y cautelosa al problema: representar la
conciencia como una proyección estructural de la actividad. En el plano mental
interno, la tríada actividad-acción-operación toma la forma de
afecto-propósito-significado. “En general, la actividad del hombre está
vinculada internamente al afecto, la acción al propósito y la operación al
significado.” (Galperin, 1997, p. 4)7
7 Este pasaje de El desarrollo de
la psique, de Leóntiev se cita textualmente en la carta de Galpierin.
Hay dos aspectos que cabe
destacar en esta formulación:
1) En el plano
de la conciencia, el afecto es el doble de la actividad. Por lo tanto, la
conciencia no es más que la forma afectiva de la actividad.
Vygotski
difícilmente objetaría esto; pero podría añadir que esta es la definición de la
psique en general, no solo de la conciencia humana.
2) El
significado se correlaciona con la operación; con ello, Leóntiev eliminó la
semántica del ámbito de la psicología. El significado, como operación, se
convierte en un fenómeno psicológico solo cuando se transforma en un componente
de la actividad vital del individuo.
Esta objeción a
Vygotski fue desarrollada y fundamentada posteriormente en el libro de Leóntiev,
Actividad. Conciencia. Personalidad,8 pero, de nuevo, sin mencionar
el nombre de su oponente, Vygotski.
8 “Los significados y las
operaciones contenidas en ellos, en sí mismos, es decir, en su abstracción de
las relaciones internas del sistema de actividad y conciencia, no son en
absoluto objeto de la psicología.” (Leontiev, 2004, p. 111)
En Los procesos básicos de la
vida mental (1940), Leóntiev propuso una nueva comprensión del afecto como una
experiencia (pieriezhivanie) de la
diferencia entre el motivo y el resultado de la actividad (Leontiev, 1994, p.
49). El concepto de actividad de la pieriezhivanie
se desarrolla en el primero de sus cuatro “cuadernos filosóficos”. En las
mismas páginas, encontramos la afirmación de que la sensación, que forma la
“célula germinal” de la psique, no es más que afecto. “La sensación emerge como
un sentimiento, como una sensación vaga: el afecto”. (Ibíd., p. 164)
La tesis de la
naturaleza afectiva de la psique no se abordó en las obras publicadas de
Leóntiev, y mucho menos se desarrolló sistemáticamente. Leóntiev la comentó en
sus conferencias posteriores sobre psicología general, pero sin utilizar el
término “afecto”. Afirmó que las primeras y más antiguas formas de sensibilidad
son difusas; todavía no existe una frontera entre los estados de un cuerpo
sensible y los estados de los cuerpos externos que percibe. La diferenciación
entre las funciones «gnósticas» y emocionales de la sensibilidad «ocurre
lentamente a lo largo de la evolución biológica». (Leontiev, 2001, p. 51)
Así, en un
principio, Leóntiev coincidía con Vygotski en que la psique comienza con el
afecto. Pero en años posteriores, el término «afecto» se convirtió en un
elemento poco frecuente en su obra, y su significado se redujo a «fenómeno
emocional intenso y repentino». (Ibíd., p. 462)
Realizar el sueño de El Capital
“Cuando queremos ver un roble con
todo el vigor de su tronco, sus ramas extendidas y la masa de follaje, no nos
conformamos con que nos muestren una bellota” (Hegel, 2005, págs. 75-76). Los
psicólogos soviéticos no llegaron muy lejos en la realización del sueño de
Vygotski sobre El Capital. El spinozista Vygotski llegó a la conclusión de que
la “célula” de la psique es el afecto. Más tarde, Leóntiev habló de “una
sensación vaga: el afecto”, en la que se fusionan la sensación del objeto de
actividad con la sensación del cuerpo activo.9 Pero Leóntiev no
distingue entre afectos pasivos y activos, y no admite que determinen la
actividad. Solo al reflejarse en el “espejo” afectivo, el motivo objetivo se
convierte en el determinante interno y psicológico de la actividad.
9 Vygotski llamó a este tipo de
sensación vaga “percepción afectiva”, en la que “las emociones y las
percepciones aún no se diferencian entre sí”. Esta función psicológica se forma
primero en la primera infancia y ocupa “el lugar dominante en relación con
todas las demás” (2001, págs. 98-99).
