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el microcosmos: Una mirada a las raíces del holismo de Vygotski
Carlos
Cornejo
En: History of the Human Sciences 2015, Vol. 28(2) 72–92
Traducción: Efraín Aguilar
Introducción
Vygotski
terminó Pensamiento
y lenguaje con la frase inspiradora ‘Una
palabra es un microcosmos de la
consciencia humana’ (Vygotsky, 1986: 256). Si consideramos que esta es la
conclusión del capítulo (y, probablemente de todo el libro), es enigmático que
la palabra ‘microcosmos’ apareciera aquí por vez primera en el texto. ¿Por qué
escogió ese término? El estilo empleado por Vygotski en los últimos parágrafos
del último capítulo, con abundante uso de metáforas y vívidas imágenes, nos
lleva a pensar que el uso de la palabra ‘microcosmos’ es una perífrasis poética
de las ideas ya expresadas. El contexto que precede inmediatamente a esa
oración refuerza esta impresión: ‘La consciencia se refleja en una palabra como
el sol en una gota de agua… Una palabra se relaciona con la consciencia como
una célula viva se relaciona con el organismo completo, como un átomo se
relaciona con el universo’ (ibid.).
Si esta interpretación fuera correcta, microcosmos
manifestaría de un modo más bien poético la idea que la totalidad se refleja en
partes individuales. Sin embargo, esta idea está lejos de ser subsidiaria en el
pensamiento de Vygotski; pertenece a la esencia misma de su marco teórico. Un
examen más detallado del uso de Vygotski de ‘microcosmos’ muestra, de hecho, que
la idea encriptada en este término es bastante precisa y consistente a través de
su oeuvre. Por ejemplo, en el primer capítulo de Pensamiento y
lenguaje, Vygotski presenta su objetivo de formular una teoría basada en una unidad de análisis
que preservase las ‘propiedades del todo’ (Vygotsky, 1986: 4). El único modo de
conducir un análisis psicológicamente apropiado del lenguaje está basado en la mínima unidad que
aún posee las propiedades de las ‘estructuras psicológicas’ o del ‘complejo
psicológico total’ (ibid.). Vygotski creía haber hallado tal unidad en el
significado de la palabra: ‘La psicología, cuyo objetivo es el estudio de los
sistemas holísticos complejos, debe reemplazar el método de análisis en elementos
por el método de análisis en unidades… ¿Cuál es la unidad del pensamiento verbal que ya no es
analizable y todavía retiene las propiedades del todo? Creemos que tal unidad
puede ser hallada en el aspecto interno de la palabra, en el significado de la
palabra’ (ibid.: 5).
No es el objetivo del presente artículo evaluar la
firmeza del significado de la palabra como unidad de análisis para una teoría
psicológica del lenguaje. Más bien, este artículo busca develar el fondo histórico
del concepto de microcosmos y esbozar los compromisos teóricos implicados en su
uso durante las primeras décadas del siglo 20. Al hacer esto, descubriremos que
la busca de Vygotski por una unidad de
análisis asume la prioridad del todo psicológico sobre sus partes. ‘Microcosmos’
no es por lo tanto un agradable término poético ni un término meramente idiosincrático,
sino un término clave para Vygotski. Conecta su pensamiento con un largo debate
sobre lo que se debería considerar el fundamento de las ciencias humanas. Al
aclarar las relaciones históricas del microcosmos, nos llegamos a percatar de
un sentido más profundo de la búsqueda incompleta de Vygotski: su compromiso
con la subjetividad individual como base para un adecuado análisis psicológico de la mente. A pesar de
su adscripción a los principios marxistas, hay razones para creer que Vygotski
no defendía una visión puramente materialista de la mente. Por lo tanto, la
busca de la unidad real microcósmica en psicología recursivamente refleja la
participación tácita de Vygotski en la larga tradición del holismo en las
ciencias humanas. Le estructura del artículo es como sigue. Primero, presentamos
la noción de microcosmos tal como aparece en los textos de Vygotski. En la
siguiente sección, desarrollamos el monismo de Spinoza como una de las
principales influencias de este uso. Se discute la evolución de microcosmos alrededor
de 1800 y mediados del siglo 19, al enfatizar las obras de Goethe y Alexander
von Humboldt. La recepción de estas ideas en la emergente psicología científica
está expresada en el Microcosmus de Hermann
Lotze. Después de presentar las ideas concernientes al microcosmos que estaban
en vigor en la época de Vygotski, argumentamos que su reactivación del término
se refiere a su abordaje de las variedades coetáneas del holismo alemán más que
a las teorías marxistas.
Microcosmos y holismo en Vygotski
Vygotski
parece haber incorporado el término ‘microcosmos’ en sentido específicamente marxista
(Keiler, 2002). Por ejemplo, en 1927, años antes de escribir Pensamiento y
lenguaje, Vygotski observa lo siguiente en su
famoso ensayo ‘El significado histórico de la crisis en psicología’:
Cuando nuestros marxistas explican el
principio hegeliano en la metodología marxista afirman de modo correcto que
cada cosa puede ser examinada como un microcosmos, como una medida universal en la
cual se refleja el mundo completo… En este sentido se puede decir que cada persona
es en cierto grado una medida de la sociedad, o más bien de una clase a la cual
pertenece, pues la totalidad completa de las relaciones sociales se refleja en
ella… Debemos reconquistar el derecho de la psicología a examinar lo que es especial,
el individuo como un microcosmos
social, como un tipo, como una expresión o medida de la sociedad.
(Vygotsky, 1997a: 317; énfasis agregado)
Esta
cita establece el criterio para lo que puede ser considerado microcosmos:
debería ‘reflejar el mundo completo’, llegar a ser por lo tanto una ‘medida universal’
de ello. En la versión marxista, totalidad es sociedad, y la parte que la refleja
es el individuo; cada persona es ‘una medida de la clase a la que pertenece’. Con
base en esta cita, un microcosmos humano es social; la totalidad que refleja el
individuo es la estructura de la sociedad. En este caso, buscamos la armonía específica
entre la superestructura social y el ser humano socializado. Sin embargo, la
conexión totalidad-parte siempre acarrea cierto modo de percibir. Como la parte
puede ser entendida como tal solo si se mantiene en el fondo de la pre-comprensión
del todo, el punto de partida para la busca del microcosmos es precisamente la
intuición del macrocosmos cuyas propiedades probablemente serán halladas en sus
partes. Sin embargo, hay muchos macro-órdenes a los que las personas simultáneamente pertenecen. Los humanos son
animales, seres vivientes que comparten experiencias con muchas otras especies del
reino animal y con la vida en general. Hasta socialmente, las personas comparten
múltiples zonas de sentido (Vygotsky, 1986), cada una de las cuales define
diversos grados de concordancia con gente diferente: grupos sociales, nacionalidades,
lenguajes, etcétera. Por consecuencia, hay muchos tipos de totalidades que la persona
debe reflejar.
