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sábado, 27 de diciembre de 2008

Vygotski


El problema del desarrollo y la desintegración de las funciones psíquicas superiores*
L. S. Vygotski

*Conferencia dictada en el Instituto de Medicina Experimental de la Unión el 28 de abril de 1934 y publicada por vez primera en Razvítie vuísshij psijícheskij fúnktziy (Desarrollo de las funciones psíquicas superiores), Moskvá: Akad. Pedag. Naúk RSFSR, 1960: 364-383. La presente traducción del italiano es del libro La psicologia sovietica 1917-1935, de Luciano Mecacci (Compilador). Roma: Editori Riuniti, 1976: 330-347.

Traducción: Efraín Aguilar

El problema de las funciones psíquicas superiores es el problema central de toda la psicología del hombre. En la psicología moderna no se han establecido aún suficientes aportaciones al respecto, ni siguiera los principios teóricos fundamentales sobre los cuales debe construirse la psicología humana como sistema; y la elaboración del problema de las funciones psíquicas superiores debe tener una importancia central para su solución.
En la psicología extranjera moderna existen dos principios fundamentales, según los cuales se elabora la psicología del hombre.
El primero es el principio naturalista, el cual considera la psicología del hombre y sus procesos psíquicos superiores partiendo de los mismos fundamentos en los cuales se construye la teoría del comportamiento de los animales. Tal es, por ejemplo, el principio estructural que parte de la idea que en la psicología humana no hay nada nuevo, en principio, que la distinga radicalmente de la psicología de los animales. Toda la idea de la teoría estructural está en su universalidad y en su aplicabilidad general. Como es de notar, los estructuralistas afirman que la estructura es la forma primordial de toda la vida. Volkelt en sus experimentos busca demostrar que la percepción de la araña está subordinada a las mismas leyes estructurales que la percepción del hombre. En el análisis de la estructura del comportamiento de los simios antropomorfos se obtienen las mismas leyes estructurales. Todos los fenómenos, desde la reacción de la araña hasta la percepción humana, están comprendidos en este principio único.
Esta universalidad de la teoría estructural responde a la tendencia de toda la psicología naturalista moderna, a propósito de la cual Thorndike ha dicho irónicamente, pero con justicia, que el ideal de la psicología científica es crear una línea única de desarrollo, desde la lombriz hasta el estudiante norteamericano. A este ideal responde el principio estructural. Ya que se trata de una ley tan general, la lombriz y el estudiante norteamericano se colocan plenamente a la luz de la ley estructural. Es verdad que al interior de estas leyes estructurales comunes, en el curso del experimento y de la investigación clínica es necesario distinguir la estructura "buena" (como le llaman los representantes de esta psicología) y la estructura "mala", la estructura "fuerte" y la "débil", la estructura diferenciada y la indiferenciada. Pero todas estas son diferencias cuantitativas; por ello resulta que los principios estructurales pueden aplicarse igualmente a las estructuras superiores y a las inferiores, al hombre y a los animales.
Lo infundado de este principio se revela en los campos de la psicología clínica y de la genética, por cuanto concierne al desarrollo y la disgregación de las funciones psíquicas. Los fundadores de la psicología de la Gestalt, Köhler y Wertheimer, habían guardado muchas esperanzas en el principio estructural. Con base en este principio, las investigaciones fueron efectuadas en gallinas y monos. Pero resulta que desde el punto de vista de la psicología comparada estas investigaciones no tienen ninguna perspectiva, pues Köhler obtuvo los mismos resultados en ambas especies animales. En el consenso de los principios estructurales generales, él no ha podido establecer diferencias entre gallinas y monos.
Cuando Köhler, en París, se confronta al problema de la percepción humana, responde con datos colectados en animales. Después de haber expuesto todas las leyes fundamentales contenidas en los animales -en el mono y en la gallina- dice que también la percepción humana está subordinada a estas leyes. Y este es su punto débil. Además él no está dispuesto a liberarse de la impresión que los animales están sujetos a las leyes de la estructura del campo sensorial mucho más que el hombre, en el cual estas leyes determinan en menor grado los procesos sensoriales. Los animales dependen estrechamente de los datos objetivos, de la iluminación, de la disposición de las cosas, etcétera, de la fuerza relativa del estímulo que viene a formar parte de esta situación, demostrando una mayor subordinación que el hombre a las leyes de la estructura.
Datos análogos se obtienen cuando se ha intentado aplicar el principio estructural a los fenómenos del desarrollo infantil. Cuanto más descendía el investigador, tanto más numerosos eran los datos demostrando que la estructura de los procesos psíquicos en el niño tienen la misma forma que en el adulto. K. Koffka hizo un intento de aplicar el principio estructural a la explicación del desarrollo. Él mostró que el desarrollo de la estructura es "fuerte" y "débil", "buena" y "mala", diferenciada e indiferenciada y que todo el desarrollo desde la alfa a la omega tiene una estructura en cuanto tal. Esta imposición del problema del desarrollo en el campo de la psicología comparada e infantil es un resultado muy poco fecundo del punto de vista del principio estructural. Todas las formas superiores de la percepción humana han perdido su carácter específico.