Criticando las opiniones de
Vygotski, Leóntiev argumentó que «el afecto no es una fuerza impulsora» (1994,
p. 40). Se puede responder con las palabras del prólogo del libro de Cannon:
El
miedo, la rabia, el dolor y las punzadas del hambre son experiencias primitivas
que [...] se clasifican con razón entre las más poderosas que determinan la
acción de hombres y animales. Por lo tanto, el conocimiento de las condiciones
que acompañan a estas experiencias es de importancia general y fundamental para
la interpretación de la conducta (1922, p. vii).
Vygotski citó estas palabras con
aprobación, y sin duda pretendía construir la ciencia de la conducta sobre la
base del concepto de afecto. Por supuesto, no debemos olvidar que el afecto es
el atributo de la actividad. Detrás del afecto se encuentran las necesidades,
por un lado, y los motivos objetivos, por otro. El afecto es el efecto de su
interacción. Como tal, esta interacción se estudia en las ciencias de la vida
material y representa una condición “antediluviana” para el surgimiento de la
psique, junto con la morfofisiología del cuerpo, las reacciones bioquímicas,
etc.
Los afectos son
las “perturbaciones” del estado del cuerpo que determinan su capacidad y
disposición para actuar. Esta es también la definición de la psique en general,
con la salvedad de que el “cuerpo” de las formas mentales superiores es la
cultura objetiva, que incluye el cuerpo orgánico de la persona, desarrollado
por el trabajo humano. Los afectos culturales e ideales son tan diferentes de
los afectos naturales como un huerto de un bosque silvestre.
El proceso de
actividad consta de dos fases opuestas fusionadas en cada acción específica: un
efecto directo sobre el objeto y un efecto reflejado que genera afectos. Un
análisis de las fases de la actividad nos permite definir la especificidad de
la reflexión psíquica (véase Maidansky, 2021).
¿Cuál es el
lugar y el papel de la psique en el proceso de actividad? Leóntiev y Galpierin,
a pesar de todas sus diferencias, consideraron este papel como la orientación
hacia el objeto. Esto desplaza el enfoque a la primera fase de la actividad.
Sin embargo, aquí la psique sirve a la actividad de la vida material como uno
de sus momentos internos, junto con la simple irritabilidad y los procesos
metabólicos. Solo en la segunda fase de actividad, la afectiva, la psique
encuentra su contenido especial, distinto del físico. Aquí forma sus propias
células, su dominio específico. «La grandiosa señalística del habla» (Iván
Pavlov) se forma a partir de la materia de las reacciones emocionales y
expresivas.
Así como la
riqueza de la sociedad burguesa consiste en mercancías, la riqueza de la psique
consiste en afectos; estos son su tejido vivo, su esencia. El afecto
representa, por un lado, los deseos y necesidades de un ser vivo, y por otro,
una imagen o idea sensual de algo externo (a Marx le gustaba comparar las
mercancías con espejos). Este es, por así decirlo, el valor de uso y el valor
de cambio del afecto.
Al igual que las
mercancías, los afectos viven su propia vida en procesos de intercambio mutuo,
en el elemento de la comunicación. Aquí, la psique se opone no al objeto “mudo”,
sino a otra psique con sus afectos personales. Es necesario deducir lógicamente
las formas universales de esta interacción de “almas”, tal como Marx dedujo las
formas de valor del intercambio de mercancías en el primer capítulo de El
Capital.
Empíricamente,
no es difícil detectar tres formas de intercambio de afectos: 1) una forma
simple o inmediata de comunicación; 2) una forma de señalización; y 3) un
lenguaje o forma simbólica. Este último es creado por el trabajo humano y
constituye una forma universal de actividad cultural. Vygotski entendía el
lenguaje de la misma manera. En el “mercado” del lenguaje, no solo se intercambian
afectos, sino también pensamientos e ideas. La palabra logra combinar la
comunicación (habla) y el pensamiento.
Ya desde
Wolfgang Köhler se reconocía que, en el mundo animal, la comunicación y la vida
afectiva prácticamente no se superponen con el intelecto y las conductas
racionales. De igual manera, en la primera infancia, la comunicación oral se
desarrolla independientemente del pensamiento. Incluso en la edad adulta, la
razón y las pasiones suelen estar en conflicto. Pero un buen día se alían: el
pensamiento se transforma en palabra y el afecto en concepto, convirtiéndose en
emoción cultural. Este es el primer paso del hombre hacia la libertad.