Sin duda, Vygotski dió primacía a la dimensión social de
los seres humanos debido a sus bases marxistas. Sin embargo, él estaba por
completo consciente del carácter de perspectiva de esta elección. En muchos
lugares, nos permite vislumbrar el modo como la percepción de la totalidad excede
y precede el axioma marxista de la sociabilidad de los individuos. Por ejemplo,
en el artículo ‘Mente, Consciencia y lo inconsciente’, originalmente publicado en
1930, con aprobación evalúa la idea de Koffka de la necesidad de reemplazar los
enfoques dualistas en psicología con una descripción real de la naturaleza
psico-fisiológica de la vida mental:
Como Koffka… dice, los procesos mentales
apuntan hacia adelante y más allá de sí mismos a las totalidades
psicofisiológicas complejas de las que forman una parte. Este punto de vista monista
integral consiste en considerar el fenómeno integral como un todo y sus partes
como las partes orgánicas de este todo. Así la detección de la conexión
significativa entre las partes y el todo, la habilidad para ver los procesos mentales
como una conexión orgánica de un proceso integral más complejo – esta es la
tarea básica de la psicología dialéctica. (Vygotsky, 1997b: 117)
Vygotski
de modo explícito compartió con los teóricos de la Gestalt el ‘punto de vista monista’,
que prioriza la comprensión del todo sobre los elementos desarticulados. De
modo crucial, pone esta convergencia teórica en el centro de su propia ‘psicología
dialéctica’. La tarea principal de su enfoque era ver las conexiones entre los
procesos mentales para captar la totalidad orgánica. Por ejemplo, es más fácil
entender el énfasis de Vygotski en las definiciones metodológicas del primer
capítulo de Pensamiento y lenguaje
si tomamos en cuenta su orientación a
no perder de vista la totalidad, esto es, de lo que hace específica a la unidad
psicológica. Mientras la especificidad de la Gestalt reside en su naturaleza significativa, basada en la experiencia en
contraste con los arbitrarios elementos de
las teorías asociacionistas de la consciencia, Vygotski
identificaba tal especificidad en aquellas manifestaciones de la vida mental
para cuyo origen del desarrollo podría reconstruirse una procedencia social. En ambos
casos, el sentido de unidad de la actividad mental estaba preservado así como
la percepción de la continuidad armónica entre la mente y la vida social u
orgánica. Así, es razonable considerar la precedencia de la totalidad como un
aspecto central del programa de investigación de Vygotski. Esta idea impregna
casi todos los textos escritos por Vygotski, a pesar de otras inconsistencias o
hasta contradicciones en su vasta e inconclusa obra.
Legado espinozista
Hay
razones para pensar que la esencia holística de Vygotski no viene de Marx ni de
Hegel. El punto de vista monista
mencionado arriba se refiere al primer monista de los tiempos modernos, Baruch
Spinoza. Vygotski cita directamente a Spinoza muchas veces a través de sus textos,
en particular donde presenta argumentos a favor de la materialidad de los
procesos psicológicos. Además, sabemos que Vygotski devino familiarizado con la
doctrina de Spinoza cuando estudiante y que el ‘gran moledor’1 permaneció
‘su pensador favorito por el resto de su
vida’ (Leontiev, 1997: 12).
Spinoza buscó superar el dualismo cartesiano generado al
plantear dos tipos de sustancias (cogitans y extensa). Su
solución implica concebir la res cartesiana no como sustancias sino como atributos
(modi) de una y la única sustancia. Mente y cuerpo no tienen
conexión causal porque son expresiones de una y la misma sustancia. No hay pluralidad
de las sustancias; solo hay una, es decir naturaleza o Dios, la cual es infinita
y contiene en sí misma todas las conexiones causales posibles entre las cosas. Extensión y pensamiento son simples atributos de la única sustancia divina, cuya presencia
se manifiesta de modo permanente en la inmanencia de los fenómenos naturales
más que en una trascendencia sustancialmente diversa. Extensión y pensamiento
son necesariamente parte de una cadena causal infinita de modo que cada fenómeno
extensivo tiene como su causa otro fenómeno extensivo, tal como cada representación mental
tiene otra representación mental como su causa. Sin embargo, ambas cadenas causales
son, de hecho, dos expresiones de una y la misma cadena causal infinita total:
‘En consecuencia, la sustancia pensante y la sustancia extensa son una y la
misma sustancia, comprendidas ahora bajo este atributo, ahora bajo aquel. Así,
también, un modo de Extensión y la idea de ese modo son una y la misma cosa,
expresada de dos modos’ (Spinoza, 2002: 247). La doctrina de Spinoza del
monismo ontológico y el dualismo epistemológico
deviene la ‘teoría de la unidad, pero no de la identidad de lo mental y lo físico’ (Vygotsky, 1997c: 290; énfasis original),
representando un principio orientador en el pensamiento de Vygotski. Él destacó
estas raíces espinozistas en su rechazo al dualismo de la teoría Gestalt: ‘Descubrimos
con facilidad que en la base de esta visión monista yace una comprensión
filosófica de lo mental y lo físico que se acerca bastante a la doctrina de Spinoza
y que en todo caso está conectada con ella mediante sus raíces’ (Vygotsky,
1997d: 194). En efecto, a través de estas raíces espinozistas, el enfoque de Vygotski
llegó a estar relacionado con un amplio grupo de teorías holistas, incluyendo
algunas prominentes como la teoría Gestalt y la Ganzheitspsychologie.2
El monismo de Spinoza dio origen a una forma
nueva de panteísmo: mientras Dios reside en la eterna cadena causal de las
cosas naturales, todo posee un alma porque cada cosa consiste de mente y cuerpo.
‘Por lo que hasta ahora hemos demostrado es de aplicación bastante general, y
se aplica a los hombres no más que a otros individuos, que son todos
animados, aunque en diferentes grados’
(Spinoza, 2002: 251; énfasis agregado). Las cosas no pueden existir fuera del
orden material, pero este mundo material es uno animado. Como Dios no existe en un dominio celestial separado –
‘Dios es lo inmanente, no lo transitivo,
causa de todas las cosas’ (ibid.: 229) – Dios impregna toda la naturaleza. Hay
algo espiritual en el movimiento de las estrellas, las órbitas planetarias y el
crecimiento de las plantas. El monismo de Spinoza con claridad busca integrar la
dimensión espiritual en una visión del mundo cada vez más causal-mecánica al
bajar a Dios a nuestra Tierra causalmente concatenada mientras adscribe infinitud
y transcendencia a prosaicos eventos naturales. Así, capturar el sol en una gota de
agua no solo es para hallar un hecho objetivo mediante observación más atenta; es
más para descubrir la complejidad de todo el universo en una mínima parte de él.
Para descubrir la profundidad de lo
cotidiano y de la unidad en la diversidad en apariencia desorganizada se requiere
por cierto una actitud contemplativa, que no era ajena a Vygotski. Por supuesto,
él eliminaba a Dios y la naturaleza de la descripción espinozista,3 de
modo que con dificultad podemos describir su teoría como panteísta. Sin
embargo, los esfuerzos sistemáticos de Vygotski para analizar los fenómenos
psicológicos como unidad de lo material y lo mental son mejor entendidos cuando
consideramos que su uso específico del microcosmos, su regreso a Spinoza para
apoyar principios fundacionales y, no menos importante, su insistencia en no
perder ni materia ni significado mediante el análisis de la mente humana; sitúan
su obra dentro de una larga corriente del pensamiento, mucho más vieja que la
sociología marxista, que asume la existencia de un orden que hace el universo una totalidad armónica
más que un haz de acontecimientos al azar.
‘Microcosmos’ alrededor de 1800
En
el curso del siglo 18, el notable crecimiento de las ciencias naturales aclamó
la porción racional de la unidad primordial como el objetivo más importante de
la investigación científica, si no el único. Lo espiritual (y, mucho más, la dimensión
estética) desapareció gradualmente del paisaje de las ciencias. Estos aspectos fueron
desplazados progresivamente de la investigación científica y asignados a
regiones pre-modernas del conocimiento, como la metafísica y la teología. El romanticismo
se rebeló contra este racionalista
destierro de los sentimientos y el espíritu hacia fines del siglo 18 (Berlin,
1999). La primacía de la vida sobre la teoría, la sabiduría sobre la precisión
técnica, la intuición sobre la lógica y
la pasión sobre la racionalidad: estos fueron los reclamos defendidos poderosamente
por los poetas e intelectuales románticos. En el contexto de una
racionalización progresiva y una sofisticación técnica del conocimiento
científico, los romanticistas clamaron por un regreso al sentido original de la
investigación humana y la maravilla en el contexto de la inmensidad del universo.
