Contrastar los
enfoques de Vygotski y Bajtín sobre la consciencia
Carlos Cornejo
Culture &
Psychology, marzo 2012, vol. 18 (1): 109-120
Traducción: Efraín
Aguilar
En artículo reciente,
Eugene Matusov (2011) ha ofrecido un comparativo análisis entre los enfoques de
Vygotski y Bajtín a la consciencia. En breve, su tesis es que los dos autores, lejos
de proponer la misma idea, son más bien promotores de diferentes conceptos de
la subjetividad. Lo que hace sus tesis interesantes en particular es que de
modo patente contradicen la percepción estándar de estos autores en la
psicología occidental. Según Matusov, Vygotski y Bajtín desarrollaron la misma idea
—más o menos, que la consciencia individual es un producto social, aunque a
través de argumentos diferentes. Sin embargo, para Matusov, Vygotski desarrolló
un abordaje diacrónico, monológico y basado en la actividad, el cual contrasta
con el enfoque sincrónico, dialógico y basado en el discurso, de Bajtín. De
acuerdo con Matusov, la sociabilidad de la consciencia humana en el modelo de Vygotski
es meramente instrumental: es constitutiva del pensamiento humano siempre y
cuando el niño se desarrolle; en el adulto formalmente educado el papel de lo social
ha sido interiorizado, de
modo que la presencia del otro no es necesaria para su consciencia. Esta
creencia implicaría peligros potenciales en los dominios prácticos, por ejemplo,
para legitimar la visión de los niños como objetos de prácticas pedagógicas más
que como seres conscientes con derechos iguales a los de aquellos adultos
educados. La sociabilidad de la consciencia es en la consideración de Bajtín,
‘‘ontológica”, según Matusov, pues la pluralidad de las voces externas es
constitutiva de la consciencia individual durante toda la vida de una persona. También
pedagógicamente, la postura de Bajtín alentaría una educación pluralista, donde
las diferentes voces de la consciencia del niño serían escuchadas, valoradas y promovidas.
‘‘Desde la perspectiva de Vygotski, el enfoque dialógico de Bajtín es anti
desarrollo: Bajtín empieza con el análisis de la comunicación de los adultos, donde
el desarrollo ontogenético humano ya se ha realizado. Desde la perspectiva de Bajtín,
el abordaje instrumental de Vygotski es monológico e inhumano’’ (Matusov, 2011,
p. 104). Al tomar en cuenta estas diferencias, Matusov concluye: ‘‘las conceptualizaciones
de Vygotski y Bajtín no solo son diferentes sino también irreconciliables’’
(Matusov, 2011, p. 100).
En esta
revisión me adhiero a Ia tesis de Matusov, excepto en su intensidad. Los dos autores
son de hecho diferentes de muchas maneras. Como explica Matusov, sus concepciones
de la sociabilidad y la individualidad son tan diferentes que potencialmente
pueden llevar a distintas aplicaciones prácticas —por ej., en escenarios educativos.
Sin embargo, dudo que al respecto podamos hablar de incompatibilidad por dos razones
importantes. Primero, la perspectiva de Vygotski es mucho más multifacética de
lo que pensamos usualmente. En la obra prolífica de Vygotski uno puede hallar
con facilidad diferentes declaraciones del
mismo tema, de tal modo que algunas afirmaciones son hasta contradictorias. Por
lo tanto, para definir la postura de Vygotski como instrumental, monológica y (potencialmente)
inhumana, su abordaje debe ser concebido como lo más completo y coherente, ignorando los muchos
aspectos de tipo abierto de su teoría. Segundo, una concepción dialógica de la
mente no está fuera del alcance de la tradición hegeliana que, en la interpretación de Matusov,
es de donde viene la perspectiva de Vygotski. Así, la dimensión humana y
pluralista de los seres humanos que Matusov omite en los escritos de Vygotski también
podría estar ausente en los textos de Bajtín. En lo que sigue, desarrollo estos
dos argumentos. Finalmente, alego que, a pesar de sus diferencias, incluso es apropiado considerar a
Vygotski y a Bajtín como parte de un programa común de investigación.