Indicaré cuáles son las dificultades en que se mete la psicología estructural cuando se trata de las disciplinas clínicas. Me referiré a los trabajos de Pötzl dedicados a la agnosia, en la cual establece una diferencia sutil entre la esfera visual inferior y la visual superior cuya alteración acompaña a la agnosia. Cuando Pötzl pasa de la descripción al análisis, resulta que todo se reduce a la estructuración, y entre las funciones superiores sólo dos no emergen: la del impulso y la de prohibición. Según la expresión de Shchedrin, sólo se puede "arrastrar y no dejar" los centros inferiores, pues no son capaces de crear lo nuevo, de aportar elementos nuevos a la actividad de los centros superiores.
Me detengo particularmente en este aspecto de la cuestión para mostrar que la teoría estructural, dominante en la psicología moderna, no es adecuada al problema que constituye el principal objeto de estudio del hombre, el problema de los procesos psíquicos superiores, ya que la respuesta que da la psicología estructural es que las funciones psíquicas superiores se reducen a las inferiores; sólo son más complejas y más ricas respecto a las funciones psíquicas inferiores, pero esto no resuelve el problema.
La segunda tendencia de la psicología humana está representada por la llamada psicología descriptiva, es decir la psicología como ciencia del espíritu que, en contraposición a los principios naturalistas que reducen las formaciones superiores específicamente humanas a las leyes propias de las formaciones inferiores, declara a las funciones psíquicas superiores formas de naturaleza puramente espiritual, que no se apegan a la explicación causal y no tienen necesidad de un análisis genérico. Esta particularidad de la vida psíquica se puede entender, pero no explicar. Se puede sentir, pero no incluir en una relación de dependencia causal con los procesos cerebrales, los procesos de la evolución, etcétera. El callejón sin salida al cual lleva esta concepción idealista es evidente, sin necesidad de explicaciones ulteriores.
He trazado esquemáticamente estos grupos de concepciones, pero en general me parece exacto este cuadro del estado de la psicología humana en la ciencia extranjera de nuestro tiempo. Si se la pudiera resumir, se tiene la siguiente impresión: no obstante el enorme material obtenido en el estudio del hombre, desde el punto de vista teórico la psicología del hombre no sólo no se ha formado ni siguiera como germen de una verdadera ciencia, sino más bien parece del todo excluida en tanto la psicología continúe siguiendo estas dos tendencias fundamentales: la espiritualista por una parte, y la naturalista por la otra.
Ahora quisiera pasar al contenido de los principios fundamentales y de los hechos que caracterizan el desarrollo y la disgregación de las funciones psíquicas superiores. Me parece que lo más importante para establecer este problema es la justa comprensión de la naturaleza de las funciones psíquicas superiores. Se podría pensar que, al examinar el problema de tales funciones superiores, se deba comenzar dando una clara definición de ellas e indicar cuáles criterios permiten separarlas de las funciones elementales. Sin embargo, creo que la definición exacta no surge por el principio del conocimiento científico. Pienso limitarme inicialmente a definiciones empíricas y heurísticas.
Las funciones psíquicas superiores están desarrolladas como formas superiores de actividad que presentan una serie de diferencias respecto a las formas elementales de la actividad correspondiente. Así puede hablarse de una atención voluntaria diferente a la atención espontánea, de memoria lógica a diferencia de la memoria mecánica, de una concepción general diferente a concepciones particulares, de imaginación creativa a diferencia de imaginación reproductiva, de acciones voluntarias diferentes a las involuntarias, de procesos efectivos simples a diferencia de las formas complejas de los procesos emocionales.
Para esclarecer la naturaleza de las funciones psíquicas superiores, de su desarrollo y su disgregación, aparece un principio central, que deviene claro si se confronta la psicología comparada con la psicología humana. En la psicología comparada se ha introducido hace tiempo un concepto que se ha desarrollado en el último decenio, en particular en las obras del desaparecido V.A. Vagner: el concepto de evolución según líneas puras o mixtas.
Al estudiar el desarrollo de una u otra de las funciones psíquicas en el mundo animal, los investigadores han comenzado a distinguir la aparición de nuevas funciones de acuerdo a líneas puras (la aparición de un nuevo instinto, de una variedad del instinto que deja fundamentalmente sin cambio todo el sistema de funciones precedentemente formadas) y el desarrollo de las funciones de acuerdo a líneas mixtas, donde se tiene no tanto la aparición de algo nuevo, sino la modificación de la estructura de todo el sistema psicológico previamente formado en el animal.
Tal como lo muestran las investigaciones en el campo de la psicología comparada, la ley fundamental de la evolución del mundo animal es la ley del desarrollo psíquico según líneas puras; mientras el desarrollo según líneas mixtas es más la excepción que la regla y tiene representación mínima en el campo del desarrollo animal.