En una actitud de auto suficiencia, los científicos modernos quitaron el
espíritu y la profundidad de la naturaleza; el papel del poeta y el intelectual
es recuperar su majestuosidad y sublimidad. La queja nostálgica por una todavía mágica naturaleza
es captada en los famosos versos de Friedrich Schiller de 1788, ‘Los Dioses de Grecia’
(Schiller, 1902: 72):
When luminous imagination
Wrapped Truth in Fiction’s airy
fold,
Then life’s blood flowed
throughout creation,
And, wavelike, o’er its limits
rolled. In nature then a nobler merit
Man recognized with grateful
love,
And all things felt the hallowed
spirit,
Whose charm betrayed the Gods
above.*
*Cuando
la imaginación luminosa/Envolvió la verdad en el oreado pliegue de la
ficción/Fluyó entonces la sangre de la vida por toda la creación/Y, como una
ola sobre sus límites plegada/En la naturaleza entonces un mérito más
noble/Reconoció el hombre con amor agradecido/Y todas las cosas el sagrado
espíritu sintieron/Cuyo encanto los dioses antes traicionaron. (Traducción
libre)
El
romanticismo demandaba el regreso de los objetivos olvidados de la Grecia clásica:
belleza, verdad y justicia. La ciencia moderna ha intensificado la búsqueda
racional de la verdad sin tener en cuenta la belleza y la espiritualidad. La
ciencia desterró a los dioses y la poesía de la una vez sagrada naturaleza. En su
lugar, los científicos observan solo extensión carente de espíritu. Para los romanticistas,
la poesía y el arte poseían la misión de
revertir esta incómoda situación. En contraste, para los clasicistas (Goethe como
el principal de ellos y el mismo Schiller en sus últimas obras), aún había la
oportunidad de regresar la ciencia a su vía original. Una ciencia nueva debería
ser enseñada, una que fuera respetuosa del sentido unificador de la naturaleza.
Aunque Goethe dedicó gran cantidad de tiempo a
desarrollar un abordaje nuevo por completo para los temas científicos, sus
contribuciones científicas, como La Metamorfosis de
las Plantas (2009
[1790]) y Teoría
de los Colores (2006[1810]),
apenas fueron valorados por los científicos contemporáneos. El impacto más bien
escaso de sus propuestas científicas está explicado parcialmente por el hecho
que Goethe abordó los temas científicos desde un marco meta-teórico que
divergía radicalmente de la ciencia moderna racional (Bortoft, 1996). El punto
de vista científico de Goethe se distinguió del moderno en su adopción decidida de una
perspectiva genética sobre la naturaleza (Miller, 2009). Mientras las ciencias
naturales modernas se comportan respecto a los fenómenos naturales como productos, la observación de Goethe
sobre las variaciones de la morfología de las plantas le llevó a la idea que la
ciencia debería abordar la naturaleza en su interminable proceso del devenir. La
morfología de las plantas es descrita adecuadamente solo cuando captamos los
diferentes estadios del desarrollo de las hojas, plantas y especies como una
totalidad:
Si miro el objeto ya creado, investigo
sobre su creación, y sigo este proceso hacia atrás tanto como pueda, hallaré
una serie de pasos. Como estos en realidad no son vistos juntos antes de mí, debo
visualizarlos en mi memoria de modo que formen un todo ideal determinado. .
. Al principio tenderé a pensar en términos de pasos, pero la naturaleza
no deja lagunas, y así, al final, tendré que ver esta progresión de actividad ininterrumpida
como un todo. Puedo hacerlo al disolver lo particular sin destruir la impresión
misma. (Goethe, 1998a[1785]: 75)
Una
morfología también debería ser construida teniendo en cuenta que la naturaleza ‘se
transforma a sí misma de modo constante y nunca hay un momento de pausa en ella’
(Goethe, 1998b[1783]: 3). Sin embargo, la naturaleza es una integridad, una
totalidad cuya realización puede ser
borrosa por su multiplicidad de formas y especies: la naturaleza ‘es todo y sin
embargo inacabada. . . ella se esconde en miles de nombres y términos, y siempre
es la misma’ (ibid.: 5). La consciencia de la evolución constante de la naturaleza
tiene consecuencias metodológicas para la ciencia: ‘Si deseamos llegar a una
percepción viva de la naturaleza nosotros mismos debemos permanecer tan rápidos
y flexibles como la naturaleza y seguir el ejemplo que da’ (Goethe,
1998c[1807]: 64).
La percepción de la totalidad de la naturaleza implica
por lo tanto el cultivo de un modo de observación contemplativo, más respetuoso
que la usual observación empírica. Para ver la totalidad, es necesario sobrepasar
la observación empírica para obtener una percepción intuitiva de la totalidad:
‘veremos que la observación empírica finalmente cesa, La percepción intuitiva del
organismo en desarrollo comienza, y la idea es al final llevada a la expresión’ (Goethe, 1998a [1785]: 75). Un
abordaje comprensivo de la naturaleza requiere no solo razón e intelecto sino
también percepción o imaginación intuitiva. Esta habilidad, en algunos
parágrafos llamada también imaginación [Phantasie], resulta ser básica para la percepción de la totalidad:
Un hombre nacido y criado para las
llamadas ciencias exactas, y en la cumbre de su habilidad para razonar
empíricamente, halla difícil aceptar que una imaginación sensorial exacta [eine exakte sinnliche Phantasie]
deba también existir, aunque el arte es impensable sin ella. (Goethe,
1998d[1824]: 46)
Aunque
cada persona está dotada de imaginación sensorial exacta, su desarrollo no está garantizado por el tipo de
ocupación intelectual que requiere la ciencia moderna. Así, el científico natural
común debe hallar difícil aceptar que una capacidad mental como la imaginación existe.
Aquí se revela una diferencia entre los filósofos del renacimiento y Goethe: para los filósofos cada humano es un
microcosmos por la sola razón de ser parte de la Creación, mientras para Goethe
el microcosmos representa un ideal a ser alcanzado. Ello corresponde a un
estadio mítico del desarrollo donde se alcanza el equilibrio entre ciencia, poesía
y fe. Para Goethe, uno deviene un microcosmos después de grandes y laboriosos
esfuerzos de formación. Esto requiere el cultivo integral del espíritu, un tipo
de formación conspicuamente encriptada en el término alemán Bildung. Este es el curso intuitivamente perseguido por Fausto, que
es objeto de una representación de burla por Mefistófeles (Goethe, 1990[1785]:
191):
Why don’t you find yourself a
poet,
And let the gentleman ransack his
dreams:
And when he finds a noble trait,
let him bestow it
Upon your worthy head in reams
and reams:
The lion’s daring,
The swiftness of the hind,
The northerner’s forbearing
And the Italian’s fiery mind,
Let him resolve the mystery
How craft can be combined with
magnanimity,
Or how a passion-crazed young man
Might fall in love after a plan.