La polifonía de Vygotski
Vygotski empezó a
trabajar los temas psicológicos desde al análisis literario unos diez años
antes de su muerte prematura (Valsiner & Van der Veer, 2000). Todos sus
escritos psicológicos también fueron desarrollados en un lapso relativamente corto.
Vygotski no tuvo tiempo de recapitular sus ideas en una sola y completa teoría —esta
es una diferencia mayor con Piaget y Bajtín. Quizás por la variedad de temas,
no es inusual hallar enfoques distintos (y hasta contradictorios) en Vygotski
sobre la misma cuestión. Discutiré dos ejemplos notorios.
Un claro
ejemplo es su peculiar uso del concepto estructuralista de signo. Por un lado,
defiende y promueve el uso del concepto de signo de Saussure, por ej., como una
indisoluble asociación entre una imagen-sonido
y un concepto. Por otro lado, sus ejemplos del uso de este signo están usualmente
contextualizados, al involucrar la tácita participación de un tercer componente
(típicamente un Otro social) que muestra en qué sentido el significante significa lo que
significa. La contextualización del signo significante asume una relación contingente entre
significante y significado —lo cual contraviene los supuestos saussureanos, tales
como la separación de la lengua
y el habla y la indisolubilidad de la unidad diádica
significante/significado. Así, el uso idiosincrático de Vygotski del concepto estructuralista
de signo es consistente con un concepto triádico
de signo —tal como el de Peirce (ver Cornejo, 2010) más que uno diádico como el
de Saussure. La mayoría de los ejemplos
de Vygotski del aprendizaje del lenguaje son de hecho inconsistentes con una concepción
diádica del signo. Para dar cuenta de la variabilidad contextual del entendimiento humano mediante una
unidad a-contextual entre forma y significado, Vygotski tenía que introducir
mutaciones ad hoc de la definición original. Por ejemplo, él sostenía que en
situaciones humorísticas o lúdicas, los niños temporalmente ‘‘suspenden’’ o ‘‘subdividen’’
el significado obligatorio y literal asociado con una palabra. Si Vygotski
mismo trataba convencernos que el pensamiento adulto no podía ser sin palabras,
su análisis del juego sugiere que los niños construyen un significado nuevo desde
el inicio de la suspensión momentánea del principio ‘‘no hay pensamiento sin
palabras’’. Esto es por cierto una anomalía dentro del modelo vygotskiano. Está
obligado por un concepto de signo, que no fue desarrollado evidentemente para abordar
situaciones de uso de lenguaje, sino más bien para describir generalidades objetivas
del lenguaje como una entidad metafísica abstraída de sus usuarios. En consecuencia,
para clasificar a Vygotski como un estructuralista sería tan erróneo como
afirmar que es puramente materialista.
Un
segundo y relacionado ejemplo de diferencia en los escritos de Vygotski es su
tratamiento de la relación del significado de la palabra y el significado del
hablante. De modo extensivo él argumenta que éste último es un producto del
pensamiento verbal, es decir, de la interiorización del primero. Sin embargo,
sugiere, con frecuencia, que hay algo así como un pensamiento salvaje luchando
por la expresión —y a veces en contradicción con el pensamiento verbal formado socialmente.
Examinemos esta inconsistencia aparente.
Primero,
es importante recordar que, para Vygotski, la unidad mínima de análisis en psicología
es el significado de la
palabra. Esta sería la unidad mínima que conserva las propiedades
del todo:
La psicología, que tiene por objeto el estudio de sistemas holísticos
complejos, debe reemplazar el método de análisis con elementos por el método de
análisis con unidades. ¿Cuál es la unidad del pensamiento verbal que es aún más
imposible de analizar y sin embargo retiene las propiedades del todo? Creemos
que tal unidad puede ser hallada en el aspecto interno de la palabra, en el significado de la palabra. (Vygotsky, 1934/1986, p. 5)
Lo que hace al
significado de la palabra una plausible unidad psicológicamente es que (1) es significativa para
el hablante o el escucha; y (2) es una construcción social. La primera condición es auto evidente: sabemos
que una palabra tiene significado porque la entendemos. La segunda condición,
sin embargo, requiere una explicación. El significado, escribió él, ‘‘[ . .