Es preciso decir que el no haber tenido en su debida cuenta esta ley explica una serie de errores cometidos por los psicólogos que han trabajado con animales, en particular el error de Köhler, quien admitía que los simios podrían manifestar una inteligencia similar a la del hombre y servirse de instrumentos. El no consideró que si se confronta una simple operación en el hombre y en el simio, la afinidad es grande, pero si se confronta toda la estructura del comportamiento del animal y el lugar que ocupa en la conciencia del mismo, el uso de instrumentos en el hombre y en los simios se diferencia netamente, como lo han demostrado Koffka, Gelb y otros autores que sometieron a crítica las principales tesis de Köhler (Guillaume y Meyerson).
El instrumento existe verdaderamente en el animal sólo en el momento de cumplir una determinada operación; la cosa por fuera de una determinada situación para el animal no existe. Las más completas formas de su comportamiento son el resultado del desarrollo de las funciones "según líneas puras".
Para la consciencia humana y su desarrollo, como lo muestran las investigaciones en el hombre y sus funciones psíquicas superiores, la situación es en efecto inversa. En el primer plano del desarrollo de las funciones psíquicas superiores no es tanto el desarrollo de cada función psíquica ("desarrollo según líneas puras") la interdependencia dominante de la actividad psíquica del niño en cada nivel de la edad, sino la modificación de los nexos interfuncionales.
Es necesario comprender que la consciencia no se forma por la suma del desarrollo de funciones simples, sino al contrario: cada función simple se desarrolla en dependencia del desarrollo de la consciencia como un todo. El desarrollo de la consciencia consiste en la transformación de la relación entre las partes únicas y la forma de actividad; en la modificación de la relación entre el todo y las partes. Esta modificación de los nexos y sus relaciones funcionales está en primer plano y permite acercarse a la solución del problema fundamental.
Citaré un solo ejemplo. Si uno se dirige al análisis de las funciones psíquicas del niño en la primera infancia, entre uno y tres años, la psicología se encuentra con una serie de dificultades. Es difícil confrontar en esta edad la memoria del niño, su pensamiento y su atención con el pensamiento y la atención de un niño más grande, y esta dificultad se basa en que lo enfrentamos con un sistema particular de relaciones funcionales, con un sistema particular de consciencia en el cual la función dominante es la percepción, y todas las demás funciones operan sólo como resultado de la percepción y a través de la percepción.
¿Quién no sabe que la memoria del niño a esa edad se manifiesta principalmente en el reconocimiento, ya que el niño recuerda solamente en relación con lo que percibe en ese momento? El pensamiento del niño de esta edad se cumple sólo en el acto de la percepción. Ello puede ser dirigido solamente a lo que al momento se encuentra en la esfera de su percepción. Para distraer de la percepción al niño debemos cumplir un esfuerzo extremada- mente difícil de lograr.
¿Qué cosa es esencial para la memoria y para el pensamiento del niño entre uno y tres años de edad? Es esencial no sólo el desarrollo de la memoria y del pensamiento, sino también el hecho que todas estas funciones no son absolutamente autónomas, son indiferenciadas, y dependen directamente de la percepción; no operan sino como un sistema de percepciones. Las investigaciones muestran que la construcción de las funciones psíquicas superiores es un proceso de formación de sistemas psíquicos. En otras palabras, en el curso del desarrollo infantil cambia en su complejidad la estructura interna de la consciencia, cambian las relaciones de las funciones simples y de las formas simples de actividad, sobre esta base surgen nuevos sistemas dinámicos que integran serie de tipos simples y elementos de la actividad psíquica del niño.
Si es cierto que en el curso del desarrollo infantil las relaciones entre las funciones cambian, es propio del proceso de cambio de estas relaciones interfuncionales que se ponga en marcha aquella integración de funciones simples elementales que llevan a la formación de la función psíquica superior, que toma el puesto de la función psíquica inferior. Aquí nos topamos con diversas formas de actividad. Las investigaciones han demostrado que todas las funciones psíquicas superiores -la memoria lógica, la atención voluntaria, el pensamiento- tienen una base psicológica común, de manera que podemos hablar de memoria voluntaria así como hablamos de atención voluntaria; podremos también llamar a esta última atención lógica, así como la llamamos voluntaria.
Las investigaciones han mostrado también que existe una elevada correlación entre la memoria voluntaria y la atención voluntaria. En otras palabras, las funciones psíquicas superiores están correlacionadas entre sí más de cuanto lo están con las respectivas funciones psíquicas inferiores. Todo parece indicar cierta naturaleza común de las funciones psíquicas superiores, una vía común que recorren en su desarrollo.
El estudio sobre la memoria voluntaria hecho hace algunos años por nuestros colaboradores A.N. Leóntiev y L.V. Zankov, y el análisis de otras funciones psíquicas superiores, ha demostrado que esta vía de la integración es la vía de la formación de determinados sistemas psíquicos. En todos estos casos tenemos sistemas funcionales particulares que no son la continuación directa y el desarrollo de una función elemental, sino que constituyen un todo, en el cual las funciones psíquicas elementales existen como una de las instancias que son parte del todo.
Tal como lo demuestran las investigaciones, en la formación de las funciones psíquicas superiores el lenguaje y el pensamiento verbal tienen un papel central, funciones sin duda específicamente humanas que, por lo visto, deben ser indiscutiblemente registradas entre los productos del desarrollo histórico del hombre.