If there were such a man, I’d
like to meet him,
As Mr. Microcosm I would greet
him.*
*Por
qué no te buscas un poeta/Y dejas al caballero saquear sus sueños:/Y cuando
halle un atributo noble, deja que le otorgue/Sobre tu digna cabeza en pliegos y
pliegos:/La osadía del león,/La rapidez de la gacela,/La paciencia del norteño/Y
el espíritu ardiente del italiano,/Déjale resolver el misterio/Cómo el arte
puede combinarse con la grandeza,/O cómo un joven loco apasionado/Podría
enamorarse tras un designio./Si hubiese un hombre tal, me gustaría conocerlo,/Como
el Sr. Microcosmos le saludaría. (Traducción libre)
El
microcosmos viene a ser el hombre del utópico renacimiento quien es virtuoso de
un modo equilibrado: el científico racional, el poeta apasionado y el sabio
piadoso, todos ellos unidos en un ideal. La broma ‘Sr. Microcosmos’ puede ser
mejor comprendida si nos damos cuenta que a fines del siglo 18, la fragmentación
del panorama científico hizo imposible para
cualquier intelectual ser técnicamente competente en todos los campos del
conocimiento (Si hubiese un hombre tal, me gustaría
conocerlo, comenta Mefistófeles irónicamente).
Los estudios científicos de Goethe incorporan la versión
humanamente viable del en apariencia inútil ‘Sr. Microcosmos’. Goethe alienta
un abordaje científico que utilice todas las capacidades mentales de los seres
humanos. La ciencia natural moderna destaca la razón [Vernunft] y el intelecto [Verstand]. Aunque son por cierto habilidades necesarias para
obtener acceso a la verdad, también está la sensualidad [Sinnlichkeit] y, sobre todo, la imaginación [Phantasie], que son asimismo necesarias para sentir la harmonia mundi. Nuestro espíritu es capaz de representar con claridad
lo sentido y lo imaginado; es una imaginación sensorial
exacta. Traer esas habilidades juntas es
un deber moral. Los seres humanos también son
seres espirituales y estéticos:
Estamos bastante conscientes de que
alguna habilidad, alguna capacidad, usualmente predomina en el carácter de cada
ser humano. Esto lleva necesariamente a un pensamiento unilateral… Como una corrección,
él necesita desarrollar todas las manifestaciones del carácter humano –
sensualidad y razón, imaginación y sentido común – en un todo coherente, no importa
qué cualidad predomina en él. Si no puede hacerlo, hará el trabajo en virtud de
sus dolorosas limitaciones sin explicarse por qué tiene tantos enemigos tercos,
por qué algunas veces él mismo aparece como su enemigo. (Goethe, 1998d[1824]:
45 f.)
Devenir
un microcosmos significa reunir todas las capacidades del espíritu humano, lo
que originalmente constituye una primordial unión armónica.4 Certeza,
felicidad y sabiduría solo pueden lograrse mediante la integración de todas las
capacidades del alma humana en la investigación intelectual.5 En un
medio donde los procedimientos racionales de las ciencias naturales prevalecían
sin respuesta, el regreso de Goethe a la variedad y unidad de las fuerzas espirituales
era un motivo para recuperar un modo de observación que es más imaginativo y
sensible que la observación empírica plana. Solo mediante el despertar de las
letárgicas habilidades imaginativas puede lograrse una ciencia completa, una
ciencia sensible y abierta a las conexiones armónicas entre los organismos y
los fenómenos de la naturaleza. Solo al
restaurar la fantasía puede redescubrirse la totalidad de la naturaleza.
Mitad del siglo 19: el cosmos de Humboldt
La
romántica intuición de la armonía a través de todo el universo duró más allá de
fines del movimiento romántico a través del concepto de cosmos desarrollado por
Alexander von Humboldt (1858[1845]) en su homónima magnum opus. Humboldt puede ser descrito como el más prominente
científico natural comprometido con la prescripción de Goethe de llevar la imaginación
a la observación científica. Después de su memorable viaje a norte y sud América,
una larga estadía en París y una posterior expedición a Siberia, Humboldt decidió
escribir un trabajo ambicioso acerca de todo lo entonces conocido en el cosmos
(tierra y cielo), cubriendo disciplinas tales como astronomía, geología, botánica,
biología y hasta antropología. En una carta dirigida a su amigo Varnhagen y
fechada el 27 de octubre de 1834, Humboldt expresó:
Voy a presionar con mi trabajo – la
obra de mi vida… Se ha apoderado de mí la fantasía loca de representar en una sola
obra todo el mundo material – todo lo que nos es conocido de los fenómenos del
espacio celestial y la vida terrestre, desde la nebulosa de las estrellas hasta
la distribución geográfica de los musgos en las rocas de granito, y esto en una
obra en la que un estilo vivo compartirá al mismo tiempo interés y encanto.
(Humboldt, 2009: 15 f.)
La
obra de su vida en última instancia llegó a ser uno de los libros científicos más
importantes del siglo 19, con repercusiones que llegaron más allá del
continente europeo (Botting, 1973; Walls, 2009). En este trabajo abarcador de
todo, Humboldt aborda la naturaleza como una ‘unidad en la diversidad de los fenómenos’ (Humboldt,
1858[1845]: 24; énfasis original). La naturaleza es ‘una armonía, mezclando todas las cosas creadas, pero disímiles en
forma y atributos; un gran todo animado por el aliento de la vida’ (ibid.; énfasis
original). Para ver la conexión entre las características del paisaje, la morfología
y fisiología de sus plantas, el tipo de suelo que les da de comer, el movimiento
de los océanos y las estrellas, y los rasgos psicológicos de los habitantes de una
región, el científico observador debe analizar las partes de los fenómenos naturales
sin perder la visión del todo. La naturaleza
no es una masa de cosas inertes sino ‘un todo vivo y activo, animado por un
solo impulso’ (ibid.: 55) porque ‘una cadena única e indisoluble une toda la naturaleza’
(ibid.: 27).
El monismo de Spinoza, la búsqueda romántica de la armonía
y, más evidente, la morfología de Goethe están representadas notablemente a
través del Cosmos de Humboldt. La percepción de la totalidad exige un modo
contemplativo de observación que presta especial atención a lo que sentimos
cuando habitamos un cierto paisaje. Lo que sentimos participa de la totalidad
de lo que habitamos; lo que sentimos resulta ser reverberaciones armónicas de
la realidad observada. Al evocar ‘la calma sublime de una noche tropical’ o ‘los
valles profundos de las cordilleras’, Humboldt observó:
En escenas como estas, no es el
encanto apacible que de modo uniforme se reparte sobre la faz de la naturaleza lo
que mueve el corazón, sino más bien la peculiar fisiognomía y conformación de
la tierra, las características del paisaje… Todo lo que los sentidos no pueden
comprender sino de modo imperfecto. . . en
tales románticas escenas de la naturaleza, puede llegar a ser fuente de placer
para el hombre, al abrir un amplio campo de poderes creativos de su imaginación.
Las impresiones cambian con los diferentes movimientos de la mente, y somos
llevados por una ilusión feliz a creer que recibimos del mundo exterior aquello
de lo que nosotros lo hemos investido. (Humboldt, 1858[1845]: 26; énfasis agregado)
6
El
sentido de lo sublime viene sobre todo de los sentimientos; sin tal sustrato
afectivo, lo que llamamos ‘infinito’ desde un punto de vista intelectual sería inconcebible.
Así, una observación científica exhaustiva no debería empezar de categorías intelectuales,
sino que debería tomar las raíces del dominio de las impresiones estéticas y espirituales.
La consideración de estos componentes explica el título que Humboldt dio a su
obra, aunque esta palabra no carece de ‘un cierto dejo de afectación’.7
Él notó que la palabra griega Kosmos en su uso más antiguo significaba ‘ornamento’
(Humboldt, 1858[1845]: 69 f.) y que debemos a Pitágoras la extensión metafórica
de su significado para designar el orden del
universo y el universo mismo. Por lo tanto, Humboldt definió el cosmos
como ‘el conjunto de todas las cosas del cielo y la tierra, la universalidad de
las cosas creadas que constituyen el
mundo perceptible’ (ibid.: 71).