. ] es una parte inalienable de la palabra como tal, y así pertenece al
campo del lenguaje tanto como al campo del pensamiento’’ (Vygotsky, 1934/1986,
p. 6). La declaración “el significado de la palabra pertenece al campo del
lenguaje’’ debe ser entendida en el espíritu saussureano. El reclamo establece que
el significado de la palabra pertenece a la lengua—no al habla. Para Saussure, lengua es el sistema supra individual,
que es independiente de si los individuos lo usan (y cómo lo usan). La lengua
debe también ser estrictamente distinguida de la situación comunicativa real
donde es usado el lenguaje —lo que él llama habla. De modo crucial, para Saussure, el signo lingüístico
está basado en la lengua supra
individual, no en los usos particulares (ver Cornejo, 2004). Vygotski, a su vez,
ve esta unidad abstracta como representativa de una convención social; el
significado de la palabra es social,
no es una construcción efímera individual. Por lo tanto ello garantiza la
objetividad que busca una explicación materialista de la mente.
Se
dio cuenta de que una teoría propiamente marxista de la consciencia debería explicar no solo el pensamiento verbal, sino
más bien que todos aquellos fenómenos mentales deben remontarse a la
materialidad social. De hecho, explicar el pensamiento humano mediante el lenguaje
no es en realidad una idea nueva en la ciencia moderna. Al suscribir la divisa ‘‘no
hay pensamiento sin la palabra’’, Vygotski de hecho sigue una idea del
romanticismo alemán. Hace más de un siglo, Hammann, Herder, y luego Humboldt, declararon
que las ideas y las palabras eran una, y que el pensamiento humano por
necesidad involucra los símbolos (Berlin, 1976; Humboldt, 1836/1999).1
Lo que en realidad es nuevo en la propuesta de Vygotski es su intento de basar
la propia subjetividad de la persona en el lenguaje social:
Por lo tanto, pensamiento y
habla son la clave para entender la naturaleza de la consciencia humana. Si el lenguaje es
tan antiguo como la consciencia misma, si el lenguaje es consciencia que existe
en la práctica para otras personas y por lo tanto para mí mismo, entonces no solo
es el desarrollo del pensamiento sino el desarrollo de la consciencia como un
todo lo que está conectado con el desarrollo de la palabra. . . En la consciencia, la
palabra es lo que —en palabras de Feuerbach— es absolutamente imposible para
una persona pero posible para dos. La palabra es la manifestación más directa de
la naturaleza histórica de la consciencia humana. (Vygotsky, 1934/1986, p. 256)
La divisa vygotskiana
más bien es ‘‘no hay consciencia sin lenguaje’’. Mediante la concepción estructuralista
del signo, Vygotski eleva la palabra a una especie de entidad casi viviente capaz de auto germinar en los
individuos. Más que una herramienta, la palabra es un ‘‘microcosmos de la
consciencia, relacionado con la consciencia como una célula viviente se
relaciona con un organismo, como un átomo se relaciona con el cosmos’’ (Vygotsky,
1934/1986, p. 256). Así una entidad extra mental funciona como una semilla espiritual
que en última instancia da forma a la mente humana.