¿Qué lleva en la consciencia del niño la primera palabra sensata? El estudio de este problema me parece muy importante para entender la naturaleza del desarrollo de las funciones psíquicas superiores. La psicología asociacionista suponía que la palabra era legada al significado, como una cosa es legada a otra cosa; como decían los clásicos de la psicología asociacionista, la palabra recuerda el significado como el capote de una persona conocida nos recuerda a su dueño.
Desde el punto de vista de la psicología estructuralista las palabras están enlazadas como una cosa a otra, pero no asociativamente, sino estructuralmente. En otros términos, la palabra es una estructura en una serie de otras y, como tal, no introduce un nuevo modus operandi en nuestra consciencia. Sin embargo, los datos de la evolución del lenguaje, el análisis de su funcionamiento en la consciencia desarrollada y los datos clínicos del campo de la patología del lenguaje, muestran que las cosas son de otro modo; que junto a la palabra entra en la consciencia un nuevo modus operandi, un nuevo modo de proceder.
¿En qué consiste este nuevo elemento? A su tiempo nuestras modestas investigaciones experimentales llevaron a la conclusión que, desde el punto de vista psicológico, lo esencial para la palabra es la generalización, el hecho que cada significado de la palabra no designa un objeto único, sino un grupo de cosas. El estudio de las formas precoces de estas generalizaciones o de las palabras infantiles, ha conducido a una conclusión que comienza a introducirse en la moderna teoría del pensamiento y del lenguaje. Esta conclusión es que el significado de las palabras infantiles se desarrolla; que el niño, al inicio del desarrollo del lenguaje, generaliza la cosa en la palabra de modo diferente a los adultos.
Nuestros niveles de desarrollo de los significados de las palabras infantiles muestran diversos tipos, diferentes métodos de generalización. Junto con las generalizaciones me parece que se introduce también un nuevo principio en la actividad de la consciencia. Pienso que en este caso los psicólogos se basan enteramente en la tesis que no sólo el paso de la materia inanimada a la materia viviente sea un salto dialéctico; también el paso de la sensación al pensamiento es un salto dialéctico.
Ello significa que existen leyes particulares del pensamiento que no se agotan en las leyes existentes de la sensación. Esto quiere decir que, aunque la consciencia refleja siempre la realidad, no la refleja de un solo modo, sino en varios. Este modo generalizado de reflejar la realidad es, me parece, un modo de pensar específicamente humano.
Me lo sugieren tres grupos de hechos. El primer grupo es el siguiente. Todos saben que lo esencial para la consciencia humana es su carácter social. La vida psíquica no es una mónada cerrada, sin entrada y sin salida. Todos saben que no puede haber comunicación directa entre las almas, pero que nos comunicamos por medio del lenguaje, por medio de las señas correspondientes. Sin embargo es importante la comunicación no sólo por medio de señas, sino también por medio de señas generalizadas. Si la señal no es generalizada, sólo tiene significado para mí, tiene solamente el significado de un hecho único. A manera de ejemplo tomaré aquel indicado por el estudioso americano Edward Sapir.
Por ejemplo, alguien debe comunicar a otro que tiene frío. ¿Cómo demostrar este hecho? Puedo comenzar a temblar, y verán que tengo frío. Puedo hacer como ustedes cuando tienen frío y mostrar de tal forma que tengo frío. Sin embargo, para la comunicación humana es característica la generalización y la transmisión de un estado a otro mediante la palabra. Cuando yo digo “frío” hago una generalización ligada a una emoción. Como consecuencia, el problema donde exista una relación inmediata entre comunicación y generalización merece la máxima atención.
Después de una serie de investigaciones, en la psicología se ha establecido un problema (expuesto por Piaget en su momento) que permanece, sin embargo, a nivel teórico: el problema de cómo el niño comprende al niño, cómo el niño comprende al adulto, cómo los niños de diversa edad se entienden mutuamente. Estamos aptos para establecer que la comprensión en el sentido de la profundidad y de la adecuación, en el sentido de la esfera de la comprensión posible, es decir los procesos de generalización, colocan siempre a la luz una rigurosa correspondencia con el nivel de desarrollo de la generalización del niño. El desarrollo de la comunicación y el de la generalización van al mismo paso. Este primer grupo de hechos permite pensar que el modo generalizado del reflejo de la realidad en la consciencia, introducido por la palabra en la actividad del cerebro, sea la otra faceta del hecho que la consciencia del hombre es consciencia social, consciencia que se forma en la comunicación.
Otro grupo de hechos que permite pensar lo mismo se refiere al campo de las observaciones clínicas.
Si se extiende el estudio de la disgregación de las generalizaciones al campo de la patología del aspecto semántico del lenguaje, se puede afirmar que en estas alteraciones tenemos un trastorno más o menos global de todos los aspectos específicos de las funciones humanas. Éstas sufren todas las modificaciones patológicas en el campo de las generalizaciones, en el campo de la modificación de los significados de la palabra. Daré enseguida, al hablar de las investigaciones en afasias, ejemplos concretos que se refieren a este campo.