Humboldt describe que una ‘correcta comprensión de la naturaleza’
(Humboldt, 1858 [1845]: 72) lleva la visión de Goethe que la materia orgánica está
continuamente sufriendo cambios y siendo disuelta para originar nuevas formas. Aún
más, no solo el reino biológico es el
que está bajo desarrollo permanente: ‘El globo en sí revela en cada fase de su existencia
el misterio de sus condiciones anteriores’ (ibid.). Un corolario de esto es la imposibilidad
de obtener una completa descripción del cosmos, sea científica o de otro tipo:
‘Nunca tendremos éxito en agotar la riqueza ilimitada de la naturaleza; y
ninguna generación de hombres tendrá una
razón para presumir de haber comprendido la agregación total de los fenómenos’
(ibid.: 73).
La influencia de Humboldt fue inmensa a mitad del siglo 19,
cuando la psicología escribía sus primeras páginas como disciplina independiente.
No sorprende que también haya ejercido influencia sobre los primeros autores de
la psicología.
El Microcosmus
de Lotze
Un
precursor de la moderna psicología, Hermann Lotze trabajó durante la segunda
mitad del siglo 19 de modo simultáneo como fisiólogo experimental y como
filósofo, interesado en lógica, metafísica y estética. Experimentó la tensión creciente
entre el progreso evidente de las ciencias naturales y la descomposición paralela
de la profundidad espiritual, ya notada por Schiller (ver nota 5). A mediados
del siglo 19, la industrialización en Alemania, un poco después que en otros
países europeos, comenzó a cambiar de modo radical la estructura social, al mejorar
las condiciones y elevar la expectativa de vida mientras generaba nuevas demandas sociales. Alemania
rápido llegó a ser uno de los poderes industriales del mundo. La misma tierra
donde nacieron el protestantismo, el pietismo y el moderno irracionalismo estaba
en vías de convertirse en una nación industrial cuyo progreso fue indiscutiblemente
liderado por la expansión tecnológica de las ciencias naturales. La tierra de poetas
y compositores se transformó gradualmente durante el siglo 19 en una tierra de científicos naturales e
industrias tecnológicas. Los intelectuales alemanes vivían con sentimientos
mezclados a través de tal trascendental transición. Mientras los primeros romanticistas
reaccionaron vehementemente contra el moderno racionalismo debido a su falta de
alma y autenticidad, una generación después, al seguir el ‘carácter redentor de la filosofía alemana’ como
alguna vez lo describió Hilary Putnam (Borradori, 1994), los intentos iban
dirigidos en su mayoría en dirección de integrar la ciencia moderna con la Bildung espiritual. Este era el objetivo de Goethe, el Schiller tardío
y Humboldt.8
El Microcosmus de Hermann Lotze participa del mismo espíritu. Su obra puede
ser entendida como un intento de unir los desarrollos científico y espiritual
porque ‘[e]ntre las necesidades espirituales y los resultados de la ciencia humana
hay una disputa no resuelta de larga data’ (Lotze, 1887a[1856]: vii). El mismo Lotze
no solo era un muy conocido fisiólogo sino también un piadoso protestante. Sentía
que el abrumador crecimiento de las ciencias naturales tendía a generar un
‘pueril heroísmo’ en los jóvenes científicos que despreciaban ‘todo excepto la
ciencia que se considera sagrada por el espíritu vivo del hombre’ (ibid.). Los
problemas con esta superficial actitud, decía Lotze, vienen a ser más agudos
cuando la realidad estudiada es el ser humano: ‘Pero, como la hipermetropía
creciente de la astronomía disipó la idea
que el gran teatro de la vida humana estaba en conexión directa con la divinidad,
así el nuevo avance de la ciencia mecánica comienza a amenazar con una similar
desintegración al mundo más pequeño, el Microcosmos del hombre’ (ibid.: xv; énfasis agregado). En esta obra, Lotze buscó
reconciliar las ciencias físicas con los dominios estético y religioso de la
vida humana:
Sucede así que las viejas
contradicciones suben otra vez a la batalla sobre el conocimiento del mundo de
los sentidos con su riqueza cada vez mayor de la ciencia exacta y la fuerza persuasiva
de los hechos intuitivos por un lado; por el otro, que esas vagas convicciones
relativas al mundo suprasensible, al no tener un contenido absolutamente fijo y
determinado son difícilmente susceptibles de prueba, pero al ser sostenidas por
una consciencia siempre renovada de su verdad necesaria son mucho menos susceptibles
de refutación. Que esta disputa entre las dos es un tormento innecesario que
infligimos a nosotros mismos… es la conclusión que
deseo establecer. (Lotze, 1887a[1856]: xi–xii)
Para
cerrar la brecha entre ciencia y fe, Lotze argumentaba a favor de dos
declaraciones principales. Primero, el mundo está organizado por completo en términos
mecánicos; segundo, existe una región suprasensible más allá de nuestras
capacidades humanas como para hallarle pruebas. Prima facie, las dos
declaraciones parecen contradictorias porque la primera describe la teoría como
materialista, mientras que la segunda localiza la teoría en la metafísica. La contradicción aparente se disuelve
cuando aclaramos que ‘mecanismo’ en el enfoque de Lotze incluye no solo la
causa material concreta, eficiente sino también una red compleja de causas, motivos y razones que
pueden ser denominadas ‘armonía’:
La racionalidad de las cosas que
intentamos explicar de ningún modo es idéntica a la ausencia mecánica de
contradicción que sin ser observada ha sido puesta en su lugar, pero que consiste
de una inherente armonía
y consistencia que, lejos de ser una
mera ausencia de defectos que simplemente garantiza la existencia establecida
de los fenómenos, por la ingeniosa excelencia de su contenido unifica los más
diversos elementos en el ejercicio de una vida común y altamente significativa.
(Lotze, 1887a[1856]: 429; énfasis agregado)
El
concepto de mecanismo está expandido desde su sentido usual para incluir
cualquier tipo de relación armónica, incluidas las impresiones estética y
religiosa. Así, la ciencia racional es incorrecta en rechazar tales aspectos de
la mente humana. Al contrario, cuando ejercemos nueva introspección hacia las ideas
físicas, tales fuerzas y leyes naturales ‘también nos regresan a la misma
región suprasensible de la cual no podemos alcanzar los límites’ (Lotze,
1887a[1856]: xii). La expansión de la noción de mecanismo deviene posible dado
un nuevo avance metafísico de Lotze, llamado, ser es ser parte de las relaciones causales. Esta idea, de procedencia espinozista, define objetos y
eventos de acuerdo con su papel causal respecto a otras entidades: ‘Pero este
nombre, cosa, indica hasta donde sabemos no más que las actuaciones que
esperamos de lo que llamamos cosas como evidencia de su realidad’ (Lotze, 1887b[1858]:
579). Así, ‘toda la inteligibilidad del curso cósmico depende de las relaciones
universales, que conectan todas las cosas juntas’ (ibid.: 599).