Según Vygotski,
la evolución de la mente es un proceso de liberación de la esclavitud de las
pasiones, al igual que para Marx, la historia humana es el camino hacia el
“reino de la libertad” (Reich der Freiheit) a través del Gólgota del trabajo
alienado.
La
libertad no se da, se toma. No es primordial, sino que se alcanza mediante una
ardua lucha interior. El hombre puede alcanzar la libertad, pero esto es tan
excelente como excepcional. El camino hacia la libertad atraviesa cumbres
escarpadas. La libertad no reside en la llanura; no es accesible ni fácil de
alcanzar para todos. No se encuentra al principio, sino al final del camino de
una persona. Es inaccesible para el niño. No se encuentra en las profundidades,
sino en las cimas de la mente.” (Vygotsky, 2018, p. 374)
Por eso, Vygotski llamó a su
proyecto inacabado psicología de la «altura» o «acmeísta».
Siguiendo al
autor de las Tesis sobre Feuerbach,
Vygotski podría decir: los psicólogos solo han interpretado la vida humana de
diversas maneras, pero el objetivo es transformarla. O, como escribió en un
trozo de papel: «Preservar la vida es la función principal de las pasiones.
Cambiar la vida es la función principal de la conciencia». (Vygotsky, 2018, p.
221)
El Capital nos
mostró cómo toda una formación económica surge de una «célula» mercantil. La
psicología de orientación marxista debería mostrar cómo el «roble» de la
formación psicológica crece de la «bellota» del afecto, es decir, demostrar una
serie de etapas evolutivas que se diferencian entre sí «por el orden y la
conexión de los afectos». De esta manera, creo que el sueño de Vygotski se
haría realidad si lo tomáramos en serio.
En la psicología
soviética, las teorías formativas fueron desarrolladas por Alekséi Leóntiev
(psique sensorial, psique perceptiva, intelecto y conciencia) y Pável Blonski
(memoria en sus formas motora, afectiva, imaginaria y verbal). Sin embargo,
eran construcciones empíricas, sin rastro siquiera de deducción
geométrico-formal, como en la Ética de Spinoza, y mucho menos en la sofisticada
dialéctica de El Capital.
Conclusión
Desde la segunda mitad del siglo
pasado, la teoría de la actividad en psicología se ha desarrollado extensamente.
Sin embargo, como una “gran narrativa”, se ha estancado. “Este sistema de
nociones resultó congelado, sin movimiento alguno”, afirmó Leóntiev en 1969
(1994, p. 247). La manera perfecta de descongelarlo y ponerlo en marcha es
referirse a los planes incumplidos de Vygotski, de los que nos han hablado
recientemente en sus Cuadernos. En sus manos, la psicología de la actividad se
desarrolló de forma muy dinámica.
"Orientarse
por las estrellas es lo más primitivo. Pero la psicología contemporánea, que no
tiene brújula ni mapa, debe confiar en las estrellas: en Spinoza"
(Vygotsky, 2018, p. 221). Este testimonio ha permanecido como la voz de quien
clama en el desierto. El problema de la libertad, entendido como “moderar y
restringir los afectos”, apenas se aborda en la psicología histórico-cultural,
y el concepto mismo de afecto se ha degradado.
A.N. Leóntiev
expresó su preocupación por la transformación del concepto de actividad en una
abstracción vacía. Y ya a principios de nuestro siglo, su alumna y asistente
Nina Talyzina, tras condenar la moda de renombrar las funciones mentales como
«actividades», resumió el decepcionante resultado: «El enfoque de la actividad
aún no se ha implementado. [...] No tenemos psicología de la actividad; aún
debe construirse. Debería haber un análisis en el lenguaje de las acciones, no
en el de las funciones». (2003, p. 15)
Pero ¿por qué no
se ha construido? Mentes destacadas trabajaron en el desarrollo de la psicología
de la actividad durante cincuenta años, pero no lograron convertirla en un
sistema científico completo. No tengo una respuesta concreta. Quizás su
metodología, el “lenguaje de la acción”, no parecía lo suficientemente potente,
especialmente en las esferas superiores de la vida mental, como la literatura y
el teatro. Los logros de la psicología de la actividad, en la versión de
Leóntiev, se volvieron cada vez más modestos a medida que se alejaba de los “límites
inferiores”. Ningún psicólogo sueña ya con un El Capital propio, pero quizá
valga la pena intentarlo.
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