Es
importante notar, sin embargo, que Vygotski asume que el principal objetivo de
la ciencia psicológica es el estudio de ‘‘sistemas holísticos complejos’’ (ver la
cita de arriba). Esta suposición liga a Vygotski con las tradiciones alemanas
de la Gestalt- y la Ganzheitspsychologie (ver Diriwächter & Valsiner, 2008;
Valsiner & Van der Veer, 2000). Este vínculo se extiende a lo largo de los
textos de Vygotski. A pesar de su crítica a estas escuelas por su idealismo
supuesto, aún permanece una afinidad básica entre Vygotski y la tradición
alemana de la totalidad. De modo inevitable, esto produce una tensión en un modelo cuyo objetivo es desarrollar una
explicación materialista de la mente. En su libro Pensamiento y habla, la
tensión crece hasta el último capítulo, donde se hace explícita mediante la distinción
entre significado y sentido. Después
que estábamos convencidos de que el
significado del hablante es un producto de los significados de la palabra
objetiva, Vygotski reabre la sospecha de la subjetividad libre-flotante:
El sentido de una palabra, de acuerdo con él [Frederic Paulhan], es la
suma de todos los eventos psicológicos suscitados en nuestra consciencia por la
palabra. Es un todo dinámico, fluido, complejo, que tiene varias zonas de una
desigual estabilidad. El significado
solo es una de las zonas del sentido, la zona más estable y precisa. Una palabra adquiere su sentido del contexto
en que aparece; en diferentes contextos, cambia su sentido. El significado
permanece estable a través de los cambios del sentido. El significado de una
palabra del diccionario no es más que una piedra en el edificio del sentido, no
más que una potencialidad que halla su realización diversificada en el habla. (Vygotsky,
1934/1986, p. 244ss)
Si Vygotski argumentó
que genera el lenguaje la posibilidad de pensar en los individuos, esta cita
ofrece atisbos de una especie de modo de pensar más auténtico, enraizado
profundamente en una parte todavía no domesticada de la subjetividad humana. El
sentido
es una totalidad dinámica, fluida, compleja e inestable. Es, en suma,
el significado fenomenológicamente experimentado, en contraste con el significado
abstracto, claro y literal de la lingüística científica. Vygotski arguyó
primero que es exactamente esta
subjetividad la que es un producto de los significados sociales internalizados.
En este capítulo, él renuncia a su proyecto marxista al sacar a la luz el signo
de Saussure: el significado del diccionario solo es una pequeña parte de la
consciencia compleja y siempre evolutiva. La temporalidad, viveza y dinamismo
de la consciencia humana están en la mira, volviendo inútiles los conceptos
estáticos. Al poner el significado
socialmente determinado dentro de la experiencia consciente, Vygotski
subordina el significado objetivo al significado subjetivo. Esto es, hace exactamente
lo contrario de lo que propuso antes.
Este
no es el lugar para evaluar este intento de reunir significados objetivos y subjetivos.
El ejemplo es lo suficiente claro para evaluar qué tan polifónicos son los
textos de Vygotski. Matusov (2011) subraya las raíces hegelianas de la postura
de Vygostki. Las interacciones sociales son útiles para la formación de un/una intelectual
(occidental), que en el caso ideal no necesita de otros para satisfacer sus
objetivos: ‘‘Una persona por completo desarrollada tiene un alto nivel de auto
control, auto determinación e independencia [ . . . ] Las
personas se necesitan unas a las otras porque son defectuosas, limitadas e incompletas
con relación al cumplimiento de sus objetivos’’ (Matusov, 2011, p. 102ss). De acuerdo con esta
interpretación de la teoría de Vygotski, el desarrollo humano sería un ascenso
permanente hacia el Espíritu Absoluto vía la interiorización de las relaciones sociales.
De
hecho, hay muchas ideas en los escritos de Vygotski que apoyan la observación
de Matusov. Particularmente notable es la visión idealizada de Vygotski sobre
la ciencia y el lenguaje científico y sus profundas creencias etnocéntricas
concernientes a las personas iletradas. Sin embargo, estos aspectos no deberían
oscurecer los matices y hasta las contradicciones de Vygotski. Lo que he
discutido brevemente no debería ser suficiente para considerar que, además del Vygotski
hegeliano —o quizás, detrás de él— hay un romántico Vygotski, para quien el
sello de hegeliano es injusto. Este subyacente Vygotski está más interesado en
describir lo que hay en la experiencia consciente siempre dinámica, que en imponerle
abstracciones. Está interesado en
describir el pensamiento salvaje; no en domesticarlo con lenguaje científico.
El hegelianismo de Bajtín
En su artículo,
Matusov (2011) contrasta el abordaje de Vygotski con relación al habla interna
de Bajtín. Mientras en la visión de Matusov Vygotski sostiene una concepción monológica,
Bajtín promueve una dialógica. Entendida dialógicamente, la consciencia emerge de
la brecha permanente entre las voces; cada posición del habla interna de una
persona es una respuesta a la voz previa como el motivo para una nueva posición.