Lotze dio a los sentimientos una función preponderante de
captar la armonía en la naturaleza. Para ver el parentesco de las cosas, debemos
develar las causas y efectos que los objetos tienen sobre nuestra mente, los que
incluyen la impresión estética que producen sobre nosotros: ‘Yo llamaría a la
mente el juicio estético al cual nuestra fantasía somete las formas y eventos de
la Naturaleza’ (Lotze, 1887a[1856]: 582). Los sentimientos estéticos son particularmente
importantes porque pueden revelar la red de conexiones causales que constituyen
la armonía de la parte del mundo percibida. Esto aplica no solo a las formas geométricas
sino también, de modo importante, a cualquier forma de la naturaleza, hasta las
aparentemente insignificantes, aunque ‘ello requiere un muy avanzado cultivo de
la fantasía para reconocer – sin embargo – la armonía en los informales y por
lo tanto primeros esbozos despreciados de la misma Naturaleza’ (ibid.: f.). Por
eso, hasta en casos diferentes, hay siempre una armonía – no necesariamente una
matemática, sino cierta ‘justicia estética’ (ibid.: 650). Los aspectos a ser armonizados
son aquellos que presentan cierto grado de consistencia, incluidas las
relaciones matemáticas así como las estéticas: ‘Porque mientras la ley matemática
solo determina directamente los efectos mutuos de los eventos similares, la justicia estética combina las cosas que a nuestra
comparación nocional son diferentes, pero que por necesidad todavía pertenecen
al total de una Idea’ (ibid.: 650; énfasis agregado).
Aunque Lotze representa a un autor transicional hacia la
moderna psicología, su influencia era enorme durante la segunda mitad del siglo
19. G. Stanley Hall lo resume así: ‘Pero con seguridad se podría decir que hay
ahora no más de cuarenta y cinco hombres pensantes en Alemania que están más o
menos en deuda con Lotze por el equilibrio mental, los gustos intelectuales o los
elementos de una cultura general que les permite ver más allá de su propio departamento
de actividad individual’ (Hall, 1912: 71). Para Vygotski (1997), la obra de Lotze
padecía de las mismas deficiencias de cualquier declaración idealista: no era
capaz de captar los orígenes materiales de la vida mental. Pero es de
importancia tener en cuenta que la crítica de Lotze de la sobre simplificación científica
de la complejidad psicológica es consistente con la postura de Vygotski. Lotze representa
el último esfuerzo espinozista para reunir espíritu y material por medio de una
expansión metafísica de la noción de mecanismo.9 Vygotski estaba
inspirado por el monismo espinozista para
considerar mente y materia como ‘unidad, pero no identidad’. Mientras Lotze describe
el mundo conectado mecánicamente, Vygotski toma la tesis de Spinoza como una
prescripción de los rasgos que una psicología apropiada debería tener.
En busca de la totalidad
Vygotski
por cierto estaba consciente de la tradición holista cuando introdujo el término
en Pensamiento y Lenguaje. Estaba
familiarizado no solo con la doctrina de Spinoza sino también con los clásicos
alemanes y los fundadores de la psicología. Aunque invocaba a Marx para validar su uso del ‘microcosmos’, como
lo hizo con cautela para cada uno de sus conceptos centrales, hemos dado evidencia
que esto puede puede remontarse a la doctrina de Spinoza. Es cierto que Vygotski
rechazó la interpretación divina de Spinoza de la sustancia única. Pero, como
ya mostramos, él no podía quitar las connotaciones poéticas, estéticas y hasta espirituales
del microcosmos. De hecho, el uso del microcosmos después de Spinoza, hasta las
primeras décadas de la psicología moderna, le dio gran importancia a las
dimensiones espirituales y estéticas implicadas en la percepción de la
totalidad. Desde los tiempos de Goethe, ver las conexiones entre los aspectos superficialmente
inconexos del paisaje ha sido entendido como un modo peculiar de observación: la
percepción intuitiva. Así, para captar la totalidad, una persona debería emplear
cierto modo de abordar la realidad, uno que es guiado por una exacta fantasía
sensorial o imaginación. Es el deber de todo científico el cultivar la imaginación
para ver el mundo correctamente.
La busca de una unidad de análisis que preserve las ‘propiedades
de la totalidad’ (Vygotsky, 1986: 4) tiene significado solo cuando uno es capaz
de ver las conexiones y captar la totalidad. Notar que Vygotski no aplicaba la
terminología marxista (por ej. clase social’, ‘alienación’, ‘trabajo’ e incluso
‘herramienta’) para interpretar directamente los
fenómenos psicológicos. En su lugar, los adaptó a la correcta
unidad de análisis: una que respete la totalidad psicológica. Este axioma en el
marco de referencia de Vygotski no viene de un dictum marxista, sino de una
convicción holística. Afirma la primacía de la totalidad psicológica sobre
cualquier otro tipo de totalidad percibida (por ej. sociológica, histórica). Este
axioma revela con más claridad un profundo punto de acuerdo con los teóricos de
la Gestalt: Vygotski también sostiene el carácter primordial del significado
como el punto de inicio irreducible para una psicología científica. Es verdad
que criticaba de modo manifiesto a esos teóricos por su falta de interés en explorar
los orígenes de tal significado experimentado personalmente y que de modo
convincente aspiraba por una explicación social de la consciencia individual. Pero
también es cierto que Vygotski nunca abandonó el principio fundamental que un
cambio cualitativo existe entre el significado distribuido socialmente y el
significado vivido personalmente.
Quizá el texto más expresivo de la obra de Vygotski en el
cual esta tensión emerge es el último capítulo de Pensamiento y lenguaje (ver Cornejo, 2012). A través de
este libro, Vygotski argumentaba en favor del significado de la palabra como la
única unidad de análisis correcta para explorar la relación entre pensamiento y
lenguaje por su naturaleza dual: social e
individual, objetiva y subjetiva. El significado de la palabra parece
satisfacer tanto el requisito marxista de objetividad social como el holismo
psicológico Así, de acuerdo a esta explicación, la consciencia humana sería el resultado
de una progresiva interiorización de los productos sociales – una explicación encaja
con las interpretaciones marxistas de la
subjetividad humana. El caso para el holismo psicológico es diferente. Aunque la
explicación inicial ayuda a aclarar algunos fenómenos psicológicos, la
sensibilidad de Vygotski a la dimensión personal le forzó a introducir una base
nueva, no social para la experiencia psicológica. Por lo tanto, el último
capítulo desarrolla la idea en apariencia contradictoria que ‘el pensamiento no
se expresa en palabras, sino que se realiza en ellas’ (Vygotsky, 1986: 251). Para
escapar a la contradicción, Vygotski introduce la distinción entre significado – lo social, parte
objetiva del pensamiento verbal, y sentido, que es una parte más personal, dinámica
y fluida del pensamiento. El sentido es ‘la suma de todos los eventos psicológicos surgidos en
nuestra consciencia por la palabra’ (ibid.: 244), compuesto por varias zonas de
dispar estabilidad, donde ‘el significado solo es una de las zonas del sentido, la más estable y
precisa’ (ibid.: 245).
Notar que al introducir la distinción entre significado y
sentido, Vygotski rompe la unidad de análisis, el significado de la palabra, por
lo que estamos hablando de modo inesperada de un nuevo tipo de significado, no
conectado con las formas lingüísticas: el sentido. Como
es parte de la experiencia vivida de una persona, es unidad fenomenológica. Al
contrario, el significado de la palabra se parece al significado del
diccionario y por lo tanto es unidad lingüística. Así, la introducción del
sentido crea serios cambios para una descripción estrictamente materialista de
la consciencia. La contradicción deviene aún más aguda cuando Vygotski estipula
una preponderancia del sentido sobre el significado: el significado del diccionario
‘no es más que una piedra en el edificio del sentido’ (Vygotsky, 1986: 245).