Von Monakow, en uno de sus últimos artículos, ha puesto énfasis en las alteraciones específicas de la atención voluntaria que manifiesta el afásico e, indicando el problema sin resolverlo, nos dice porqué una función psíquica superior como la atención voluntaria, aparentemente no ligada al lenguaje en cuanto tal, resulta fuertemente alterada en todos los casos típicos de afasia. Ello muestra el nexo existente entre la disgregación de las generalizaciones y toda la actividad psíquica, la integridad de las representaciones, la integridad de todas las funciones psíquicas en su complejidad.
Paso ahora al problema de la disgregación de las funciones psíquicas superiores que hoy expondré bajo el aspecto de la localización de las funciones psíquicas superiores.
El problema de la localización, en resumen, es el problema de las unidades estructurales en la actividad del cerebro. Por ello no puede ser indiferente la concepción general a partir de la cual se busca resolver los problemas fundamentales. En los tiempos de la psicología asociacionista existía una teoría que localizaba las representaciones simples en centros simples. La teoría estructural en psicología ha inducido a la doctrina de la localización a renunciar a la localización de las representaciones simples. Es notorio que la teoría estructural ha abierto algunas vías a la solución del problema de la relación entre funciones y cerebro. Todo ello para demostrar que cada teoría psicológica exige necesariamente un avance en el campo del problema de la localización, y desde este punto de vista los datos del experimento psicológico deben ser confrontados con los datos de la clínica, en el sentido amplio de la palabra.
La moderna teoría localizacionista ha concluido una de las tareas que tenía por delante. Mediante el principio estructural, ha buscado superar sus viejas concepciones falsas. El principio estructural sólo es el resultado positivo para la superación de las deficiencias en la teoría de la localización. Las construcciones típicas de la moderna teoría localizacionista no van más allá de la tesis de la existencia de dos momentos funcionales en el trabajo de los centros cerebrales: las llamadas funciones específicas y no específicas del cerebro. Es Lashley quien ha desarrollado del modo más puntual esta teoría.
Desde el punto de vista de Lashley, cada región de la corteza cerebral tiene una función específica, de las cuales él ha observado varios ejemplos en el análisis de la estructura visual diferenciada de la corteza. Pero estas mismas zonas tienen también funciones no específicas. A la participación de estas zonas está ligada no sólo la formación de los hábitos visuales, sino también los hábitos que no tienen ninguna relación con los visuales. De ahí Lashley deduce que cada centro tiene dos funciones: una función específica, por una parte, y una función inespecífico, ligada a toda la masa del cerebro, por la otra. En lo que se refiere a la función específica, según la teoría de Lashley, cada centro es insustituible. Si ello sufre una gran lesión o trauma, la función específica viene a menos. Respecto a las funciones inespecíficas, cada sector de la corteza es equivalente a otro sector de la misma.
La teoría de Goldstein sobre la localización cerebral tiene caracteres análogos, pero es de contenido más fino. Según Goldstein un determinado centro del cerebro, cuya disgregación lleva clínicamente al deterioro o alteración de ciertas funciones, no está ligado solamente a la función de un determinado tipo, sino también a la formación de un "fondo" para aquella función dada. Si ello sufre, eso es más importante para el cerebro no sólo porque este "centro" está ligado a una determinada "figura" dinámica, sino también porque el "fondo", que es condición imprescindible para la formación de la "figura" correspondiente, está alterado, pues las funciones del "fondo" han sufrido por la misma causa que ha lesionado aquel centro dado.
La idea de Goldstein, que cada centro tiene las funciones específicas de la "figura" y la función general del "fondo", es una concepción más sutil que continúa lógicamente la idea de Lashley sobre las funciones específicas e inespecíficas de cada uno de los centros.
Me parece que el análisis teórico de esta tesis muestra que la teoría de la doble función de cada centro cerebral representa la unión de dos viejos puntos de vista. Por una parte retornamos a la teoría de los centros especializados: reconocemos que la estructura de un determinado género está localizada en determinado centro. Por la otra, las funciones del centro resultan difusamente equivalentes en el sentido que el "fondo" dinámico, formado con la contribución de aquel centro, también está localizado en el cerebro. De tal modo, nos encontramos ante la unión del viejo punto de vista localizacionista y del punto de vista antilocalizacionista. Pero unir estas teorías no significa resolver el problema.
Con base en las investigaciones del mismo Goldstein y de otros clínicos que han seguido este principio, es fácil demostrar que tal concepción lleva, en el campo de la localización, a tesis análogas a las de la psicología genética que se basa en el principio estructural. Goldstein, estudiando la afasia amnésica, encuentra que el trastorno fundamental en este caso es el trastorno del pensamiento categórico. Pero cuando después busca establecer cuál mecanismo está en la base de la alteración del pensamiento categórico, regresa a la "figura" y al "fondo". Resulta que el pensamiento categórico sufre en la misma medida en la cual ha sufrido la función fundamental del cerebro, la formación de la "figura" y del "fondo". Pero la formación de la "figura" y del "fondo" es común a todas las funciones y a Goldstein no resta más que elevar este principio a ley general.