No hay manera de llenar tal brecha: su presencia es precisamente la fuente del
dinamismo de la consciencia. Para Bajtín, el pensamiento es ontológicamente
dialógico; para Vygotski, en la interpretación de Matusov, el pensamiento es instrumentalmente
dialógico. Esto significa que la gente se involucra en encuentros dialógicos
sobre todo porque no logran la realización de sus objetivos. En esta línea, la
gente necesita al otro solo para dominar el auto control de su propia habla
interna para resolver problemas.
Además,
Matusov (2011) extrae diferentes consecuencias pedagógicas de ambos enfoques. Por
un lado, en la propuesta de Vygotski, los niños ‘‘son vistos como objetos de
acciones pedagógicas de los adultos educados y objeto de investigación psicológica
por los psicólogos del desarrollo, más que como seres conscientes y con
igualdad de derechos’’. (Matusov, 2011, p. 104). En contraste, la concepción de
Bajtín promueve el compromiso de los estudiantes ‘‘en los discursos de valor
histórico, para familiarizarse con las voces histórica, cultural y socialmente
importantes, para aprender cómo dirigirse a esas voces y desarrollar respuestas
responsables a ellas sin la expectativa de un acuerdo o un consenso emergente’’
(Matusov, 2011, p. 105).
En la
sección previa dije por qué las conclusiones sobre Vygotski son parciales: ellas
exageran el compromiso de Vygotski con el programa modernista representado por
el (idealizado) lenguaje científico, y al mismo tiempo subestiman el profundo
compromiso tácito de Vygotski con la dimensión expresiva de la experiencia humana. Con respecto a las conclusiones extraídas
de Bajtín, no todas derivan directamente de sus escritos. Sin embargo, aunque simpatizo
con el espíritu igualitario de Matusov, es importante distinguir las
interpretaciones de Bajtín de las de Matusov.
Para
empezar, observen que Matusov habla de la orientación dialógica entre los participantes, mientras Bajtín propone el diálogo entre
las voces. No creo que los dos términos en realidad sean intercambiables.
La razón es que la teoría de Bajtín no es acerca de las personas; es
acerca del desarrollo de las ideas. Respecto a eso
este desarrollo no puede tener lugar fuera de la materialidad del lenguaje, las
ideas son incorporadas a una voz
humana material. Tal incorporación de la idea incluye muchos aspectos materiales
de la voz más allá de los significados del diccionario de las palabras usadas: desde
los socio-culturales e ideológicos hasta los valores concernientes al tema de
la conversación —incorporándolos en la acentuación y la entonación. En otras
palabras, las ideas de hecho son voces-ideas:
Él [Dostoievski] previó nuevos vínculos de las ideas, la emergencia de
nuevas voces-ideas y los cambios en la disposición de
todas las voces-ideas [énfasis agregado] en
el diálogo de todo el mundo. Y así el diálogo ruso, y de todo el mundo, que
resuena en las novelas de Dostoievski con las voces-ideas ya vivas y acabadas
de nacer, voces-ideas abiertas y llenas de nuevas posibilidades, sigue
atrayendo a su juego sublime y trágico las mentes y voces de los lectores de Dostoievski, hasta el día de hoy. . . ’’ (Bakhtin, 1984,
p. 91)
Similar a la semiósfera
de Lotman (2005) y a la semiosis
ilimitada de
Peirce (ver Eco, 1976), Bajtín trata capturar la concatenación socio-semiótica de
las ideas materializadas en palabras y signos —en su caso, en voces vivas. Este
tipo de semiosis excede por mucho los límites de la mente individual o la consciencia.
Sucede que las voces-ideas viven en intercambios dialógicos —incluida el habla
interior de la consciencia humana. El diálogo, de acuerdo con Bajtín, se dibuja en
las mentes de las personas. Por lo tanto, una ‘‘voz’’ no corresponde a
una ‘‘persona’’. Las voces
son la encarnación de las ideas socialmente disponibles, algo
bastante diferente de los seres que llamamos gente: ‘‘Como tales, ellas [todas las lenguas de la
heteroglosia] se encuentran unas con otras y coexisten en la consciencia de la
gente real —primero y sobre todo, en la consciencia creativa de la gente que escribe novelas’’
(Bakhtin, 1981, p. 292).