Aceptado, Vygotski argumentaba con un barniz claramente marxista
a favor de una unidad socialmente constituida como bloque constructor de la
consciencia humana. Así, al final de su análisis, descubrió que la fuente
última de la subjetividad humana no podría venir del exterior sino más bien de
las capacidades mentales interiores, no racionales:
Aunque no es procreado por el pensamiento,
es procreado por la motivación, es decir, por nuestros deseos y necesidades, nuestros
intereses y emociones. Detrás de cada pensamiento, hay una tendencia afectiva-volitiva,
que sujeta la respuesta hasta el último ‘porqué’ en el análisis del pensamiento.
(Vygotsky, 1986: 252)
Este
tipo de declaración abiertamente contradice el materialismo marxista. Sostiene
que en la base de la vida mental residen piezas de la sociedad no objetivas, no
materiales, ni racionales, sino más bien sentimientos subjetivos, inmateriales,
individuales. Las capas más profundas de la personalidad no son tocadas por
herramientas sociales. Estas declaraciones asemejan a las teorías Gestalt y Ganzheitspsychologie más de lo que admitía Vygotski – o podría
admitir. Uno debe considerar que en el ambiente socio-político en el que Vygotski
escribió, las teorías eran examinadas muy de cerca para conformar los principios
del marxismo y la dialéctica y que una carga de idealismo o metafísica podía
tener fatales consecuencias para el científico (Mironenko, 2013). A pesar de
ello, el capítulo 7 de Pensamiento y lenguaje despliega
de modo inequívoco una comprensión de la consciencia humana mucho más cercana a
las bases antropológicas de la Lebensphilosophie contemporánea de Vygotski que al marxismo. Así, la experiencia humana es
presentada como emocionalmente motivada, fluida y dinámica, mientras que su
dimensión social deviene incorporada dentro de este acontecimiento personal. El
significado fenomenológico viene a ser el sustrato donde el entendimiento social
es posible. La determinación social marxista es rechazada en favor de un fondo
personal, afectivo-volitivo donde el último ‘porqué’ debe ser buscado en el análisis del
pensamiento.
Al contrastar las teorías de Vygotski y Leóntiev,
Mironenko (2013) ha notado que, al igual que Serguéi L. Rubinshtéin, Vygotski estaba
sobre todo interesado en los factores internos de la auto-mediación y la auto-determinación.
Más que minimizarlos, como hizo Leóntiev,
él supuso un origen social para la formación de tales factores internos:
En las teorías de Rubinshtéin y
Vygotski, el desarrollo es considerado primariamente como una auto realización
de la tendencia individual a sus propios objetivos. Al dominar las herramientas
culturales de la actividad mental y motora, un individuo parece ser un creador
auto-determinante de sí mismo y el ‘subyekt’ de su propia vida’. (Mironenko,
2013: 381)
El holismo Vygotskiano y el informe revisionista
En
años recientes los especialistas en Vygotski han advertido sobre los serios problemas
de las traducciones al inglés de su obra (van der Veer y Valsiner, 1991; van der Veer y Yasnitsky,
(2011), debido a las intervenciones editoriales significativas de las
autoridades soviéticas (Mecacci y Yasnitsky, 2011; van der Veer, 2000), pero
también a los matices y complejidades de la teoría que pasó por diferentes
fases y que aún estaba en desarrollo cuando falleció Vygotski. Estos problemas
son serios, pues la bibliografía en inglés disponible ha llevado a ‘distorsiones, malas interpretaciones
y malas representaciones’ de las ideas de Vygotski (Yasnitsky, 2012a: 5). Así,
para varios autores, la comprensión contemporánea de su teoría debería ser
repensada buscando una lectura más diferenciada y más precisa de sus textos
(Yasnitsky, 2011). En esta línea, González Rey (2011) distingue tres estadios en
la obra en vida de Vygotski: estética, instrumental y espiritual. Mientras en
la primera Vygotski desarrolla su interés por la fantasía, la imaginación y la creatividad,
la segunda está más dedicada a la teorización de las herramientas psicológicas (signos
y dispositivos culturales). Curiosamente, González Rey (2011) identifica una tercera
fase, donde Vygotski busca una conexión entre pensamiento y emociones para generar
la vitalidad de la vida:
Cuando abordamos el problema de la interrelación
entre pensamiento y lenguaje y otros aspectos de la mente, la primera cuestión
que surge es la del intelecto y el afecto . . . [S]u
separación como sujetos de estudio es una debilidad mayor de la psicología
tradicional, pues hace que el proceso del pensamiento aparezca como un flujo
autónomo de ‘pensamientos que se piensan a sí mismos’, segregados de la
plenitud de la vida, de las necesidades e intereses personales, inclinaciones e
impulsos del pensador. (Vygotsky, 1986:
10)
González
Rey observa que los intereses de esta tercera fase ya estaban presentes durante
la primera fase: ‘En este último periodo, de 1932 y 1934, Vygotski reconsideró
muchas de las ideas de su primer momento, en particular su interés por la
unidad cognitiva–emocional de la mente y el funcionamiento de la mente como un
todo’ (González Rey, 2011: 269). Traer de regreso los pensamientos al pensador
– digamos: los significados lingüísticos de
la palabra de regreso al sentido psicológico –
corresponde a una expresión del espíritu holístico que impregna los textos de Vygotski.
El movimiento revisionista ha contribuido adicionalmente con
material desconocido que pone de relieve las fuertes conexiones entre el equipo
de Vygotski y el de la psicología Gestalt alemana contemporánea. Hoy en día
sabemos más de las visitas independientes de Vygotski y Luria a los académicos
de la psicología Gestalt en el Instituto de psicología de Berlín (van der Veer y
Zavershneva, 2011), acerca de la correspondencia que mantuvieron después (Rückriem,
2009) y de la expedición conjunta al Asia Central hecha por Luria y Kurt Koffka
(Proctor, 2013; Yasnitsky, 2013). De modo notable, Keiler (2012) dice que hasta
la etiqueta más popular usada para identificar la teoría de Vygotski – es decir
la ‘escuela cultural-histórica’ – nunca fue usada por el mismo Vygotski, sino
más bien introducida alrededor de 1930 por los adversarios de Vygotski con el propósito
difamatorio de establecer una conexión con la Kulturpsychologie alemana. El uso de esta
etiqueta que se refería formalmente a la teoría fue incorporada por Luria y Leóntiev
durante los 1950 (Keiler, 2012).
En vista de estos nuevos datos, las ideas de Vygotski y
de la psicología Gestalt alemana parecen más cercanas de lo que la
interpretación tradicional sugiere. En este contexto, Yasnitsky (2012a, 2012b) describe la
rápida convergencia teórica y metodológica
entre el grupo soviético liderado por Vygotski y Luria y los psicólogos
alemanes de la escuela Gestalt de Berlín – Max Wertheimer, Wolfgang Köhler y
Kurt Koffka – hacia la mencionada tercera fase de la obra de Vygotski. El
intercambio intelectual se extendió hasta la mitad de los 1930 y fue expresado
a través de colaboraciones académicas, migraciones y visitas académicas.
Yasnitsky (2012a) señala que ahí está la semilla de un proyecto nunca realizado
para una ‘psicología Gestalt cultural-histórica’, una síntesis entre ‘el historicismo,
el intelectualismo, el desarrollismo vygotskianos y el enfoque a la cultura con
el holismo, el organicismo gestaltista y el agudo interés lewiniano en los
procesos psicológicos afectivos y volitivos’ (ibid.: 11).
Desde nuestro punto de vista, el relevante material proporcionado
por el movimiento revisionista esboza la figura de un Vygotski holista, profundamente
convencido de la primacía de la totalidad psicológica sobre las categorías sociológicas.