Goldstein defiende un punto de vista similar al expuesto por Wernicke, el cual había suscitado una justa crítica. Wernicke avanzó la idea que las funciones psíquicas superiores, por cuanto al nexo con el cerebro, se construyen como las funciones no psíquicas y este argumento según Goldstein, está vigente. Su punto de partida en la teoría de la localización es que principio de la "figura" y del "fondo" es igual para cada acción del sistema nervioso central; ello se manifiesta del mismo modo en la alteración del reflejo de la rodilla o en la alteración del pensamiento categórico. En otras palabras, este principio puede caracterizarse ya sea en forma de actividad elemental o en aquellas superiores.
Así viene a crearse un sistema único, con base en el cual se puede interpretar y explicar casi cualquier lesión del sistema nervioso central: trastornos de la sensibilidad, de los centros motores, disminución general de la consciencia, alteración del pensamiento categórico, etcétera. La relación entre “figura” y “fondo” deviene un principio de explicación universal, aplicable al desarrollo de los procesos psíquicos y a su localización. Las funciones psíquicas superiores resultan no sólo iguales a las funciones psíquicas elementales por su estructura, sino también por su localización en la corteza cerebral, donde no se distinguen de las funciones no psíquicas.
Me parece que todas estas dificultades derivan de la falta de un análisis adecuado de las funciones psíquicas superiores en la psicología moderna. En la psicología estructural, el análisis lleva al principio general de la estructura, que abarca tanto las funciones psíquicas superiores como las inferiores y resulta aplicable a ambas. Así se demuestra que las alteraciones de varios géneros son iguales. A causa de lo inadecuado del análisis psicológico entran en un callejón sin salida también los mejores investigadores, algunos de los cuales resbalan hacia el espiritualismo, y otros hacia un burdo naturalismo.
Hay algunos ejemplos en la obra de Van Verkom, de Head y de otros investigadores. A causa de esta falsa posición muchos de ellos comenzaron a repetir la tesis de Bergson, quien considera el cerebro como un medio de manifestación del espíritu, y entran así en aguda contradicción con el abordaje materialista del problema.
Así como el problema del desarrollo psíquico se funda en la necesidad de ir mas allá del principio estructural general, ellos dicen que no basta indicar el carácter “integral” de la vida psíquica, igualmente aplicable a la araña y al hombre, y también se basan en la teoría de la localización.
Y me parece que el inmenso material disponible en el campo de la investigación clínica permitirá, a clínicos y psicólogos, avanzar dos tesis sustancialmente diferentes de las concepciones fundamentales de la moderna teoría de la localización.
Por una parte, estamos convencidos del carácter específico de una serie de estructuras cerebrales y de la especificidad de las funciones psíquicas superiores respecto a una serie de sistemas de la corteza cerebral; esta tesis va contra las teorías de Lashley y Goldstein. Por otra parte, no podemos aceptar que la función inespecífica de cada centro sea equivalente para todos los sectores del cerebro. La concepción aquí presentada, de la estructura de las funciones psíquicas superiores, excluye la idea de la organización homogénea equivalente de la actividad de nuestra corteza, según la cual solamente la cantidad de la masa determina el carácter y el grado de la lesión del proceso psíquico superior. No estoy en posibilidad de aclarar aquí con cierta amplitud este problema, y me detendré solamente en un aspecto que considero, en principio, importante.
Se trata de una tesis que se ha formado a lo largo de muchos años al estudiar niños con defectos cerebrales, por un lado, y al estudiar los trastornos equivalentes en adultos, por el otro.
Cuando estudiamos al niño y al adulto con determinados trastornos cerebrales, salta a la vista que en la edad infantil este defecto muestra un cuadro completamente diferente, consecuencia distinta de los trastornos que surgen cuando se ha lesionado el mismo sector del cerebro maduro, desarrollado.
Tomemos el ejemplo más simple del campo en el cual he trabajado en los últimos años, el campo de la agnosia. La agnosia visual de los adultos en su forma pura, como en los casos de Goldstein y Pötzl, se expresa como un trastorno de una sola función: la de reconocimiento de objetos; el enfermo ve pero no sabe cuál objeto está delante de su vista, y se ve obligado a adivinarlo. Él no ve si se trata de una moneda o un reloj; una vez dirá que es una moneda, y otra que es un reloj; 40% de sus determinaciones es acertado, y 60% errado. También el niño afectado de agnosia congénita tiene alterada la función de identificación de objetos; el niño no reconoce la misma cosa en situaciones diversas.
Pero si nos referimos a las consecuencias que surgen de uno y otro caso, veremos que son diametralmente opuestas.
¿Qué le sucede al enfermo de agnosia? Los clínicos aquí presentes no rehusarán confirmar lo siguiente: se afecta de manera directa y gruesa la función de la percepción de objetos y con ello también sufre la función de la esfera visual. A grandes rasgos, en la lesión de la esfera visual se sufre de agnosia visual, se afecta la función de la percepción visual. En esto insiste Goldstein, aquí habla Pötzl, y cualquiera que haya trabajado experimentalmente con agnósicos puede convencerse de la exactitud de la tesis enunciada. Pero en este caso, ¿se afectan los conceptos superiores? ¿El enfermo puede razonar los objetos que no reconoce? Sí, él conserva esta capacidad de razonamiento.