Distinguir
entre personas
y voces
no solo es un ejercicio académico de precisión conceptual; la diferenciación
ayuda a aclarar la unidad de análisis en la teoría de Bajtín. Si la persona
es definida como la entidad que interactúa dialógicamente — incluida la
interacción consigo misma— los compromisos ontológicos relativos al organismo y
la individualidad son asumidos. Por contraste, cuando la voz
muestra el papel de unidad básica de análisis, la agencia personal
y la individualidad subjetiva son prescindibles —si no simplemente son epifenómenos.
Tales compromisos se manifiestan en el lenguaje científico usado. En el primer caso
prevalece una ‘‘gramática personal’’ (Brinkmann, 2010; Gaete & Cornejo,
2011; Harré, 2002). En el caso de la ‘‘voz’’, usamos una gramática agentiva, pero de modo característico omitimos
la individualidad. Para
estar seguros, este tipo de lenguaje no es propiamente una ‘‘gramática molecular’’
(Harré, 2002), sino más bien una gramática que señala un ‘‘nivel molar’’
(Groeben, 1986), pues constantemente nos estamos refiriendo a una dimensión significativa. De
hecho, Bajtín escribió que las voces-ideas
tienen significado, que son expresiones vivas de los temas, y que
pueden ser llevadas hacia
la mente humana. ¿Qué tipo de lenguaje (o gramática) es este?
Debemos
recordar que el punto de vista de Bajtín es literario. Al asumir que la
consciencia individual está dialógicamente formada, infiere Bajtín las propiedades
del diálogo en la novela del habla interna de las personas. Él percibió que Dostoievski
produjo no solo una descripción perspicaz y altamente sensible del diálogo
inter-humano, sino también ofreció sin saberlo un modelo sutil de la
consciencia humana. Debido a esta transposición, debemos a Bajtín ideas finas acerca
de los matices del habla interior. Solo para mencionar las más visibles, descubrimos
a través de esto que cada uso del lenguaje interno implica la adopción de una postura
a una pregunta previa (interna); que el pensamiento verbal no es la
manipulación neutral de unidades de información estadística, sino más bien la creación
de expresiones vivas; que cada expresión muestra una miríada de aspectos
significativos dependientes de las voces que resuenan en ella; que en la
experiencia humana consciente coexisten muchas voces permanentemente; que no
todas las voces del habla interior son lógicamente consistentes. Como los
personajes de las novelas de Dostoievski, que despliegan sus rasgos personales a
modo de encontrarse con otros y entrar en diálogo con ellos, el habla interna de las personas implica una
multiplicidad de voces sociales. Cada voz se dirige a la otra, solicitando con
esta postura otra respuesta, y así sucesivamente en un proceso inacabable.
Es
importante notar que Bajtín no trata directamente de la consciencia, sino
más bien de las voces
de la consciencia. Su análisis muy bien puede estar en sintonía con la
descripción de las tensiones y sutilezas de la naturaleza multi-aspectual y dinámica
del habla interior —en la que las voces
extrañas inegablemente juegan un papel. Pero es menos adecuado cuando
preguntamos cómo el lenguaje es vivido desde la perspectiva de la persona que
piensa. Consciencia no es sinónimo de lenguaje —sea monológico o dialógico. El
dialogismo puede ser una dimensión esencial de ella, pero no es la única
dimensión. Ni la consciencia es la misma como una colección de voces. Así la consciencia es puramente
lingüística o dialógica solo cuando uno la observa desde afuera. El concepto de
Bajtín de la voz es una descripción desde un
punto de vista externo a mí mismo; es una
representación
de mi voz, no es mi
voz. En este punto llegamos a la conclusión general que Bajtín crea una
teoría sociológica de
la consciencia, no una psicológica:
En Dostoievski, la consciencia nunca gravita hacia sí misma pero
siempre se le halla en una intensa relación con otra consciencia. Cada
experiencia, cada pensamiento de un personaje es internamente dialógico, adornado
con polémica, lleno de lucha [. . .] Podría decirse que Dostoievski ofrece, de
forma artística, algo como una sociología de la