Espero haber mostrado que esta convicción, que tácitamente permea su obra
completa, está enraizada en Spinoza y de esta manera lo afilia con el
romanticismo alemán, con la Lebensphilosophie y posteriormente con la psicología Gestalt. Sin
embargo, la conexión entre Vygotski y la psicología Gestalt que el movimiento revisionista
enfatiza, no descansa solamente en la fuerza de una ‘bonita amistad’
(Yasnitsky, 2012a: 98), sino de modo importante en una visión cosmológica
compartida que excede en mucho al credo marxista profesado. Es la Weltanschauung la que hace eco
– como el sol en una gota de agua – bajo el enigmático término ‘microcosmos’.
Conclusiones
Una
breve mirada a la historia de la noción de microcosmos nos permite reconocer
sus ramificaciones cosmológicas, teológicas
y estéticas. Desde los tiempos primordiales de la filosofía griega, la palabra ‘cosmos’
ha estado muy relacionada con la conectividad y la armonía. Somos capaces de
entender partes del orden cósmico porque vemos conexiones entre las cosas y
podemos ver esas conexiones como una consecuencia de sentir las armonías en la naturaleza dentro de nosotros
mismos. Esta armonía se refiere a una experiencia estética inmediata, que es
parte constitutiva de la verdadera descripción de la naturaleza. La verdad, la
belleza y la justicia forman una unidad indisoluble (Snell, 1953). La
percepción de la totalidad incluye, desde sus orígenes, la dimensión interior
del sentimiento de armonía del cosmos como un requisito para ver la totalidad.
Para los filósofos del Renacimiento, las impresiones
estéticas que los humanos tienen cuando contemplan la naturaleza representan la
inequívoca presencia de Dios en el universo (Cassirer, 2000). En los tiempos
modernos, hasta en el monismo espinozista, tales conceptos cosmológico-teológicos
son evidentes a través del credo panteísta que la naturaleza está espiritualmente
animada. Cuando el pensamiento racionalista deviene dominante, el romanticismo
intentó contrarrestar el trato irrespetuoso hacia la naturaleza alguna vez
habitada espiritualmente. La pista metodológica para reinstalar la vida en el
trono entonces ocupado por la ciencia racional fue, otra vez, el sentimiento
interior producido sobre todo por la poesía y la educación estética. El
clasicismo de Goethe moderó esta exigencia
a través de conseguir la integración de la moderna racionalidad con la
sensibilidad poética para producir una ciencia nueva. Para Goethe, la fantasía era tan importante como la racionalidad para llegar a
ser un agudo científico. En este espíritu, Alexander von Humboldt escribió su
monumental e influyente Cosmos,
un libro que demandaba la búsqueda ética y estética para la ‘unidad en la
diversidad’ o los fenómenos naturales. La continuidad de este linaje intelectual
en las áreas psicológicas fue hallado en Hermann Lotze y, después, en la filosofía de
la vida. En particular, Lotze revivió la doctrina espinozista al intentar
cerrar la brecha entre ciencia y fe al decir que las leyes mecánicas de las
ciencias naturales incluían armonías y consistencias percibidas a nivel
espiritual con los científicos. En Lotze, la percepción de la totalidad implica
justicia estética.
La palabra ‘microcosmos’ refleja una complejidad nueva en
los textos de Vygotski. Revela una larga tradición, más vieja que el marxismo, que
Vygotski conocía bien y a la cual manifestaba proximidad en varios textos. Al
considerar este antecedente, ciertas contradicciones aparentes en su obra incompleta devienen más
claras, como su profunda simpatía por el papel primordial del holismo para
definir cuál debería ser el objetivo de la psicología.
Notas
1. Baruch Spinoza
(1632–77) se ganaba la vida moliendo lentes ópticas y llevando una muy humilde
y tranquila vida. En 1673 declinó a la cátedra en Heidelberg ofrecida por Karl Ludwig,
entonces Príncipe del Palatinado Electoral (Falckenberg, 1892). Su denominación
como el ‘gran moledor’ es usada por Leóntiev en una carta dirigida a Vygotski
fechada el 5 de febrero de 1932 (Rückriem, 2009: 269).
2. Felix Krüger,
fundador de la escuela Ganzheitspsychologie,
fue nombrado rector de la Universidad de Leipzig en el verano de 1933 durante el
régimen del Partido Nazi. La nominación
fue revertida en enero de 1936 debido a ‘expresiones pro-semíticas’ en varias
conferencias: entre otras, se refirió a Spinoza como ‘un judío noble’ (Geuter,
1985).
3. En su trabajo no
publicado ‘Sobre los sistemas psicológicos’, Vygotski escribió:
Un sistema con un solo centro se
puede desarrollar con un máximo de integridad del comportamiento humano. Para
Spinoza esta sola idea es la idea de Dios o de la naturaleza. Psicológicamente
esto no es del todo necesario. Pero de hecho una persona puede llevar no solo
funciones separadas en un sistema sino también crear un solo centro para todo
el sistema. Spinoza demostró esto en el sentido filosófico. (Vygotsky, 1997e:
107)
4. En la Teoría de los Colores
(2006[1810]), Goethe describió la unidad primordial de estas
cuatro capacidades en una rueda de seis colores.
5. Friedrich
Schiller también advirtió las desafortunadas consecuencias de separar las
capacidades del alma y dejar que se desequilibre. En la 6a carta de Sobre la Educación Estética del Hombre
(1794), escribió:
La interior unión de la naturaleza humana
estaba rota, y un certamen destructivo
dividió directamente sus armoniosas fuerzas… La comprensión intuitiva y especulativa
tomó una actitud hostil en campos opuestos, cuyas fronteras eran vigiladas por
los celos y la desconfianza… Mientras por un lado una imaginación
exuberante crea estragos en las
plantaciones que han costado a la inteligencia tanto trabajo, por el otro lado
un espíritu de abstracción sofoca el fuego que debió calentar el corazón e
inflamar la imaginación. (Schiller, 1884: 38 f.)
6. El término ‘fisiognomía’
tuvo después fructífera continuidad en la obra de Heinz Werner (Cornejo, Olivares
y Rojas, 2013). Como el microcosmos, tiene raíces profundas en la cosmología
occidental (Reisser, 1997).
7. De Humboldt a
Varnhagen, carta XVI, Berlín, 27 de octubre de 1834 (Humboldt, 2009).
8. Notar, por ejemplo,
esta cita de Cosmos:
La mirada más superficial a la
presente condición de Europa muestra que una disminución, o hasta una total aniquilación de
la prosperidad nacional, debe ser la recompensa de aquellos estados que se voltean
con indiferente negligencia a la gran lucha de las naciones rivales en la
carrera de las artes industriales. Es con las naciones así como con la
naturaleza, que, de acuerdo con una feliz expresión de Göthe, ‘no conoce pausa en
el progreso y el desarrollo, y se une a su maldición sobre toda falta de acción’.
(Humboldt, 1858[1845]: 53)
9. La herencia
espinozista de Lotze puede también ser reconstruida mediante su uso de la noción
de ‘mónada’ como fue desarrollada por Leibniz (Orth, 2003). El ensayo publicado
póstumamente Pense´es
d’un idiote sur Descartes, Spinoza et Leibnitz
[El pensamiento de un idiota sobre Descartes, Spinoza y Leibnitz]
(Lotze, 1891) que Lotze escribió cuando tenía cerca de 20 años de edad ya
presenta la potencial ‘fuerza metafórica de la mónada’ (Orth, 2003: 152). En Microcosmus
Lotze usó el concepto para introducir fuerzas vitales a la noción
de mecanismo.
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