Los clínicos pueden confirmar que el concepto de los objetos no se altera. Yo he estudiado los conceptos de estos enfermos sobre los objetos que ellos no reconocen y he podido establecer que estos conceptos resultan en sí notablemente modificados; pero el concepto se conserva más allá de la percepción y, si no se demencia el enfermo, el concepto de los objetos puede ser sin más el medio fundamental de compensación del defecto. Cuando los agnósicos no ven que un objeto es un reloj, ellos recurren a la ayuda de mecanismos más complejos. Proceden como los jueces de primera instancia: por las señales, ellos comienzan a tener sospechas y, cumpliendo un complejo trabajo de pensamiento, concluyen que esto es un reloj.
Basta con remitirme al trabajo de Goldstein para mostrar que un enfermo era a tal punto dueño de su percepción, que reconocía un cuadrado recorriendo con los ojos los cuatro lados; este enfermo vivía en Berlín y trabajó 15 años, conservando todas las posibilidades de vida práctica y desplazamiento en tranvía y por la calle, sólo porque la interpretación de las señas permanece íntegra, lo que le indicaba el número de cierto tranvía, o le sugería el camino a recorrer para llegar a un determinado lugar. Para los agnósicos adultos la regla fundamental es la alteración del funcionamiento de los centros visuales inferiores respecto al centro lesionado, y la integridad de los centros superiores respecto al lesionado, los cuales asumen las funciones de compensación en los casos de agnosia.
Es preciso decir que en los casos de agnosia infantil las cosas no son así. Hallamos niños con afasia sensorial y motora innatas pero, no sabíamos porqué no hallábamos niños con agnosia congénita. Hasta hace poco tiempo no teníamos casos de este género. Pero cuando aprendimos a reconocerlos ya no fueron tan raros. ¿Por qué en los niños no se diagnosticaba esta enfermedad? Porque el niño con agnosia congénita queda casi siempre como idiota. En él no está lesionada solamente la vista, sino también por lo general el lenguaje, que no se desarrolla plenamente; aunque casi siempre la posibilidad sensoriomotora de desarrollo del lenguaje permanece íntegra.
Si se pone atención a esto, salta a la vista la siguiente ley. Cuando un mismo centro o sector está lesionado en un adulto, se resiente más el centro inferior que el superior. En los casos de agnosia en el adulto tenemos más trastornos de la visión simple que del concepto mental de los objetos. En los niños, en cambio, con una lesión análoga, el centro superior se afecta más que el inferior. La interdependencia de los centros simples resulta inversa en los dos casos.
Todo esto se puede explicar desde el punto de vista teórico. Es difícil imaginar una relación diferente de lo que observamos. Es evidente la ley del paso de las funciones hacia lo superior. Está claro que en los primeros meses de vida del niño podemos observar el funcionamiento autónomo de aquellos centros que, en el adulto, funcionan autónomamente sólo en los estados patológicos. El paso de las funciones hacia lo superior muestra que se establece una determinada dependencia del centro inferior al superior. En el niño, sin el desarrollo de la percepción no puede desarrollarse el lenguaje, porque en el funcionamiento normal de la percepción está la premisa del desarrollo normal de los sistemas superiores.
Me referiré a un problema que me ha interesado siempre: ¿existe la ceguera central innata? La sordera central existe. Existen la alexia, la agnosia. ¿Cómo se puede admitir, con base en la teoría de la probabilidad, que no veamos casos de desarrollo imperfecto de los centros visuales? En las publicaciones que he leído sobre este argumento se indica una sola vez que los ciegos con ceguera central innata son idiotas por lo común. La lesión de los lóbulos occipitales, de los centros visuales en el adulto, provoca solamente una "ceguera espiritual".
Goldstein dedica algunos de sus trabajos a esclarecer las consecuencias de la lesión de los lóbulos occipitales en los adultos y constata que, en los casos de lesión de los lóbulos occipital y temporal, las funciones superiores -pensamiento y lenguaje- están poco afectadas. ¿Quién no ha visto la ceguera central como la describen, por ejemplo, Pötzl y otros, como un trastorno elemental, en presencia del cuál se conservan las funciones psíquicas superiores? En estos casos se afecta solamente el centro inferior; la lesión de la zona cortical visual en el adulto es un mal relativamente ligero.
Si en su lugar tenemos esta lesión en un niño pequeño, el niño queda idiota. Sucede una cosa sorprendente: el niño afectado de ceguera central permanece definitivamente idiota, mientras el adulto afectado de la misma ceguera conserva casi íntegramente sus funciones superiores. Me parece que este hecho se explica mediante las conexiones ya dichas. Por lo tanto, como lo ha mostrado Goldstein, la lesión específica de la percepción visual en el adulto repercute sobre otras funciones, pero sólo bajo un aspecto, y es precisamente sobre la formación de la estructura simultánea. Todo lo demás permanece. Por eso el enfermo de Goldstein percibe el cuadrado como nosotros percibimos un complejo sistema de números.