consciencia [énfasis agregado] . . . Cada pensamiento de los héroes de Dostoievski (el
hombre clandestino, Raskólnikov, Iván y otros) se siente a sí mismo ser desde
el principio una réplica de un diálogo no acabado. Tal pensamiento no está
obligado a un todo monológico bien redondeado, finalizado sistemáticamente. Vive
una vida tensa en los límites del pensamiento de alguien más, de la consciencia
de alguien más. (Bakhtin, 1984, 32)
Bajtín seguramente
describe una consciencia llena de significado. El punto crítico es, sin embargo,
que esta no es una consciencia sentida, como
al ser experimentada desde la perspectiva de primera persona. Él adopta un tipo
de perspectiva en tercera-persona con respecto a construcciones significativas
que caracterizan una variedad de perspectivas hermenéuticas. Puede ser que el
diálogo interno está compuesto de interacciones concatenadas ‘‘llenas de lucha’’. Pero de esta
descripción no sigue que la persona vive
una lucha interna como tal. Si en efecto una persona está de hecho adoptando
ésta o aquella voz, usualmente ella no experimenta esta voz social como una
entidad inusual. Aquí
percibimos los límites de una perspectiva hermenéutica de la consciencia: incluso
si la interpretación dialógica del habla interior es correcta, estamos ciegos
ante la dimensión más importante de la consciencia, esto es, quien la experimenta. El
hecho que la gente experimenta el mundo de modo significativo, con viveza y
apodicticidad, no puede ser una perspectiva adecuada desde la sociología de la consciencia.
La propia ipseidad —el
sentido de que soy yo mismo a través del tiempo— simplemente no tiene lugar en
un modelo donde la fuente expresiva no está situada en la persona consciente.
Alguien
podría decir que esta crítica no se aplica, pues Bajtín jamás afirmó lo que las
personas deberían sentir cuando tiene lugar un diálogo de voces en sus
consciencias. Esta renuncia, sin embargo, expresa el mismo vacío. La conexión
entre lo social, la voz externa y el sí mismo es lo que brilla por su ausencia
en el modelo de Bajtín. Vygotski llenó este vacío con su concepto de ‘‘interiorización’’.
Para él, las relaciones sociales interiorizadas configuran herramientas para la
subjetividad ulterior. Los signos también son sociales de origen, pero devienen
parte del sí mismo. El lenguaje social deviene mi lenguaje, al permitir mi propia
expresividad. La teoría de Bajtín carece de un concepto equivalente para
enlazar las voces sociales con la individualidad personal. En su modelo, esta
pregunta ni siquiera existe, precisamente porque la individualidad no es el
tipo de dimensión que se puede consultar
en términos discursivos o sociológicos.
El
interés último de Bajtín no está en la producción de una teoría diferenciada y
precisa de la consciencia humana, sino más en la lucha infinita de las voces y
contra-voces que constituyen la consciencia individual. Esta es una muy
dinámica unidad superior:
Estas relaciones e interrelaciones distintivas entre elocuciones y lenguajes,
este movimiento del tema a través de diferentes lenguajes y tipos de habla [. . .] es la característica
básica distintiva de la estilística de la novela [. . .] Tal combinación de
lenguajes y estilos en una unidad superior [énfasis agregado] es
desconocida para la estilística tradicional; no tiene método para abordar el
diálogo social distintivo entre los
lenguajes que está presente en la novela. Así el análisis estilístico no está orientado hacia la novela
como un todo, sino solo hacia una u otra de sus unidades estilísticas subordinadas.
(Bakhtin, 1981, p. 263)
Esta unidad superior
de la novela es de hecho la materia objeto de la teoría de Bajtín. Se
parece mucho a la descripción de Durkheim de la mente colectiva como ‘‘la más
elevada forma de la vida psíquica’’ (1915/1976, p. 444) en contraste con la
mente individual. A sabiendas, Durkheim defendía la explicación de los
fenómenos sociales a través de las representaciones colectivas, al oponerse con
firmeza a las explicaciones que apelaban a las propiedades psicológicas de los individuos.
La unidad superior de Bajtín sigue la misma veta, aunque hay por supuesto
diferencias mayores. La unidad de Bajtíin no es una representación, no es una
idea inmaterial. Además, contrastado con las representaciones sociales
estáticas de Durkheim, el diálogo de Bajtín es dinámico y de permanente evolución
—de hecho, de evolución dialéctica. Sin
embargo son similares en dos modos: son significativos y existen más allá de la
mente individual.
Conclusiones
Vygotski y Bajtín
manifiestan de hecho diferencias significativas. Sin embargo no difieren,
porque uno es monológico y cientificista, mientras el otro es dialógico y
pluralista. Ellos difieren sobre cuánta libertad admiten que tiene la persona. El
argumento de Vygotski, aunque contradictorio, concibe a un sujeto socialmente
formado en busca de expresión. El sentido interior y personal tiene primacía
sobre el significado: el significado social solo es una de las zonas del sentido.
En el caso de Bajtín, no hay tal libertad, pues no hay zona de sentido que exceda
los límites de las voces sociales. No es la persona quien está obligada a expresarse; es la voz misma.
Detrás
del tema de la libertad personal está la concepción de las capacidades expresivas del lenguaje. En ambos casos, el lenguaje
es material y público y determina, forma, de modo radical, la subjetividad humana.
Pero en Vygotski —al menos en algunos de sus textos— hay una visión del
lenguaje como herramienta para la expresividad. Tal función, sin embargo, nunca
puede ser lograda por completo porque el núcleo de la expresividad es precisamente el ‘‘todo dinámico,
fluido, complejo’’ de la experiencia. Aquí, las herramientas lingüísticas son
‘‘piedras en el edificio del sentido’’, ‘‘potencialidades’’ del habla real. Como
se dijo arriba, esta sensibilidad sitúa a Vygotski justo en el espíritu
fenomenológico, donde el lenguaje ‘‘vive por y para esta constante aspiración para
decir lo inexpresable, para capturar lo elusivo’’ (De Leo, 2009, p. 180). Al
contrario, en Bajtín lo inexpresable no puede existir pues cada idea es una voz-idea.
Lo que es pensable debe estar constituido lingüísticamente. Como un diálogo
despliega nuevas voces que piden involucrarse en él, éste por definición es un
proceso inacabado. Al
trasponer este rasgo a la persona, sigue la infinitud del yo individual. Pero
se debe notar que es el diálogo que se esfuerza para su realización, no la
persona. No hay tal cosa como un Sí mismo personal tratando de alcanzar una
posición completa y definitiva.
Por
último, hay que ponderar estas diferencias obvias al considerar el contexto
teórico mayor. A este respecto, creo que Vygotski y Bajtín comparten importantes
demandas, de tal modo que pueden ser considerados parte del mismo programa de
investigación. Aunque uno es más psicólogo y el otro más sociólogo, tienen
creencias comunes con respecto a la constitución social de la mente, la
naturaleza objetiva del lenguaje y la materialidad de las ideas mediante la
última. Estos elementos en común los enmarcan como parte del mismo programa intelectual
muy interesado en la dimensión del significado de la vida humana y, al mismo
tiempo, con una disciplinada intolerancia a las expresiones de la vida mental
que no puede ser explicada en términos social/narrativos.
Nota
1. Considerar por ejemplo esta cita de Humboldt
en 1836: ‘‘La actividad subjetiva modela un objeto en el pensamiento [. . .] Pero el lenguaje es indispensable para esto. Porque en
cuanto el esfuerzo mental se manifiesta en el lenguaje a través de los labios,
el producto de ese esfuerzo regresa al oído del hablante. Así, la idea deviene
transformada en objetividad real, sin carecer de subjetividad al respecto. Solo
el lenguaje puede hacer esto; y sin esta transformación, que ocurre todo el
tiempo con ayuda del lenguaje incluso en silencio, en una objetividad que
regresa al sujeto, el acto de la formación del concepto, y con ello todo
pensamiento verdadero, es imposible’’. (Humboldt, 1836/1999, p. 56) [énfasis en el original]
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