Imaginen ahora un niño en el cual no puede surgir ninguna estructura simultánea. Será un hombre que no sabrá establecer relaciones espaciales. Este niño debe necesariamente quedar idiota.
Podría citar ahora una serie de datos del campo de otras alteraciones, pero en los pocos minutos que me quedan quisiera sacar las conclusiones de lo que he dicho.
Lo que he mencionado, ¿tiene alguna relación con la teoría de las dos funciones de los centros? Me parece que hay una relación directa. Resulta que además del trastorno específico en la lesión de las zonas centrales, también se manifiesta un trastorno de las funciones inespecíficas, no inmediatamente ligadas a esta zona. Es de preguntarse si las funciones específicas y las inespecíficas resienten, en la misma medida, la disfunción de algún centro. Si un niño nace con ceguera congénita, si un adulto sufre una lesión que le provoca la ceguera central, las funciones centrales se afectan de la misma forma, mientras las funciones inespecíficas resienten de modo completamente diferente.
En cada caso, en el desarrollo y en la disgregación, podemos tener fenómenos inversos de la relación entre un centro y el otro, consecuencia remota de la lesión opuesta. Se excluye así cualquier concepción que afirma que el centro está ligado sólo de manera inespecífica con las otras funciones, y que la lesión de un determinado centro no da un efecto equivalente en su confrontación con los otros centros. Vemos que la lesión tiene una relación específica con determinados centros y esta relación se establece en el curso del desarrollo, y ya que estas relaciones se establecen en el curso del desarrollo, también los trastornos que surgen después de la lesión del respectivo centro pueden tener caracteres diferentes.
También de aquí resulta claro que la teoría de las funciones específicas constantes de cada centro es infundada. Si cada centro cumple determinadas funciones sólo y por cada función psíquica superior, no ocurriría la completa actividad diferenciada y unificada de un sistema íntegro de centros; en caso de alteración de un centro no podría jamás verificarse una situación en la cual los otros centros se afectasen de un modo específico, pero sucedería siempre que en presencia de un trastorno en determinados centros, todos los centros resentirían de la misma forma.
Voy a dedicar los pocos minutos que me quedan a algunas brevísimas palabras de conclusión.
Me parece que el problema de la localización, como línea fundamental, admite en sí ya sea aquello que está ligado al estudio del desarrollo de las funciones psíquicas superiores, o aquello que está ligado al estudio de su disgregación; ello permite surgir un problema de gran importancia: el problema de la localización cronogénica. Este problema, propuesto ya por von Monakow, no puede ser absolutamente resuelto por cuanto concierne a las funciones psíquicas superiores tal como lo hace él, por la simple razón que en sus últimas obras acepta enteramente el punto de vista de la base instintiva de cada actividad psíquica, incluidas las funciones psíquicas superiores.
Para von Monakow la agnosia es una enfermedad del instinto. De ahí que su interpretación concreta del problema de las funciones psíquicas superiores no responda ni a la tarea de crear un sistema de análisis adecuado de la función lesionada, ni al problema de la localización de las funciones psíquicas superiores en zonas nuevas del cerebro. Pero la idea que la localización de las funciones psíquicas superiores no puede ser entendida sino como cronogénica, siendo el resultado del desarrollo histórico; que las relaciones características de las partes únicas del cerebro se forman en el curso de la evolución y, una vez formadas en cierto modo, operan en el tiempo, y que ello excluye la posibilidad de hacer derivar un proceso complejo de un solo sector; esta idea, es justa. Me parece, sin embargo, que se la debe completar con la siguiente consideración.
Hay muchas razones para admitir que el cerebro humano posee nuevos principios de localización respecto al cerebro de los animales. La tesis propuesta por Lashley según la cual, como regla máxima, la organización de la actividad psíquica de la rata es análoga a la organización de las funciones psíquicas superiores del hombre, es falsa. No se puede admitir que el nacimiento de funciones psíquicas específicamente humanas sea la simple aparición de nuevas funciones, junto a aquellas que ya existían en el cerebro pre-humano. No es posible imaginarse que las nuevas funciones, respecto a la localización y a la complejidad de su relación con las zonas cerebrales, tengan la misma estructura, la misma organización del todo y de la parte, que tiene, por ejemplo, la función del reflejo de la rodilla.
Estas son, por lo tanto, las razones para creer que un ámbito de investigación fecunda se vuelve original en el campo de estas relaciones específicas; dinámicas muy complejas que permiten construir, ya sea a grandes líneas, algunas ideas sobre la efectiva complejidad y originalidad de las funciones psíquicas superiores. Si ahora no podemos ofrecer una solución definitiva a este propósito, ello no debe asustar, ya que se trata de un problema de gran complejidad. Pero el inmenso material que tenemos, una serie de conexiones y ejemplos que he citado y que podrían multiplicarse, viene a indicar en qué dirección es necesario moverse. En cada caso, me parece fecunda la hipótesis que el cerebro humano tenga principios de localización nuevos respecto a aquellos que encontramos en el cerebro de los animales, y que le han permitido convertirse en el órgano de la consciencia humana, el cerebro del hombre.

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